La poesía no es un lujo: lírica y testimonio

Fabiana Grasselli, Inchiusa-Conicet-UNCUYO

La poesía no es un lujo: lírica y testimonio

Foto ilustrativa: Freepik

Ciencia

Otras Miradas

Fabiana Grasselli, Inchiusa-Conicet-UNCUYO

Publicado el 11 DE ABRIL DE 2025

¿Qué le hace lo poético al relato de lo vivido? Una primera mirada a la poesía en tanto género, y en relación con los discursos acerca de la existencia subjetiva y colectiva, nos permite constatar una paradoja atravesada por cierto sentido común que habilita una interrogación siempre revitalizada sobre la relación entre el arte y la vida. Dicha paradoja tensiona el hecho de que lo poético tiene una presencia sostenida en las vivencias de la cotidianidad humana y, al mismo tiempo, es presentada muy frecuentemente como un hacer recubierto de un aura inaccesible, cuyas claves de producción y comprensión se suponen ajenas, parte de un saber singular y reservado a una élite.

Sin embargo, la poesía insiste en una zona de la experiencia que pone en contacto la producción discursiva y la afectividad: canciones de cuna, pequeños poemas aprendidos en la educación inicial, letras de canciones, rimas en diarios personales, declaraciones de amor en verso. En estas textualidades, lo poético parece ubicarse en lo íntimo, lo próximo, lo que circula en voz baja, lo que se escribe para no ser mostrado, y también en lo que pulsa por ser dicho en cierto borde del lenguaje.

Lo poético, porque se alimenta de la musicalidad del lenguaje y porque se escurre entre los pliegues de la sintaxis, el léxico y la semántica, compone otras posibilidades para la puesta en el orden del discurso de los afectos y de las experiencias que aún no encuentran modos estandarizados de nominación. Se trata de lo no dicho aún del cuerpo, las emociones, ese resto de experiencia para la que todavía no hay palabra legitimada. Son los intentos del decir como un canal de conocimiento y de significación, vinculado al sistema lingüístico, pero no enteramente subordinado a él.

A propósito de ese vínculo entre experiencia y lenguaje que aparece en lo poético, María Negroni retoma a Pessoa en su libro de lírica testimonial El corazón del daño (2021) para afirmar que “la literatura es la prueba de que la vida no alcanza”. Dar testimonio de lo vivido a través de la poesía quizás entrañe una operación en la que el saber destilado sea el siguiente: la literatura y la vida son ambas insuficientes, y solo en una búsqueda irresoluble por dar cuenta de la experiencia, su vínculo conflictivo permita vislumbrar “la textura y el espesor de las cosas, la asombrada complejidad de lo que somos”.

En este sentido, el testimonio desplaza, a la luz de los distintos escenarios históricos, las fronteras entre lo dicho y lo no dicho. Cuando Audre Lorde señala en La hermana/la extranjera que para las mujeres “la poesía no es un lujo” sino una necesidad vital, ubica lo poético en el orden de lo urgente y, en este sentido, le atribuye una dimensión instrumental cuyo soporte argumentativo radica en una conceptualización del lenguaje como herramienta de nominación de lo vivido para mujeres y sujetos feminizados. De manera que la escritura lírica se configura en los textos de Lorde como un hacer desplegado en el territorio de una praxis política. Al mismo tiempo invita, como sugiere Olga Grau, literata y pensadora feminista chilena, a considerar la dificultad de encontrar las palabras para nombrar algo que queda pendiente, que no se deja nombrar tan simplemente, como una especie de buen augurio, como una posibilidad promisoria. Lejos de los planteos académicos que ponen el énfasis en los límites del lenguaje para nombrar la experiencia y de los posicionamientos que insisten en que la experiencia no existe por fuera de la narración; elijo pensar en las experiencias que no ingresan en el orden del discurso, experiencias que tardan en adquirir nominación, experiencias que son dichas de modo ambivalente y contradictorio como ese “fragmento” no enunciado todavía, que excede al lenguaje y que espera que seamos capaces de crear nuevas palabras y discursos para nombrarlo y problematizarlo.

¿Qué le hace lo poético al relato de lo vivido? Una respuesta posible tiene que ver con los fragmentos. La poesía renuncia al relato totalizante y sin grietas, y, en esa renuncia, aloja otra dimensión de los decible: lo fragmentario, lo roto, los retazos. Como señala Pilar Calveiro el testimonio en tanto “práctica resistente” es una actualización de experiencias que parte del rescate de “escombros”, fragmentos abandonados, recuperados, que se ensamblan de distintas maneras de acuerdo con las urgencias de cada presente. La poesía podría definirse, también como un artefacto testimonial que hurga y remienda.

 

*Comité de Divulgación Científica del Incihusa. Semana Nacional de la Ciencia 2025 del Incihusa en coordinación con la agenda del CIN

 

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