La pandemia como mensajera de la vuelta al estado primitivo
Esa fue la visión del filósofo español José Luis Villacañas Berlanga. Participó en el Congreso Internacional de Filosofía “Pensar el Presente”, que organizó la UNCUYO.
El profesor dijo que la pandemia muestra la amenaza del regreso a la lucha darwinista, en la que se impondrá el más fuerte. Foto: Pixabay/Laurente Rouault
La pandemia es el heraldo de una amenaza, de lo que puede ocurrir: un futuro de involución, de vuelta a la barbarie primitiva, a la supervivencia del más fuerte. Es la mensajera de las consecuencias del pasado que llevaron a la humanidad a este presente, un aviso al ser humano de que, si no cambia el rumbo, si lleva al límite su idea de ser el centro del universo, no solo pondrá en peligro su propia existencia en la tierra sino que afectará la evolución de la historia de la vida.
Esta fue la visión que compartió sobre el momento actual el filósofo español José Luis Villacañas Berlanga durante el Congreso Internacional de Filosofía “Pensar el Presente”, que organizó y realizó en forma virtual la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCUYO.
El profesor de la Universidad Complutense de Madrid fue una de las personas que, desde distintas disciplinas, aportaron su mirada sobre el presente, pero sin perder de vista la revisión del pasado y la mirada a futuro, con la idea central de contribuir al cuidado de lo humano.
La pandemia como condición
El filósofo planteó que la irrupción de lo humano fue desde el principio una alteración de la historia de la vida, en la medida en que sobrevivió un animal que desde el punto de vista orgánico tenía pocas posibilidades de lograrlo. Ahora, expresó, luego de más de dos millones y medio de años de la historia del hombre, comenzamos a darnos cuenta de que la conservación de una especie comparativamente improbable con el resto tiene como consecuencia hacer improbable la vida de las demás especies sobre la tierra.
Esta comprobación, comentó, aproxima la idea de pandemia como una condición existencial de la historia presente de lo humano en la tierra. Resaltó que, si bien el significado original de “pandemos” alude a un fenómeno que afecta a un grupo, que ahora el concepto se haya concentrado en la enfermedad sugiere que lo único verdaderamente democrático que afecta a la humanidad es la vida en su precariedad, en su peligrosidad, en su finitud, en su fragilidad.
“La pandemia muestra que resulta improbable, casi imposible, que el ser humano monopolice la vida en la tierra amenazando a todas las especies, sobre todo a los animales salvajes, sin que tenga que prepararse para un combate a muerte en el que se jugará la autoconservación con aquellos virus que, liberados de sus alojadores ancestrales, buscarán anfitriones exclusivos en el ser humano”, expresó.
El profesor destacó que lo realmente histórico, lo que identifica al presente, es que un concepto ("pandemos") que hacía referencia a un grupo humano concreto, a una ciudad, a una tribu, haya alcanzado una dimensión universal, ya que aseguró que es el primer virus que afecta a toda la humanidad. COVID-19 es un nombre, indicó, cosmopolita, de validez universal, que alude a la condición temporal del ser humano y se identifica con la fecha de aparición.
El profesor expuso en el Congreso "Pensar el presente", organizado por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCUYO
Volver a la lógica darwinista
El filósofo planteó que la pandemia es el heraldo que trae el aviso de un futuro incierto, que permite comprender el presente como la consecuencia de las acciones pasadas, de los errores pasados. “La pandemia es el heraldo que hace de la tierra un símbolo de esterilidad, que nos recuerda que cuando todo se concentra en el ser humano, la vida no puede sino peligrar. Esta es la paradoja de la condición humana: mientras más solos estemos entre los seres vivos, más en peligro estamos”, fueron sus palabras.
El profesor dijo que el mensaje tiene algo de siniestro, de regresivo, porque advierte la posibilidad de que la humanidad regrese a estrategias darwinistas, con las que solo sobrevivirá el más fuerte.
Frente a esta posibilidad, el filósofo expresó que lo específico de las formas evolutivas de la vida del ser humano fue justamente que neutralizó el darwinismo. Explicó que la humanidad encontró formas comunitarias de representarse simbólica y culturalmente y una serie de estrategias de configuración de grupo, de delegación y responsabilidad que posibilitaron y aseguraron la existencia del débil, del anciano, del enfermo. Si eso no sucede, aseguró, se producirá un orden, pero será un orden que ya no podrá llamarse humano, sino producido con herramientas involutivas, que implicarán una reedición de la biologización, ahora atravesada por herramientas económicas, sociales y políticas.
Esa vuelta al estado primitivo, aseguró Villacañas Berlanga, no tendrá elementos de supremacía racial, sino que ahora la lucha se definirá con las armas del capitalismo y el liberalismo: lo importante será el capital humano –no el ser humano como tal–, la posibilidad de producir, de lograr éxito, de tener cuenta corriente, de adaptarse a las reglas impuestas.
“Hay países pobres y ricos unidos por la explotación, ricos y pobres en los países solo unidos por el odio que se pueden tener, mujeres pobres, ancianos, débiles de cuerpo o enfermos de alma, todos son introducidos en un torbellino neoliberal que puede ejercer el darwinismo, porque nunca se necesitó autoconciencia. Serán los supervivientes los que ganen y tendrán que obedecer esta nueva lógica sin límites, eternizando la condición pandémica, la eterna lucha”, expresó.
El profesor marcó algunas de las realidades actuales que son el caldo de cultivo de esa involución: vidas precarias que no interpelan, porque viven en condiciones que las hacen invisibles respecto de las exigencias normativas de reconocimiento; países ricos que vacunan a toda su población mientras otros no recibieron ni una dosis, concentración de la producción y de las patentes de las vacunas, sin que prime un proyecto común ideado con base en el concepto central de cuidar la vida.
La difusa línea entre miedo y terror
Frente a este presente complejo, el profesor diferenció los sentimientos de miedo y terror y las consecuencias que cada uno puede producir en las sociedades. Dijo que el miedo no impide la deliberación, en cierto modo la reclama y tiene la capacidad de configurar una estructura comunitaria. En cambio, expresó que el terror paraliza al ser humano en todas las dimensiones intelectuales y morales.
“Estamos en sociedades en las que la línea entre el miedo y el terror se está volviendo difusa. El terror es afín a las soluciones individuales, al sálvese quien pueda, a las respuestas expulsionales, y es el caldo de cultivo para que las bases comunitarias mínimas que requieren las instituciones democráticas estallen por los aires”, aseguró.
El filósofo dejó en claro que el terror genera respuestas violentas que soportan formas de autoritarismo y que es en ese punto en el que la humanidad debe reflexionar y decidir qué camino seguirá.
“Donde se dan las consecuencias más funestas de la desigualdad producidas por estrategias neoliberales se producen procesos políticos que reclaman autoritarismos; lo hemos visto en Estados Unidos con Trump y en Brasil con Bolsonaro. Esto está mediado por sociedades que han pasado el umbral de miedo con su capacidad de responder y de generar esperanza, a otras sociedades con poblaciones aterrorizadas que están en condiciones de generar una medida violenta como forma de protección. Para superar una guerra de todos contra todos, debemos tener mucho cuidado del camino que emprendemos frente a una amenaza que puede propiciar salidas que sean más peligrosas que aquellas de las que queremos librarnos”, dijo.
La esperanza como forma de movilización
Frente a la posibilidad de este futuro amenazante, el filósofo planteó la idea de esperanza como forma de movilización. Sin embargo, subrayó la importancia de hacerlo sobre la revisión del pasado, ya que, según su análisis, las democracias liberales fallaron en su intento de incorporar la noción de justicia en sus agendas jurídicas, constitucionales y políticas, ya que, aseguró, no lograron pasar de una discusión intelectual a estrategias universales de legislación.
“El derecho a la esperanza es posiblemente el más importante remedio contra las estructuras de la vida precaria, que es una vida sin esperanza. Para poder traducir esa esperanza a estrategias políticas e institucionales, se requiere una voluntad y una capacidad de los pueblos de generar energías políticas en ese sentido. No se puede llevar una praxis política abierta a un futuro de la esperanza si no reflexionamos sobre el pasado, y esta es una tarea fundamental de la academia: asegurar las aspiraciones de futuro desde la reflexión seria y solvente sobre los diagnósticos, los errores y límites del pasado”, sostuvo.
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