Continuará hasta mayo la sequía que La Niña causó en gran parte del país
La falta de lluvias, la temperatura alta y el viento fueron tres factores que se alinearon para que se produjera "la catástrofe perfecta" en varias partes de Argentina. Especialistas revelan cómo será el futuro inmediato.
Fotos: Télam
Después de más de dos años bajo la influencia del fenómeno de La Niña –una de las causas de la sequía en gran parte del país–, el Servicio Meteorológico Nacional pronostica que continuará durante el otoño. “En enero, parecía que La Niña se iba a debilitar, pero se intensificó, lo que ayudó a que se establezca ese patrón tan seco. Las últimas predicciones prevén que dure todo el otoño”, informa el climatólogo José Luis Stella desde el Servicio Meteorológico Nacional (SMN).
La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (National Oceanic and Atmospheric Administration-NOAA) coincide y afirma que hay una probabilidad del 77 % de que este fenómeno siga hasta mayo. “Cuando se dio La Niña en otoño, las lluvias en promedio también fueron por debajo de lo normal, en especial en el norte del Litoral. Lo bueno es que en esa estación tenemos otros forzantes de menor escala, empieza a haber más frentes fríos y cambios en la masa de aire, y aumenta la posibilidad de que haya más precipitaciones”, aclara Stella.
Para llevar tranquilidad a las zonas con focos de incendios favorecidos por la sequía, el especialista del SMN indica que “lo peor ya habría pasado en cuanto al factor climático, pero no se espera una mejora muy sustancial en cuanto a precipitaciones en el corto y mediano plazo”. Stella explica que, durante los años 2020 y 2021 el país estuvo bajo la influencia del fenómeno de La Niña, que “inhibe las precipitaciones en la Cuenca Del Plata, principalmente en nuestro litoral”. Si a estas condiciones de sequía se suman otros factores climáticos más la actividad humana, el resultado pueden ser grandes focos de incendios. “La falta de lluvias, la temperatura alta y el viento, si estos tres condimentos se alinean, puede ser catastrófico, como pasó este año en Corrientes, en 2020 en Córdoba o el año pasado en Patagonia”, afirma Stella.
En el caso de los incendios en Corrientes, que, según el cuarto informe del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), abarcaron una superficie quemada de 934 238 hectáreas al 21 de febrero, la zona ya estaba con condiciones de sequía de severa a extrema en noviembre. “A esto se le sumó el verano, con temperaturas extremadamente altas en esa zona y en el país. Se registró el récord de olas de calor para esa zona del litoral, en Posadas, en Iguazú, con muchos días de más de 40 grados centígrados”, describe el climatólogo.
"Esta sequía también fue muy marcada porque, a partir de 2019, empezamos a atravesar un período seco en la región. El fenómeno de La Niña, cuando ocurre en períodos secos, suele tener mayor impacto”, señala Stella, y agrega los efectos del cambio climático, como el aumento de las temperaturas, especialmente en primavera y en verano. “Las temperaturas son más extremas, las olas de calor se vuelven más prolongadas. Si esta tendencia sigue y se le suma la sequía, estos episodios pueden volver a pasar”, advierte Stella.
La falta de agua
Para el biólogo del Instituto de Diversidad y Ecología Animal de Córdoba y experto en el análisis de patrones de inflamabilidad de la vegetación, Marcos Landi, en materia de fuego, además del factor climático, hay que analizar otros componentes, como la matriz de combustible. “Estamos teniendo una bajante hídrica muy fuerte, y todos los pastizales, a los que llamamos combustible fino, que siempre están húmedos, ahora están secos. Además, tenemos una práctica que se ha llevado a cabo desde siempre, que es la quema de pastizales”, expresa Landi.
El especialista en información geoespacial para el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) agregó: “En un año normal, esto no genera problemas porque tenés una matriz húmeda, entonces, cualquier pequeño foco se extiende un par de hectáreas y se queda ahí. La situación cambió en estos últimos años, y esa práctica habitual hoy es problemática. Ahí es donde hay que empezar a pensar la prevención”.
La fauna reintroducida al Parque Nacional logró salvarse en gran parte. Foto: Rewilding Argentina
Según Landi, los combustibles más inflamables son los pastizales, útiles para el productor, mientras que, “en el otro extremo de la inflamabilidad, están las maderas duras, porque el bosque es más cerrado y húmedo”, señala, y agrega: “Desde la perspectiva puramente científica, sabemos que, si logramos que el 40 % de la matriz sea poco inflamable, el fuego no tendrá por dónde pasar”. De todos modos, el biólogo reconoce que hacer cambios en la matriz de combustible vegetal requiere tiempo y el consenso de distintos actores, los ganaderos entre ellos.
“Podemos modificar algunas prácticas agrícolas o crear conciencia de estas, especialmente de la quema de pastizales. Esto causa conflictos, por lo que es necesario sentarse a hablar para generar políticas coherentes. Es necesario fijar un objetivo a largo plazo que incluya a los productores y a los dueños de las tierras”.
Una catástrofe en el corazón de Corrientes
El director de Conservación de la Rewilding Argentina, Sebastián Di Martino, estuvo presente durante los incendios y asegura que el Parque Iberá, un ambiente de pastizales, esteros y bañados, como también de montes y zonas selváticas, está afectado en el 50 %. La fundación estuvo involucrada en la creación del parque, con la compra y donación al Estado de más de más de 150 000 hectáreas de parque nacional y 550 000 hectáreas de parque provincial y ahora trabaja en proyectos de reintroducción de especies como el yaguareté, la nutria gigante y el guacamayo.
Para llevar adelante ese objetivo, cuenta con seis estaciones biológicas ubicadas en distintos lugares de Iberá, ya que los animales transitan por varias fases hasta llegar a la liberación. Tras pasar una cuarentena y los controles veterinarios, son llevados a unos grandes corrales de hasta 30 hectáreas dentro del parque, donde viven hasta adaptarse al medio, y que a partir del riesgo de fuego debieron evacuar. “Los incendios pueden producirse naturalmente, pero la mayoría son por quemas de pastizales por parte de los productores. De hecho, de los focos de fuego que tuvimos en las seis estaciones biológicas, cinco fueron causados por vecinos ganaderos, y el del Rincón del Socorro, por un rayo”, cuenta Di Martino.
Más allá de buscar culpables, tanto Landi como Di Martino señalan que el modelo ganadero presente en la zona implica la quema para su sostenimiento. “Los pastizales sirven para la ganadería, siempre y cuando los quemen para obtener rebrote; si no, no se puede llevar adelante la ganadería ahí. Los pequeños productores no tienen otra tecnología y, cuando ven que les falta pasto, queman”, describe el director de Conservación de Rewilding Argentina.
“El fuego puede ser manejado en invierno –continúa Di Martino–, se pueden hacer quemas controladas, prescriptas, que se planifican. Se quema un parche de pastizal cuando hace frío, de noche, cuando no hay viento, con cortafuegos bien hechos y cuando se sabe que en pocos días va a llover. Si eso no lo hacemos en invierno, el fuego lo vamos a tener en verano, pero descontrolado”.
La necesidad de buscar acuerdos y soluciones para prevenir incendios es cada vez más acuciante. Un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) publicado a fines de febrero de este año advierte al respecto que, sobre la base de modelos, los científicos prevén que, por el cambio climático y de ciertas prácticas en el uso de la tierra, los incendios forestales se volverán más frecuentes e intensos. Estiman un aumento global de hasta el 14 % para 2030, del 30 % para fines de 2050 y del 50 % para cuando culmine el siglo.
Según el documento, se requiere un cambio radical en los presupuestos de los gobiernos destinados a incendios forestales, con inversiones para la prevención, preparación y respuesta al fuego.
Por otro lado, el informe "Adaptación frente a los riesgos del cambio climático en los países iberoamericanos", de la Red Iberoamericana de Oficinas de Cambio Climático, en 2020 indicaba que “los niveles de incidencia de incendios en la región son de altos a muy altos, con más de 40 millones de hectáreas quemadas anualmente, lo que representa entre el 7 y el 14 % del área quemada a nivel mundial”.
El desafío de la prevención
Entre las recomendaciones que propone el documento de la Red Iberoamericana de Oficinas de Cambio Climático, se encuentran diseñar instrumentos y mecanismos legales para la implementación de planes de manejo de plantaciones que aseguren un buen uso de combustibles y la diversificación de especies para minimizar los daños por causa de incendios; implantar sistemas de monitoreo satelitales para identificar las zonas proclives al fuego y tomar acciones preventivas ante la ocurrencia de incendios forestales, en particular bajo condiciones climáticas; y caracterizar los regímenes de fuego y monitorear su comportamiento, especialmente en el caso de ecosistemas adaptados al fuego y en zonas susceptibles a incendios forestales.
“Hay que aunar esfuerzos a nivel nacional para estimar el riesgo de incendio y la inflamabilidad de nuestros sistemas para tomar políticas de prevención mucho más eficaces”, solicita Landi. Acota que en el país existen “áreas rojas que no tienen el nivel de conservación que necesitarían; cuando el sistema está más conservado, estas crisis son más suaves”.
Por su parte y tras el incendio en Iberá, el director de Conservación de la Rewilding Argentina también piensa en las consecuencias como la pérdida de alambrados. “Ahora va a pasar que lo poco que se vaya recuperando del pastizal que rebrote se lo van a comer las vacas, por lo cual al ambiente le va a costar mucho más recuperarse y la fauna silvestre va a tener una competencia más”. Es por eso que considera que una de las primeras tareas después del fuego es reconstruir los alambrados, controlar que no haya invasiones de ganado vacuno y “resistir, porque los productores ganaderos que han perdido sus pastos presionan para que el parque nacional los deje entrar con sus animales, pero es para la vida silvestre. Tenemos que ver cómo resolvemos el problema en cada lugar”, concluye Di Martino.
Fuente: Cecilia Farré - Red Argentina de periodismo científico para Télam
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