Investigación: quiénes son las cautivas del Cristo Redentor
El periodista Pablo Icardi realizó una investigación que reveló la historia de las mujeres colombianas captadas en Mendoza por redes de trata con fines de explotación sexual. Los desafíos del oficio.
Un dato fue el punto de partida. Un dato que encontró hurgando en internet y que se convirtió en el hilo de una madeja enorme. Un dato que fue la clave para que el periodista Pablo Icardi construyera la trama de la investigaciónLas Cautivas del Cristo Redentor o, lo que es lo mismo, la historia de mujeres colombianas que llegan a Mendoza para tratar de cruzar a Chile y que, frente al no rotundo que reciben en la frontera, se convierten en presas de las redes de trata con fines de explotación sexual.
La investigación fue uno de los proyectos de La Otra Trama, un colectivo de organizaciones de la sociedad civil que busca articular acciones en torno al problema del crimen organizado en la Argentina. La conforman las fundaciones Avina, Cambio Democrático, Crear Vale la Pena, La Alameda, la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia, Contadores Forenses y el Foro de Periodismo Argentino (Fopea), que fue la entidad que invitó a sus asociados a presentar proyectos de investigación sobre la temática. La iniciativa de Pablo fue seleccionada. Eso le permitió contar con apoyo económico, y lo que fue más importante, la guía de tutores periodísticos.
Punto de partida
Sentado en la redacción del diarioVox, del que es director, Pablo contó que había encontrado el primer dato de casualidad, hurgando en Internet, haciendo gala del mote de rata de biblioteca. Mirando las sentencias en el sitio del Centro de Información Judicial, encontró un caso de trata de personas con fines de explotación sexual que se inició en San Juan, pero que tenía conexión con Mendoza, porque algunas de las víctimas nombradas eran mujeres colombianas que llegaron a Mendoza con la intención de cruzar a Chile, pero fueron captadas y trasladas a prostíbulos de la vecina provincia.
Ese dato que encontró a fines de 2013 quedó rondando en su cabeza. Y empezó a atacar cabos, a prestar atención al crecimiento de la comunidad colombiana en Mendoza y a intentar encontrar a las víctimas nombradas en el expediente.
En mayo de 2014, Fopea –foro del que forma parte– lanzó una convocatoria interna para presentar proyectos de investigación sobre temas relacionados con el crimen organizado. Se presentó y ganó: 15 mil pesos para realizar el trabajo y, lo que fue más importante, la posibilidad de contar con tutores periodísticos y en formato multimedia que lo guiaran en la realización del trabajo.
Ahí empezó otra carrera. Una carrera por entender un delito complejo, por intentar descubrir todas las aristas: historias de mujeres que llegan desde Colombia, que hacen millones de kilómetros para escapar de una violencia y se encuentran con otra, que se transforman en víctimas de un negocio millonario y que forman parte de las migraciones que –por diversas razones– se producen puertas adentro de la América Latina.
Pablo siguió una rutina que ya conoce después de trabajar años en los diarios Los Andes y MDZ: entrevistar a jueces, a fiscales, a organizaciones que luchan contra la trata de personas en Mendoza y San Juan, a representantes de gobiernos. Pero sabía que aún no tenía lo más importante: los testimonios de las víctimas.
Ese fue un trabajo arduo, que le insumió meses de intentar convencer a las mujeres de contar su historia, pero ellas huían con sólo oír la palabra "periodista". Después de golpear puertas, de hablar con muchos colombianos en la Terminal, de ganar su confianza, dio con dos de las víctimas de la causa por los prostíbulos en San Juan. Ellas se animaron a contarle sus historias.
Las charlas le ayudaron a entender. Muchas de las mujeres colombianas provienen de Buenaventura (cerca de Cali), un lugar que tiene una de las tasas de homicidio más altas de América y que suma otro récord: es la zona con mayor cantidad de desplazados, más de 100 mil en una década.
Buenaventura es el lugar que buscan abandonar y su objetivo es llegar a Chile, donde la comunidad colombiana es grande y donde la plata que pueden ganar les rinde. Los obstáculos entre ellas y su objetivo son muchos: el primero es que no pueden ingresar por el norte Argentino, porque está “cerrado” para los colombianos, por eso hacen una verdadera travesía para llegar a Mendoza y cruzar por el Cristo Redentor. Pero cuando alcanzan la frontera, las rechazan y es ahí donde empieza otro calvario.
Pablo, quien estudió en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCUYO, describe la situación. La captación no implica violencia, no es necesaria, en su lugar actúan la desesperación, el hambre, el estar parada en un sitio sin un peso y sin conocer a nadie. Todo está preparado. En ese momento aparece un salvador que les ofrece los pasajes para trabajar en San Juan, en alguna provincia del Norte o en la Patagonia.
Pablo comenta que, aunque en algunos casos rescataban a las víctimas, ese es sólo un paso; si no se dan otros, la organización sigue funcionando. Eso pasó en el caso de los prostíbulos en San Juan: la fiscal que intervino realizó compulsas para que se investigara la conexión mendocina, pero nada se hizo. No sólo eso: las mujeres que son rescatadas no tienen a dónde ir y tampoco quieren volver a su pueblo, donde saben que las perspectivas de vida no son mejores.
Pablo explica que algunas mujeres siguen siendo explotadas en la ciudad de Mendoza. La prohibición de los prostíbulos, dice, sólo obligó a los dueños del negocio a adaptarse: ahora continúa en departamentos, lejos de cualquier mirada indiscreta.
Esas son las aristas que el periodista busca profundizar. Incluso, la publicación de la investigación le permitió ponerse en contacto con colegas de Colombia, de Chile y con organizaciones que luchan contra la trata de personas. Si hay algo que le deja en claro la investigación es que la trata de personas con fines de explotación sexual es un negocio que se maneja con base en una organización informal, atomizada, pero al mismo tiempo bien aceitada y que cuenta con la connivencia de los poderes del Estado.
Los desafíos del oficio
Pablo es crítico con su trabajo y con la calidad del periodismo que hacemos en Mendoza. Dice que hay mundos que no sabemos abordar, que nos falta capacitación, sobre todo para investigar y para no perdernos frente a un enorme cúmulo de información, de estadísticas, de testimonios.
Del trabajo que hizo, rescata la posibilidad de poner en agenda un tema que no existe, no sólo a nivel social, sino que no existe a nivel oficial. Una muestra de eso son las respuestas que recibió a sus consultas: que no saben y que es un delito federal. Sólo destaca, de entre la desidia, la labor del fiscal Fernando Alcaraz y de los integrantes de la Subsecretaría de Derechos Humanos.
Pablo está orgulloso de haber terminado el trabajo. Dice que, pese a los errores, fue un desafío, algo que soñó y concretó. Sobre todo, fue una experiencia que le permitió “volver a las calles”, hablar con las víctimas, estudiar, analizar datos: la esencia del oficio, que le sigue apasionando como el primer día.
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