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26 DE DICIEMBRE DE 2024
Por Roberto Follari, epistemólogo, docente y doctor en Psicología.
Macri nunca respondió a finalidades partidarias que lo trasciendan; así, salió a hablar de la deuda días antes de las elecciones. Error absoluto, obviamente, pues perjudica a toda la alianza Juntos por el Cambio (en sus diversos nombres). La extraña confesión de que el dinero pedido al Fondo Monetario fue a dar a los bancos –al margen de que quizá le traiga avatares judiciales- viene como anillo al dedo para recordar a los argentinos el problema más grande que tiene el país: los pagos externos que hay que hacer, en base a dinero pedido por el gobierno macrista.
Para 2022, son “apenas” 22.000 millones de dólares. No hay cómo pagar eso, es obvio. Lo que dijo Vidal, de que pagaría pidiendo prestado más dinero, no sólo es apagar fuego con nafta, sino que es imposible: fueron al FMI porque nadie les prestaba. La idea de MM de que “todo se arregla presentando un buen plan”, oculta que tal plan sería un ajuste brutal, que quitaría dinero para salud –las vacunas, los respiradores y el personal para la Covid no salieron gratis al Estado-, no dejaría casi nada para educación (con los cual sólo se educarían los que tienen dinero para pagar escuelas privadas), nada para subsidiar tarifas –el boleto de micro se iría al triple, la luz o el gas también-, toda una maravilla. Pero no es que el FMI va a dejar de cobrarnos si un gobierno obedece esas reglas: simplemente, quiere que hagamos el ajuste mientras se les paga. De modo que lo dicho por el ex presidente no arregla una coma en el tremendo desfiladero en que ha dejado al país, tras la toma irresponsable de créditos privados, más el enorme del Fondo Monetario (que era de 54 mil millones, pero el gobierno actual disminuyó a 46 mil, al no aceptar los últimos 8 mil millones, que por supuesto había que devolver luego con intereses).
El final de campaña se ha ensuciado bastante. Son extraños los carteles que, poniendo el logo del Frente de Todos, llaman a “seguir con la corrupción” y parecidas leyendas, pegados en las calles de Capital Federal. Se utiliza un caso de inseguridad para jaquear al gobierno de Kicillof, como si en tiempos del macrismo los delitos hubieran disminuido, como si en nombre de la lucha contra el narcotráfico no hubiera habido narcos en su gobierno (recordar a Varisco, intendente de Paraná), o como si en nombre de esa lucha no se hubiera hecho acciones de espionaje ilegal que, en vez de enfrentar al narcotráfico o al terrorismo, enfrentaban a modestas tribus mapuches o a alguna organización política opositora, como sucedió con D Alessio. Se libera súbitamente a José López bajándole la caución monetaria para hacer ruido mediático, pero se oculta que Pepín Rodríguez Simón está prófugo en el extranjero, que Macri fue a declarar sólo en su tercer citación, o que Stornelli eludió ocho veces la convocatoria judicial (y sigue como fiscal!!).
Igual, hay un sector de la población que nada registra que no sea el ataque al kirchnerismo, llevado mediáticamente a condición de perverso. Tal satanización inmuniza contra todo: no importa que en la provincia aumente el agua o se discuta la licitación para cuidado del parque, aquí estamos bajo impermeable. Tanto, que en una provincia que lanzó públicamente el “cordobesismo” para distinguirse del resto del país se finge escándalo cuando el presidente –en reunión privada, no ante periodistas- dice que hay que integrar Córdoba al resto de la Nación. Gran ruido que no existió cuando, por ej., toda la plana mayor de la policía cordobesa fue descubierta como participante del narcotráfico. Eso no es problema. Y aquí en la provincia se hace eco de la supuesta discriminación a provincias como la mediterránea y Mendoza… justo por parte de quienes plantearon que hay que separar a Mendoza de la Argentina!! Se declaran ajenos al país, y luego protestan por no ser considerados suficientemente nacionales.
En fin, de qué sirve mostrar las inconsistencias lógicas: son las derechas las que tienen los medios hegemónicos, y el problema del secuestro de la democracia por esos medios trasciende por lejos las condiciones de la actual elección. Pero esta queda incluida en las generales de la ley: mientras no se rescate la palabra pública de su asedio y deformación permanente por unos pocos Dueños Generales del Decir, la democracia será palabra vana, pues nadie elige a los dueños de los medios, pero ellos son los que deciden qué piensa y qué vota un sector nada menor de los argentinos.
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