La hora de la ciencia

Tulio del Bono, ex secretario de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación, dio una charla en la UTN sobre la importancia de producir ciencia y desarrollar la industria nacional. Desafió a los estudiantes a ser creativos, a romper el orden instituido y a utilizar el conocimiento para mejorar la vida de la comunidad.

La hora de la ciencia

El satelite SAC-D / Aquarius de contrucción argentina, junto al Dr. Bernardo Houssay

Sociedad

Unidiversidad

Verónica Gordillo

Publicado el 27 DE JUNIO DE 2013

Tulio del Bono está enamorado de la ciencia, y fue ese sentimiento el que este hombre de 70 años, ex secretario de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación, logró transmitir a los estudiantes que lo escucharon en el auditorio de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), donde habló sobre la necesidad de producir ciencia en Argentina y de desarrollar la industria nacional.

Del Bono les aclaró a los estudiantes que, como en la vida, con el amor no alcanza. Les recalcó que para producir conocimiento científico hace falta inversión, políticas públicas y, sobre todo, una visión clara sobre quién y para qué se utilizará cada descubrimiento.

“La ciencia y la tecnología no mejoran por sí solas la calidad de vida de la gente, ni permiten mayor equidad. Para que generen desarrollo deben estar acompañas por políticas públicas y por un Estado presente”, fueron sus palabras.

El enamoramiento de Del Bono tiene relación con su historia, pero también con el papel que le tocó desempeñar. En el 2003 asumió el desafío de comandar la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva –hoy con rango ministerial–, un área casi inexistente después de la debacle de los 90.

El ingeniero se encargó de que los estudiantes entendieran la importancia del cambio: “Esta no es la Argentina de la década del 90, donde se mandaba a los investigadores a lavar los platos. Hay muchas cosas para criticar, para mejorar, pero finalmente el gobierno y la sociedad en su conjunto han comprendido la importancia de la ciencia, hay una valorización cultural y política de la actividad científica y eso es lo que caracteriza a los países más desarrollados”.

Primero, la ética

Del Bono invitó a las chicas y chicos que se sentaron a escuchar la charla, organizada por Alternativa Tecnológica para el Cambio, a analizar juntos por qué es necesario que un país produzca ciencia.

En lugar de utilizar sus propios conceptos, recurrió a los de dos hombres con historias y creencias muy disímiles: el premio Nobel de Medicina argentino, Bernardo Houssay, y el Papa Juan Pablo II.

Del Bono contó que en el 45 intentaban convencer a Houssay de que en Argentina no se podía hacer ciencia, por ser un país pobre con otras prioridades. Él les contestaba que la base de la riqueza de cualquier nación es la inversión en ciencia, es decir, que los países no eran ricos y después invertían en ciencia, sino que justamente por haber invertido en el área es que se tornaron potencias.

Cincuenta años después, Juan Pablo II, en la encíclica Centésimo Año, escribió que la fuente principal de la riqueza y el progreso de las naciones no es la disposición de recursos naturales, sino la capacidad de crear conocimiento y de utilizarlo para el bien común.

Del Bono les transmitió a los estudiantes que no solo se puede producir ciencia en Argentina, sino que es un imperativo moderno, porque no hay país civilizado que no base gran parte de su desarrollo en la producción del conocimiento, que solo se logra a través de la actividad científica.

El ingeniero repitió que la inversión en ciencia es importante, aunque no lo fundamental, sino las políticas científicas y tecnológicas que impulsa un país: “Es importante que la sociedad tome conciencia de esto, porque en un sistema democrático las decisiones se toman en función del bien común. Si la sociedad está bien informada en cuanto a temas científicos, puede participar del debate y ayudar a que se definan políticas adecuadas. Si la sociedad no está bien informada, las políticas científicas las terminan definiendo cuatro personas y esto no es bueno”.

Del Bono comentó que, para que la sociedad entienda el papel de la ciencia, no solo es clave el trabajo de los comunicadores sociales, sino que comprenda que las mejoras en su calidad de vida, en obras de saneamiento, en hábitat, en salud, no provienen de la magia, sino simplemente de la aplicación de la ciencia y la tecnología.

También invitó a los alumnos y alumnas a tener una conducta ética frente a lo que crean. Les aseguró que el conocimiento aplicado no es neutro y les dio un ejemplo. La misma energía nuclear que la Fundación Escuela Medicina Nuclear (Fuesmen) utiliza para salvar vidas fue la que mató a miles de personas en Hiroshima y Nagasaki.


No seguir al rebaño

Del Bono les pidió a los estudiantes que nunca separen los conceptos de ciencia, tecnología e innovación, por considerarlos los componentes base del conocimiento, aplicado a un problema concreto.

Fue en este punto cuando uno de los chicos contó la experiencia que tuvieron en una materia en la que los incentivaron a crear, aunque se lamentó de que eso no fuera lo usual.

El ingeniero reconoció que el sistema educativo no fomenta la creatividad y, a manera de ejemplo, recordó que el Conicet evalúa a sus investigadores por las publicaciones que realizan. Frente a esto, los desafió a romper el orden instituido, a no tener miedo de dejar de hacer lo que hace el rebaño, a derribar los compartimentos estancos para hacer un verdadero trabajo multidisplinario.
El debate se animó y otro alumno planteó los inconvenientes que tienen cuando pretenden patentar un invento, un trámite que solo se hace en Buenos Aires.

Del Bono sonrió y le confesó que metió el dedo en la llaga, porque esa es una de las falencias del sistema. Le explicó que el Instituto Nacional de Patentes trabaja en un proyecto para abrir sedes en las universidades, ya que en Argentina se publica mucho pero se patenta poco.

El actual secretario de Ciencia, Tecnología e Innovación de San Juan le confió a su auditorio otra de las fallas del sistema: la escasa participación del sector productivo en el campo científico. El 70 por ciento de la inversión en ciencia corre por cuenta del Estado y el 30 por ciento restante a cargo del sector privado, una ecuación que es exactamente inversa en los países desarrollados.

Para el ingeniero, las empresas no entienden la importancia de invertir en el sector, aunque destacó las excepciones: Pescarmona, Techint y Arcor, pero son pocas. “Las empresas deberían invertir más para poder mejorar la innovación. Si no, el camino es duro, investiga el Estado pero después el conocimiento que generan las universidades o los organismos estatales tiene que recorrer un largo camino hasta que llega a la empresa”.

Medio ambiente y ciencias sociales

El Plan Nacional de Ciencia y Tecnología contempla los ejes prioritarios hacia los que se deben enfocar las políticas del área. El principal es el problema ambiental, que se agrava y requiere de soluciones científicas; también están contempladas la nanotecnología, la biotecnología y las tecnologías de la información y las comunicaciones.

Del Bono comentó que otra de las áreas que es necesario desarrollar son las ciencias sociales, justamente porque, si la intención es que la ciencia le sirva a la sociedad, es necesario conocer los procesos por los que atraviesa. “No es que Argentina no haya sido buena en las ciencias sociales, sino que en épocas de procesos militares fueron tal vez las más castigadas, ser cientista social era casi sinónimo de ser un terrorista. Creo que un mayor desarrollo de las ciencias sociales y las humanidades nos permitiría que las ciencias duras y las tecnologías lleguen a la gente y se comuniquen con mayor facilidad”.

Después de los aplausos, el ingeniero dejó un último mensaje a los estudiantes: “Aprendan a valorar al que piensa de manera distinta, no tengan miedo de dejar de hacer lo que hace el rebaño. Las universidades tienen una gran responsabilidad, deben defender su autonomía, deben tener el coraje y la valentía de decir lo que se les dé la gana, sin miedo a que alguien se moleste”.

ciencia, del bono, universidad,