Las dramáticas cifras que confirman cómo cambió al mundo la guerra en Europa
Inflación global, escasez de alimentos, éxodos y migraciones masivas, aumento del costo energético y cambios geopolíticos son algunas de las consecuencias que deja el conflicto entre Rusia y Ucrania.
La invasión de Rusia a Ucrania representa uno de esos episodios históricos que convulsionan y redefinen la organización de la sociedad global para siempre. Así como la Primera y la Segunda Guerra Mundial jalonaron al siglo XX y definieron el rumbo del Estado-nación, ya bien entrado el siglo XXI, el actual conflicto bélico en Europa promete afectar distintos órdenes de la vida social, política y económica. Estas consecuencias se traducen en dramas humanitarios, como los grandes contingentes de refugiados desplazados, la amenaza de una hambruna generalizada en los países de ingresos bajos, además de fuertes alzas en los precios de la energía y los fletes, con el consiguiente impacto para la vida cotidiana.
Uno de los aspectos más sensibles tiene que ver con el desplazamiento forzado de personas que provocó el avance de las tropas rusas. Según las cifras oficiales de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), desde el 24 de febrero, más de 7 millones de personas se vieron forzadas a movilizarse dentro del país y más de 6 millones huyeron al exterior en "una de las mayores y más rápidas crisis de desplazados desde la Segunda Guerra Mundial", aseguró Juan Carlos Murillo, representante de Acnur para América latina.
Lo cierto es que estos desplazados se sumaron al total de las personas expulsadas de sus tierras durante 2021, en conflictos originados en otras crisis. El año pasado se registraron más de 89 millones de desplazamientos forzados, un récord histórico que se agravó aún más con la guerra en Ucrania, que elevó esa cifra a 100 millones.
Invasión de Rusia a Ucrania: pronóstico de hambruna
La hambruna es otro de los fantasmas que se desprende de la tierra humeante que dejan las bombas en Ucrania. En este sentido, la ONU alertó que podría ocurrir en tiempo próximo la mayor hambruna en casi 100 años por el bloqueo de Rusia al trigo ucraniano. Este drama puede cuantificarse: unos 50 millones de personas corren riesgo de padecer hambre por el bloqueo de los puertos de embarque en el mar Negro. "El grano que está en Ucrania equivale a la alimentación de 400 millones de personas", explicó Gabriel Ferrero, presidente del Comité de Seguridad Alimentaria de Naciones Unidas.
Al escasear o desaparecer del comercio global el cereal ucraniano, está comprometida la alimentación de varios países de África y Oriente Próximo, zonas deprimidas económicamente donde la harina es indispensable para las comidas del día a día. Por poner un ejemplo, en Senegal, el 50 % del trigo es de Ucrania o Rusia.
Se disparan los precios del crudo y la energía
La invasión también generó otros trastornos que afectan seriamente el desarrollo de las actividades más allá de las fronteras ucranianas. Es que la energía y el combustible son otros insumos impactados severamente por la guerra, y el fuerte aumento de los precios mundiales de los combustibles aumentó la preocupación por la seguridad del suministro de energía. La decisión de Rusia de suspender el suministro de gas a varios Estados miembros de la UE contribuyó a empeorar la situación.
El precio de los commodities energéticos en general y del petróleo en particular se disparó desde fines de febrero, luego del comienzo de la guerra. Esto alentó la inflación global de la mano del alza del costo de la energía para las fábricas, empresas y hogares de familia en todo el mundo. El boicot occidental al crudo ruso, además de los planes occidentales de vetar la importación de petróleo desde Rusia, no hizo más que volver el panorama aún más sombrío.
Todo este cuadro impactó de lleno también en las finanzas personales de los más diversos habitantes del globo. Por ejemplo, en Hong Kong y Noruega, quienes quieren llenar el tanque deben pagar casi tres dólares el valor del litro de nafta, en Alemania tienen que pagar dos dólares por litro, mientras que en Francia cuesta poco más de dos dólares. En los EE. UU., el litro de nafta tiene un valor de un dólar con 30 centavos. Todos datos validados en un relevamiento de la agencia de noticias AP. Si a esta escasez de petróleo le sumamos que la demanda global de combustible crece a medida que desaparece por completo el freno que implicó la pandemia de COVID-19, mayores vientos inflacionarios arrecian en el horizonte cercano. En este sentido, un consenso de especialistas sostiene que el suministro mundial de petróleo tendrá dificultades para satisfacer la creciente demanda en 2023. Traducido: más inflación global.
Para terminar de dimensionar las consecuencias en el mercado internacional energético, cabe recordar que Rusia es el segundo mayor productor mundial de crudo, con 10,5 mbd (millones de barriles/día) en 2021, además del primer exportador. La UE es su principal cliente, con unas importaciones de 2,8 mbd en 2021, según las cifras de la Organización de Países Exportadores de Petróleo. A su vez, Rusia es, después de EE. UU., el segundo productor mundial de gas, con 762.000 millones de metros cúbicos (bcm) en 2021, y el poseedor de las mayores reservas. La UE es enormemente dependiente del gas ruso: importa unos 155 bcm anuales, que suponen el 45% de sus compras de gas y el 40 % de su consumo. Todas estas cifras pintan un complejo escenario global que depende, en gran margen, de Rusia para el acceso a la energía y que precisará de negociaciones en el más alto nivel de los países para garantizar los recursos y que no se agudice la escasez.
Se modifica el orden geopolítico global
En el campo geopolítico, la ofensiva rusa catalizó una nueva configuración de alianzas internacionales con la emergencia del llamado “Sur Global”, que se muestra menos alineado con Occidente de lo que muchas veces se piensa en las principales capitales. La invasión también volvió a acecrcar a Washington con Europa y relanzó a la OTAN. Todos estos movimientos se dieron con el fondo de la crisis del orden económico y financiero internacional que ya se estaba transformando como consecuencia del auge de China y de la creciente multipolaridad del sistema internacional.
Entre los cambios geopolíticos más destacados, figuran que Alemania y Suiza abandonaron su doctrina pacifista y se alinearon con los EE. UU.; la Unión Europea unificó su política de defensa y volvió a recostarse en la alianza atlántica. “Putin intentó dividirnos, pero estamos más unidos que nunca”, reconoció ante el Parlamento Europeo Úrsula von der Leyen, presidente de la Comisión Europea. A su vez, países como Finlandia y Suecia, cercanos a la órbita rusa, se mostraron dispuestos a integrarse a la OTAN, lo que enfureció a Putin.
Estos reacomodamientos se dieron mientras volvió a crecer el temor nuclear en el mundo, una prevención que no sucedía desde 1973, en ocasión de la guerra de Yom Kippur, según dijo a Los Angeles Time el coordinador del Programa de Política Nuclear, James Acton. Antes de eso, el último recuerdo de alerta nuclear fue en la crisis de los misiles en Cuba en 1962, pero, medio siglo después, Vladímir Putin reinstauró la alarma al ordenar a sus altos funcionarios de defensa y de las fuerzas armadas que colocaran las fuerzas nucleares en un “régimen especial de servicio de combate”, en respuesta a las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y otras naciones occidentales.
Este capítulo de la historia de la humanidad aún está en marcha. Algunas señales son fácilmente detectables, mientras que otras ya se habían incubado para acelerar el actual proceso que, seguramente, terminará de alumbrar otros resultados que impactarán a lo largo del siglo XXI.
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