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En la Argentina cumplen una función primordial. Un científico marplatense trabaja desde hace 30 años para dar con una cura natural.
No hay explicaciones claras, pero las abejas desaparecen de todos modos. Foto bajo licencia CC.
Desde el año 2000, las abejas mueren de manera inexplicable. Las aqueja un mal que solamente describe el fenómeno, pero poco dice sobre las causas: el Síndrome del Colapso de las Colonias (SCC), que hace que estos artrópodos simplemente desaparezcan de un día para el otro.
En la Argentina, las abejas cumplen una función de principal importancia, no solo porque aumentan la producción de los alimentos que comemos entre el 20 % y el 40 % –cosa que sucede en todo el mundo–, sino porque además el país está posicionado como uno de los principales proveedores de miel del mundo, que se exporta a destinos como Alemania, Japón, Inglaterra y Estados Unidos.
Así, la situación en la que se encuentran los apicultores argentinos es preocupante por partida doble. Por un lado, las abejas desaparecen de manera natural –alrededor del 25 % de las colonias son afectadas por el SCC en el mundo– sin que se sepa el porqué. Por el otro, las curas más difundidas para mantener con vida las colmenas contaminan la miel y la inhabilitan para ser exportada.
En la mira de los científicos hay tres sospechosos responsables de esta apocalipsis apícola. El primero es la proliferación de un ácaro llamado Varroa; el segundo, un hongo parásito llamado Nosema, y el tercero, el uso indiscriminado de agroquímicos en el campo.
Martín Eguaras es doctor en Biología y desde hace 30 años lidera el trabajo en el Centro de Investigación en Abejas Sociales (CIAS) con sede en Mar del Plata. “Antes uno pasaba por los campos y al borde de los alambrados se veían un montón de flores raras: ahora es todo monótono, marrón, y no hay nada. Evidentemente, antes la abeja tenía fuentes de alimento diferentes, que ahora no están”, asegura el científico. Eguaras es, además, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). El centro que dirige –el CIAS– es el único centro científico especializado en abejas del país dedicado a desarrollar curas naturales para recuperar las colonias que están desapareciendo.
“Las abejas están acusando el efecto de todo lo que se está haciendo a nivel de la agricultura y los monocultivos que conducen a la pérdida de diversidad floral”, agrega el investigador.
Eguaras comenzó con su cruzada por encontrar una cura amigable con el ambiente y la miel tras notar que no existía en el mundo ningún producto alternativo para tratar las parasitosis de las abejas. “Investigamos para que las sustancias que se utilizan para curarlas no aparezcan después en la miel, la cera y los otros productos de la colmena. Queremos que se mantenga su calidad porque lo comemos nosotros como algo natural y porque, si eso no sucede, la miel tendría graves problemas para exportarse”, indica el científico.
Para el investigador del Conicet, hallar la cura que persigue es una necesidad de primer orden, ya que la cantidad de colmenas afincadas en el país asciende a 4 millones, un número más que importante en términos económicos.
“En general, a las abejas se las cura con acaricidas sintéticos –piretroides y fosforados– y antibióticos, que contaminan la miel y además les interfiere la comunicación química que establecen entre ellas, y les produce desequilibrios en la colmena. Nosotros, en cambio, desarrollamos sustancias naturales para controlar las plagas”, explica Eguaras.
Una de los desarrollos realizados en el CIAS es una especie de jarabe para las abejas, un suplemento nutritivo hecho de las mismas fitomoléculas que están presentes en el néctar de las flores y que estimula el sistema inmune de estos insectos para que cicatricen más rápido sus heridas y sean más tolerantes a los pesticidas. “Fundamentalmente, usamos aceites esenciales de plantas y ácidos orgánicos. En algunos casos son jarabes; en otros, polvos, en otros son formulados incorporados en tiras de PVC o en polímeros que luego se degradan dentro de la colmena. Buscamos productos naturales para que después no aparezcan residuos tóxicos en la miel. Ayudamos a las abejas sin contaminar los productos”, dice el científico, y agrega: “Todos nuestros desarrollos científicos los pensamos hacia lo productivo, eso significa que lleguen a la cadena productiva a bajo costo y que sean fáciles de aplicar”.
Sin embargo, a pesar del misterio que envuelve a esta epidemia, la esperanza está a la orden del día dentro de los laboratorios del CIAS. “Si logramos revertir los procesos por los cuales se está afectando la salud de las abejas, el declive de sus poblaciones se va a detener. Mientras tanto, seguiremos tratando de brindar herramientas a los apicultores en una línea de manejo sustentable, para que las abejas resurjan de manera natural”, concluye Eguaras.
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