La industria textil dice que el 50 % del valor de la ropa corresponde a impuestos

Desde la Fundación Pro-Tejer advierten que los fabricantes solamente se llevan algo más del 8 % del valor final de una prenda. El resto, además de tributos, se distribuye entre pagar el alquiler de los locales y los costos financieros de sostener las ofertas y las cuotas.

La industria textil dice que el 50 % del valor de la ropa corresponde a impuestos

Foto ilustrativa tomada de lacapital.com.ar

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Unidiversidad / Fuente: iprofesional.com

Publicado el 26 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Al estilo de otros sectores, como el de los combustibles y los cigarrillos, el de la indumentaria también señala a la presión tributaria como la gran "culpable" de los altos precios que se deben pagar en la Argentina por ropa o calzado.

Según un informe distribuido por la industria de la indumentaria local, que publica el sitio iprofesional.com, el 50,3 % del valor de una prenda de vestir, por ejemplo, un jean, corresponde a impuestos y solamente el 8,5 % se lo llevan los fabricantes. En el medio, existe otro 12,7 % que se usa para el pago del alquiler del local; el 12,2 % se gasta en comisiones bancarias; el 9,5 %, en logística y comercialización; el 4,8 %, en rentabilidad de la marca, y el 2,5 %, en publicidad y diseño.

El trabajo, elaborado por la Fundación Pro-Tejer, busca desmitificar la creencia popular de que la culpa de que en el país la ropa sea cara la tiene la industria. El documento asegura que esto se debe a que la percepción pública toma como referencia el precio de la ropa de marca comercializada en los shoppings, tanto de etiquetas nacionales como importadas y que son, lógicamente, las más caras. Esto, a pesar de que existe ropa muy barata, barata, con precios normales y muy cara.

Según los ejecutivos de Pro-Tejer, el mayor responsable de los altos costos es el Estado o a través del menú de impuestos que paga la cadena de valor del sector.

El informe señala que la mitad del precio de una prenda se distribuye entre tributos que inciden en las distintas etapas de producción y comercialización. Se contemplan el IVA; Ingresos Brutos; Ganancias; a los Débitos y Créditos bancarios; Rentas provinciales; Seguridad e Higiene y otras tasas municipales. Se incluye, además, lo que recauda el Estado en aportes y contribuciones a la seguridad social.

“La industria textil no tiene la culpa, no es parte del problema sino de la solución”, asegura Jorge Sorabilla, presidente de la Fundación Pro-Tejer que por estos días realiza su convención anual ProTextil. Para el ejecutivo, además de la carga tributaria, también pesan fuerte la renta inmobiliaria o pago del alquiler, el costo financiero de sostener los descuentos y las cuotas, pero le apunta directamente al Estado como “culpable” de la falta de competitividad de la indumentaria argentina con la importada. 

De hecho, cuestiona la apertura comercial como mecanismo de disciplinamiento de precios internos. “La importación agrava el problema, genera desocupación y caída de ingresos a las economías regionales”, agrega Sorabilla.

Otro de los aspectos cuestionados se refiere a las promociones bancarias. “Distorsionan el precio y terminan siendo solventadas por la industria porque los costos financieros se trasladan al precio”, advierte Ariel Schale, economista y director Ejecutivo de Pro-Tejer, en referencia, por ejemplo, al 3 % de comisión que cobran las tarjetas de crédito por el uso del posnet y al 10 % que perciben como adelanto de la recaudación sobre el valor del recibo. “Lo que está en juego es la caja negra de la no competitividad de la economía argentina en su capítulo fiscal”, argumenta, a su turno, Sorabilla.

Como propuesta, Pro-Tejer pide reducción de cargas impositivas y hace referencia a un proyecto de ley enviado al Congreso para bajar a la mitad el costo laboral para incentivar un blanqueo de trabajadores en un sector en el cual es frecuente la informalidad laboral.

Se trata de una iniciativa que esperan incida en una industria que emplea a 400 000 personas, de las cuales cerca de la mitad está en negro, que tiene un volumen en caída de 400 000 toneladas anuales y que el año pasado se redujo en el 25 % en su nivel de actividad debido al derrumbe del consumo, más que a las mayores importaciones.

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