La organización en los barrios, la semilla que hizo posible el Mendozazo
Antes, durante y después de las masivas movilizaciones de abril del 72, las barriadas fueron lugares clave. Para entender qué clima se vivía en ese momento buscamos protagonistas del Mendozazo y la palabra de investigadoras que estudiaron las experiencias organizativas de los barrios San Martín y Virgen del Valle.
Quema de trolebuses / Foto: Wikipedia
Cincuenta años han pasado de aquel abril rebelde que protagonizó nuestra provincia y que hoy conocemos como el “Mendozazo”. Cómo lo vivieron las personas que tomaron las calles esos días, qué pasaba los días anteriores al estallido y qué ocurría en los barrios de la provincia durante los 70 son parte de las preguntas que nos hicimos; para dar con las respuestas, buscamos a protagonistas de aquella revuelta.
En el imaginario social, Mendoza es una provincia tranquila, en la que "no pasa nada", típicamente “siestera”. Para la sorpresa de muchos y muchas, el antecedente al Mendozazo marca que hubo una gran movilización el día domingo 2 de abril a las 10 de la mañana.
Recordemos que el “azo” mendocino explotó los días 4 y 5 de abril de 1972 a raíz del tarifazo del 300 % en la luz, anunciado por el gobierno nacional –en ese momento, el presidente de facto era Lanusse–. A través de las coordinadoras departamentales “No pague la luz” y de las uniones vecinales, miles de mendocinas y mendocinos se organizaron y salieron a manifestar la bronca por las duras condiciones de vida a las que el gobierno dictatorial los empujaba.
Como explicaron en la Hidra de mil cabezas, el Mendozazo fue un movimiento social de protesta que sucedió durante el gobierno de facto de Francisco Gabrielli. En la revuelta popular del 72, se destacó, además, el contexto de radicalización política y social. Por ejemplo, la revolución cubana había inspirado formas anticapitalistas de organización en nuestro país y provincia.
Unidiversidad dialogó con Avelino Domínguez, ex-preso político, protagonista del Mendozazo y que militó en la década del 70 en el Movimiento Socialista de Base, organización que después se integró al PRT-ERP. Recordó que ya en los días previos al Mendozazo había un clima de convulsión social. “Parece que el clima venía candente: había mucha movilización, conflicto docente, contratistas, los mineros de las fábricas, sobre todo donde son más numerosos, en las fábricas de cemento”, aseguró.
Ese fin de semana, la organización en la que militaba celebraba un congreso fundacional, pero, al enterarse de la marcha, él y dos integrantes más asistieron a modo de delegación: “Muy combativa la manifestación, con consignas fuertes. A duras penas, quienes dirigieron lograron que no pasaran por Agua y Energía, porque iba a haber lío”, recordó.
Foto: archivo
Al finalizar, la CGT convocó a un paro para el martes 4 de abril, pero apenas de dos horas. “Ahí había una trampita: si era de 10 a 12 –porque paro activo era de 10 de la mañana hasta el otro día–, era para que se quedaran en los establecimientos y volvieran al trabajo a las 12”, amplió Domínguez.
En el pensamiento del entrevistado, ese accionar nos ayuda a pensar el lugar de la autoorganización de las personas desde sus barrios. “Un ingrediente del Mendozazo es que la gente se organiza a través de las uniones vecinales porque los partidos y los sindicatos no estaban a la altura de esas circunstancias. La gente encontró en ellas el ámbito más ágil, más democrático para tomar las decisiones”, continuó.
Del barrio en Maipú a Casa de Gobierno
En aquel momento, Avelino Domínguez era miembro de la Unión Vecinal de un pequeño barrio de Maipú llamado Villa Francisco. Si bien decidieron participar de la convocatoria de la CGT –a través de una asamblea–, lo cierto es que Maipú aún no recibía la notificación del aumento de la luz, es decir, no contaba con una coordinadora departamental. Por ese motivo, buscaron construir otro tipo de articulaciones con algunas zonas cercanas, como Luzuriaga, Gutiérrez y Soeva.
El resultado de ese encuentro diverso fue una gigante movilización: una columna de 7000 personas bajó al centro de Mendoza en camiones y camionetas.
Foto: archivo
Las y los manifestantes escogieron las piedras como elemento de respuesta y defensa a la brutal represión policial, que incluyó armas de fuego, camiones hidrantes y gases lacrimógenos. Para dimensionar esa represión, Domínguez amplió: “Se calcula que 2000 granadas de gases lacrimógenos”.
Sin embargo, la gente estuvo decidida a responder. Por ejemplo, patrulleros y jeeps fueron convertidos en antorchas, continuó Domínguez. También los camiones blindados de la policía fueron tomados por la multitud. “El blindado era un transporte de tropa, un camión Ford 300, mediano, y –como a todos los vehículos oficiales– lo dábamos vuelta y lo prendíamos fuego”.
La bronca popular, en ese contexto, ya deslegitimaba a la CGT. “'Estamos acá para pedirle (….)', dice el secretario general dirigiéndose al gobernador. La multitud lo interrumpe y grita: '¡Para exigirle, para exigirle!'”, ilustró Domínguez. Otros coros también sonaron al unísono ese día. Por ejemplo, “Ya era hora, ya era hora” cuando la CGT le advirtió a Gabrielli de un paro activo.
Foto: archivo/gentileza
Barrios organizados
Como ya se dijo, los barrios, las uniones vecinales, las coordinadoras departamentales y las asambleas fueron formas extendidas de organización durante los 70. Esas expresiones no fueron aisladas, sino que ya se venían construyendo. Desde esa perspectiva, las experiencias nos aportan información para comprender el carácter radicalizado del Mendozazo. Por esa razón, Unidiversidad dialogó con las investigadoras Milagros Molina Guiñazú y Natalia Baraldo, que han indagado en la construcción de dos barrios con historias interesantes en nuestra provincia: el San Martín y el Virgen del Valle.
La década del 70 estuvo caracterizada por un intenso proceso de politización que se tradujo en el auge de organizaciones políticas armadas, en la extensión de la influencia social de los Sacerdotes para el Tercer Mundo, en la consolidación de sindicatos clasistas y combativos, y en una militancia universitaria y juvenil combativa. De alguna manera, todo esto confluyó en los dos barrios mencionados.
Por ejemplo, en el Barrio San Martín, se destacaron José María Llorens y Humberto Mardones, introdujo Molina Guiñazú. El primero, un cura integrante del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. El segundo, de origen chileno, traía consigo la experiencia de las tomas de terrenos en su país. Ellos dos fueron importantísimos para la construcción del barrio. Los y las vecinas, por su parte, eran desechados por el gobierno provincial en una suerte de "objetos-basura" conforme avanzaba el "embellecimiento" de la ciudad, continuó explicando la docente de la UNCUYO.
En ese contexto, Mardones influyó sobre las vecinas y vecinos en hacer valer el derecho a tener una vida digna. “Él es el que llega y dice: ‘Bueno, yo me voy a hacer una casa de bloques por el derecho a vivir como la gente’”, ilustró Molina Guiñazú. Esa reivindicación fue un puntapié fundamental para poner en funcionamiento la Cooperativa Integral (fundada en 1959), a través de la cual motorizaron sus reclamos y organización.
Las primeras acciones del barrio se dan por fuera y en contra del Estado, amplió la investigadora. Por ejemplo, una primera acción simbólica –que dejó un profundo aprendizaje– fue instalar los servicios básicos: “La primera acción es comprar un caño: le hicieron un agujero al acueducto y llevaron agua al barrio”.
Por su parte, el Virgen del Valle nació el 4 de enero de 1970 a partir de una tragedia: un aluvión arrasó con un asentamiento muy precario y dejó como saldo 12 muertes, explicó Baraldo. No obstante, la tragedia dio paso a una interesante experiencia organizativa en la que se destacó el cura párroco Edgar Tarico, otro integrante de los Sacerdotes para el Tercer Mundo. Una vez socorridos, “empieza una incipiente organización, sobre todo en torno al problema de la vivienda y, concretamente, los terrenos: dónde construir vivienda”, continuó la becaria postdoctoral del Conicet.
Rechazaron las ofertas del gobierno porque “tenían la firme decisión de no volver a formar una villa miseria”, e insistían en construir y vivir en los alrededores de la capilla Virgen del Valle y del Hospital Lencinas. De esa forma, la organización se fue fortaleciendo. Por ejemplo, contó la investigadora, en una visita del presidente de facto –Onganía– a Mendoza, en la que recorrió distintos barrios de la provincia –incluida la zona Villa del Parque–, organizaron una protesta exigiendo viviendas y terrenos. “Fue para ellos y ellas un hito importante”, acentuó Baraldo.
En los dos barrios se destacaron la solidaridad y la articulación con distintos actores. Por ejemplo, en el Barrio San Martín, estudiantes universitarios iban por un mes a vivir en el barrio en el marco de los Campamentos Universitarios de Trabajo. “Era un curso intensivo de vivir en el barrio, de formación”, recordó Molina Guiñazú. El Virgen del Valle, por su parte, recibió donaciones de distintos sectores después del aluvión: “Inclusive llegó una donación del sindicato Luz y Fuerza Córdoba”, ilustró Baraldo.
Ambas investigadoras destacaron la coordinación y el apoyo entre los barrios, canalizada a través de la “interbarrial”. Baraldo compartió que, en 1971 –luego de otro aluvión–, tanto el Barrio San Martín como el Virgen del Valle, junto al Barrio Flores, “bajan al centro recorriendo el itinerario vendimial con un carro destartalado”.
Ambos barrios participaron de las movilizaciones populares del 4 y 5 de abril. Vecinas y vecinos del San Martín bajaron al centro con velas: "Fue una columna muy grande que se encabezó desde el barrio y a la que se fueron sumando otros barrios”, agregó Molina Guiñazú, mientras que el Virgen del Valle asistió en coordinación con otros barrios, como La Gloria. “Los relatos que yo pude recoger hablan de sus participaciones en enfrentamientos concretos, tanto de las vecinas y vecinos como de jóvenes estudiantes o asistentes sociales que tenían su militancia en el Virgen del Valle”, concluyó Baraldo.
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