La participación comunitaria como la contracara de la “arquitectura hostil”
Así lo plantean Magdalena Egües y Facundo Antonietti, a cargo de la Diplomatura en Diseño y Experimentación del Espacio Público de la Facultad de Ingeniería de la UNCUYO. Aportan al debate sobre este tipo de diseño urbano y reflexionan sobre las tensiones existentes en el espacio público.
Para Egües y Antonietti, la multiplicidad de miradas y la participación comunitaria son la clave de una intervención eficaz del espacio público. Foto: Unidiversidad
En el centro del debate está un tipo de diseño urbano llamado hostil o defensivo, que promueve la segregación de determinados grupos del espacio público y que está presente en el mundo y en Argentina. Magdalena Egües y Facundo Antonietti, a cargo de la Diplomatura en Diseño y Experimentación en el Espacio Público de la Facultad de Ingeniería de la UNCUYO, se animan al debate y proponen un recorrido distinto a la hora de pensar y proyectar una obra en el espacio público, un recorrido que incluya multiplicidad de voces y miradas, con la participación real de las personas que transitan a diario ese espacio que no es de nadie, pero que al mismo tiempo es de toda la comunidad.
Egües y Antonietti aceptan la propuesta de Unidiversidad de analizar y debatir sobre este tipo diseño urbano, un debate que también plantearon a quienes cursan la diplomatura, justamente porque son profesionales de distintas especialidades a quienes les interesa repensar las mejores formas de intervenir en ese espacio comunitario.
El punto de partida del debate fue un artículo que publicó la agencia Télam sobre este tipo de diseño, llamado “arquitectura hostil”, que, a través del mobiliario o la iluminación poco confortables, expulsa de ese espacio común a distintos grupos, como personas en situación de calle o jóvenes, bajo las consignas de higienización, seguridad y modernización citadina. Bancos con apoyabrazos metálicos que no permiten recostarse y materiales punzantes debajo de los puentes que impiden refugiarse son algunos de los ejemplos de este tipo de diseño.
Egües y Antonietti plantean una primera contradicción, teniendo en cuenta que, desde su visión, el objetivo central de la arquitectura y el diseño es humanizar el espacio público y no deshumanizarlo, que las personas se lo apropien, que sea el lugar de tránsito, pero también de encuentro, de disfrute. Van más allá y se preguntan quién ocupa ese espacio, si es válido desplazar a quienes hacen un mal uso de él, por ejemplo, con actividades ilegales, y cómo se logran mecanismos de participación reales en todo el proceso, porque es usual que a las audiencias públicas que se realizan antes de concretar una obra asistan tres vecinos y vecinas, que no representan a una comunidad.
Aquí, parte de la charla que ambos profesionales mantuvieron con Universidad, en la que comparten visiones, conceptos y argumentos. Plantean preguntas más que certezas, con el objetivo de enriquecer el debate.
Antonietti y Egües dirigen la Diplomatura en Diseño y Experimentación en el Espacio Público, de la Facultad de Ingeniería de la UNCUYO. Foto: Unidiversidad
El foco en el espacio público
¿Cómo se define el espacio público, cuáles son sus límites ?
Egües: Tenemos como 35 libros que se dedican a tratar de definirlo. Es complejo, pero es una escala intermedia entre la arquitectura y la planificación urbana; por eso nos interesa, porque es una escala que no se llega a estudiar en las carreras de grado, que se llega a ver de manera muy superficial. Sin embargo, el espacio público determina la salud de cualquier ciudad, la riqueza de ese espacio habla de sus habitantes y de su capacidad de construir comunidad. El espacio público es básicamente cualquier espacio abierto, sin costo, que permita el esparcimiento y el uso para la población. Cuando uno empieza a estudiarlo, se encuentra con que tiene innumerables capas de complejidad donde hay factores económicos, sociales, políticos, culturales, y que entre todos van tejiendo esa trama que convierte a un espacio en un verdadero espacio público para el uso de la sociedad.
Antonietti: El espacio público es también un espacio de flujos, muy dinámico, muy cambiante, no se puede pensar que cuando se termina un proyecto va a quedar así para siempre, sino que hay que ir actualizándolo, modificándolo, porque va cambiando el entorno inmediato del cual se nutre. Entonces, el espacio público es lo que nos demuestra constantemente lo que está pasando a nivel social.
El mobiliario en el espacio público es uno de los aspectos centrales a tener en cuenta en las intervenciones que se realicen: Foto: Unidiversidad
Egües: Si un espacio público está bien cuidado, eso habla de una sociedad sana; si está en malas condiciones, uno puede entender que hay problemas sociales, económicos. El espacio público se convierte en reflejo de una sociedad a la que sirve y eso es muy interesante, porque muchas ciudades del mundo han regenerado sus comunidades, sus barrios, a partir de la reconstrucción y recuperación de los espacios públicos, y eso es un potencial muy grande que tiene el diseño del espacio público y una responsabilidad inmensa.
Antonietti: En el artículo que generó este debate aparece el concepto de “otredades”, tomado del libro Heterotopías, de Michel Foucault, que plantea que no existe una utopía de la ciudad, es decir, es una heterogeneidad de personas que vivimos en nuestro propio mundo. El tema del espacio público es justamente pensar como logro, como meta, como objetivo, que no lo pensemos como un espacio ajeno, del otro, sino de todos, es decir, si nosotros podemos incentivar que las personas entiendan que cuando salen a la vereda es de ellos y tampoco es de ellos, eso va a hacer que haya un espacio público más seguro, más limpio.
Para Egües, la "arquitectura hostil" implica una gran contradicción, porque asegura que el diseño busca humanizar el espacio y no deshumanizarlo. Foto: Unidiversidad
¿Cuál es su visión sobre este tipo de diseño urbano al que se llama “arquitectura hostil”?
Egües: Creo que es una contradicción muy grande, porque, en realidad, todas las ciudades tienden a humanizar el espacio público y no a deshumanizarlo. Sin embargo, hemos visto varios artículos y nos parece interesante el debate, porque creo que tiene que ver con diferentes miradas sobre distintas soluciones que, para algunos diseñadores, tal vez son alternativas adecuadas, pero, llevadas a la realidad, encuentran esta hostilidad en su apropiación o en su uso. Nos pareció interesante que haya otras miradas sobre el espacio público, porque es tan complejo, hay tantos actores involucrados y hay tantas perspectivas posibles para abordar que el hecho de que algunas personas consideren ciertas piezas de mobiliario como hostiles, cuando nosotros las veíamos como piezas de diseño que tal vez podían ser una buena solución, es descubrir que cómo se siente depende de quien mire o quien use. En el espacio público, hay que ser muy receptivo porque tiene que ser para todos, tenemos que tener apertura y escucha permanente para entender otras posturas, otras miradas, porque, tal vez, algo que para nosotros o un diseñador era válido para un espacio no lo es para un usuario.
Antonietti: Hay varias aristas interesantes para analizar a partir de la nota, como los materiales o el mobiliario que se utilizan y cómo se usan, porque, por ejemplo, las piezas de mobiliario que aparecen en la nota no fueron pensadas para esas hostilidades que después son agregadas: las originales no tienen esos barrales o esas barandas para que la gente no se acueste, que buscan incomodar a la gente y que demuestra otras cosas, como problemas sociales, barreras sociales, porque esta pequeña barrera está demostrando que hay alguien que no quiere que una persona en situación de calle lo apropie y lo utilice a su manera.
El espacio público es ese ámbito que no es de nadie, pero que al mismo tiempo es de toda la comunidad. Foto: Unidiversidad
Abrir el juego a la comunidad
¿Cuál es la mejor forma de intervenir en el espacio público? ¿Quiénes deben decidir qué se hace, cómo se hace y hasta qué mobiliario se utiliza, entre otros aspectos?
Egües: Nosotros impulsamos fuertemente, desde la diplomatura y en nuestros espacios de trabajo, que la mejor manera de abordarlo es a través de procesos participativos de diseño, porque eso permite que haya múltiples miradas involucradas, que tal vez el diseñador no puede ver o considerar. Por eso, creemos que la mejor manera es abrir el juego a la comunidad, que es la que va a utilizar ese espacio público: que pueda opinar, tomar decisiones, que puedan ser actores activos en ese proceso de diseño. ¿Es fácil? No, no es fácil. Son procesos complejos, largos, a veces trabados, donde tiene que haber una apertura muy particular y donde los diseñadores tenemos que aprender a escuchar, a considerar otras opiniones, otras miradas. La multidisciplinariedad en los procesos es muy enriquecedora.
Antonietti: Hay que intentar, aunque no se puede siempre, ver la forma, cuando hacemos un espacio público, de tratar de involucrar a todos los actores. No se puede siempre, pero, en la medida en la que uno amplía el espectro, es factible que ese espacio garantice confort y un nivel de seguridad a los usuarios.
Egües: El objetivo que persigue cualquiera que trabaja en espacio público es lograr que la gente se encuentre, utilice ese espacio y se lo apropie, no separar y no segregar, sino todo lo contrario.
Antonietti cree que es indispensable una apertura de la comunidad ante iniciativas de intervención del espacio público: Foto: Unidiversidad
La complejidad del espacio común
En la nota de Télam se plantea que este tipo de diseño hostil privilegia el individualismo y la privatización de ese espacio común, que expulsa a algunos grupos. ¿Creen que existe un objetivo de hacer un diseño urbano hostil?
Egües: Creo que no, sí puede suceder que en algunos casos se busque desalentar algún uso indebido y eso provoca el desplazamiento de algún grupo minoritario de un espacio público. Por ejemplo, nos ha pasado con las plazas que se cerraron en los últimos años, donde se ha evitado que se utilicen para diferentes actividades que son ilegales: lo que eso provoca es ir corriendo esas actividades hacia otras periferias, hacia otros espacios, y eso se podría sentir como hostil para ese grupo, pero también se está priorizando a un grupo mayoritario que quiere usar la plaza de manera segura y que quiere apropiarse de esa plaza de manera segura. No sé si hay una intencionalidad de provocar hostilidad para cualquiera, creo que sí puede ser que haya un direccionamiento hacia un grupo en particular, porque está haciendo un mal uso del espacio público. En la nota se menciona, por ejemplo, que hay zonas donde no se puede ejercer más la prostitución, pero esas zonas tal vez se ganaron para otros grupos que quieren usar el espacio de manera legal y segura, entonces es todo un debate. Cuando lo presentamos a los alumnos, provocó mucho debate y eso está buenísimo porque eso tiene que ver con opiniones y miradas.
Antonietti: También hay que entender que en el espacio público hay una tensión constante entre todos los actores que participan. Pasa, por ejemplo, con un mantero que ocupa un espacio en la calle: está privatizando de alguna manera ese lugar para su uso, para hacer una actividad que necesita para sobrevivir; si pudiera tener un local, tal vez lo abriría, pero no puede.
La apropiación del espacio público por parte del comunidad es, de acuerdo a la visión de ambos profesionales, el objetivo de cualquier intervención. Foto: Unidiversidad
Egües: Uno puede ver también a ese mantero como que está enriqueciendo el espacio público, dándole una capa más de complejidad y permitiendo que haya otro tipo de uso. Entonces, depende de dónde nos paremos y desde dónde lo miremos. No hay correcto e incorrecto, tiene que ver con cada espacio en particular y qué necesita la comunidad, no qué necesita el diseñador, no qué necesita el Estado, no qué necesita el que está invirtiendo en el espacio público, sino el que lo va a usar y de acuerdo a eso el mantero es correcto, es adecuado, es algo que necesitan, porque, por ahí, su presencial hace que sea mucho más seguro ese espacio público; o no, provoca lo contrario. Por eso, cada caso es muy particular y creo que la mejor manera de pensarlo es mirando hacia la comunidad que lo va a aprovechar.
Ustedes aseguran que la mejor forma de intervenir en esos espacios es a través de la participación comunitaria. ¿Esos procesos se dan en Mendoza?
Egües: Ha habido intenciones de procesos participativos, porque, además, es importante que participen en todo el proceso de diseño del espacio, no solo en una consulta inicial o final.
Antonietti: Hay procesos, aunque por ahí no son los que se pregonan desde la academia o desde la práctica social. Hay participación, hay consultas a las uniones vecinales, pero normalmente no se hace un proceso más largo que invite a la comunidad a la apropiación de esos espacios. Se hacen encuestas, consultas, pero hay procesos participativos mucho más largos, que son los que vemos en la diplomatura y que son un poco más enriquecedores.
Egües: La idea de la diplomatura es incentivar a las personas que trabajan en espacios públicos para que empiecen a incorporar prácticas que son muy conocidas en muchas ciudades del mundo, y que tienen que ver con aprender cómo llevar adelante estos procesos participativos. En la diplomatura hacemos foco en cómo diseñar estas herramientas para llegar a la comunidad de manera efectiva. También es importante entender que ese proceso tiene que terminar con un resultado claro, tiene que llevar a conclusiones posibles de ser ejecutadas; si no, es un proceso perdido. Entonces, todo eso involucra formación, información, otra predisposición de trabajo, no solamente sentarse a diseñar, sino abrirse, aprender a escuchar, a incorporar, a ver de otra manera.
El arquitecto dijo que en el espacio público existe una tensión constante entre quienes participan de algún modo en ese ámbito. Foto: Unidiversidad
Un espacio en permanente cambio
¿Se puede volver atrás cuando el diseño de un espacio o el mobiliario se siente de algún modo hostil o poco apropiado para una comunidad?
Egües: Se necesita apertura de quien va a recibir esa crítica y que pueda revisar ese diseño que había propuesto, pero me parece que la capacidad de dinamismo que tiene el espacio público es muy interesante; además, normalmente es una obra que uno suelta y que la gente, a partir de ahí se apropia y que uno va cambiando, modificando con el uso. Muchas veces, lo que uno pensó que se iba a usar de una manera se usa de otra; por eso, la observación de quienes trabajamos en espacio público es fundamental a través de ver cómo la gente se apropia de una cosa. Lo hacemos mucho en la diplomatura: trabajamos con pequeñas intervenciones que provocan alguna situación particular en el espacio público y los estudiantes ven la reacción de las personas, si es como esperaban o diferente, y a partir de ahí cambia el diseño.
Antonietti: Para dar un ejemplo de Mendoza, una problemática icónica fue la ciclovía en la Juan B. Justo, que fue polémica: se hizo, se sacó, se pintó y se ubicó en otro lugar y listo. Eso también depende de cómo se interviene el espacio público.
Egües: En ese sentido, en la diplomatura hacemos mucho hincapié sobre ciertas prácticas que tienen que ver con el urbanismo táctico y con el placemaking, que se usa en diferentes ciudades del mundo, y que tienen que ver con intervenciones efímeras, rápidas, de bajísimo costo, pero de inmenso impacto, que permiten testear antes de hacer una inversión de gran valor en un espacio público, lo que permite ahorrar dinero y trabajar más cerca de la comunidad. Cuando uno trabaja en espacios públicos tiene una responsabilidad mayor, porque esas inversiones tienen que ver con el aporte de todos los ciudadanos. Por eso, incentivamos mucho desde la diplomatura empezar a incorporar estos procesos que tiene que ver con testear a bajo costo, con intervenciones efímeras, para después poder decidir y hacer la intervención de gran presupuesto. Esa puede ser una manera de empezar a interpretar y no gastar dinero innecesariamente, porque la inversión es de millones de pesos. Entonces, el volver atrás tiene un costo grande.
Antonietti: Por esto es importante que la ciudadanía se comprometa a participar, porque muchas veces escuchamos críticas sin conocer qué se está haciendo, muchas veces hay un problema de comunicación y a veces hay falta de compromiso en participar; muchas veces a las audiencias públicas van dos personas.
Egües: No tenemos la gimnasia de participar en estos procesos, y tal vez no son los más adecuados, porque por algo después se involucran cuando ven la obra ejecutada. Entonces, tal vez la herramienta, la manera en que se está haciendo a través de audiencias, no sea la mejor forma. Creo que fallamos en la comunicación, porque si las personas estuviesen informadas adecuadamente, la reacción probablemente sería distinta. Todos los que trabajamos en espacios públicos tenemos que buscar otras maneras de llegar a la población y de involucrarnos.
Antonietti: Creo que otro aspecto a tener en cuenta es que la sociedad tiene que ser flexible al cambio. Pensemos que cuando Civit (Emilio, exgobernador de Mendoza) trajo a Thays (Carlos) y Coni (Emilio) para sanear Mendoza, había una crítica feroz, incluso de los medios de comunicación, que atacaron a Thays, que hizo los grandes parques del país, que fue atacado por el Parque San Martín, que antes se llamaba Parque del Oeste. Entonces, las ciclovías y muchos espacios son resistidos y la comunidad tiene que estar un poquito más abierta, porque tenemos que entender que Mendoza es un desierto y que todo lo que está hecho es mano del hombre, por lo que ese cambio y evolución constantes requieren que entendamos nuestro pasado para ir a un futuro mejor.
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