La historia de dos mujeres trans que pusieron en funcionamiento una fábrica textil con la ayuda de una monja
A través de la fábrica Lady’s, Brenda y Camila elaboran uniformes escolares para tres escuelas de Mendoza.
Foto: Télam
Brenda Romero y Camila Sáez llevan adelante su emprendimiento Lady’s en espacios facilitados gracias a la monja Mónica Astorga, activista en favor de la diversidad, que las contactó con la Pastoral Guadalupe de la Acción Católica. Este sector les facilitó la colocación de sus trabajos. Astorga, residente en Neuquén, militante en favor de la diversidad y reconocida por su ayuda a mujeres trans, les abrió ese camino en Mendoza para conseguir un lugar físico para trabajar.
Brenda le dijo a Télam: "Tengo más de 40 años y a los 16 me asumí como chica trans. En ese tiempo, descubrí que éramos perseguidas por la policía. Así fue que con un grupo (de compañeras) decidimos irnos a vivir a Neuquén, porque allá no nos perseguían. Estuve 20 años y regresé a Mendoza con el propósito de poder vivir de la peluquería, porque estuve haciendo cursos y me había preparado para eso".
Foto: Télam
"Siempre entendí –agregó– que, por ser quien soy, las posibilidades iban a estar con mayor certeza de mi mano que esperando que alguien me dé un trabajo. Por eso, me preparé a través de bastantes cursos y, cuando se desató la pandemia, junto con Camila hablamos con la monja Mónica Astorga".
"Mi sustento, como el de la mayoría de las chicas trans, era de la prostitución. Llegó el momento de poder pedir ayuda, y esta monja nos contactó con la Pastoral Guadalupe, que atiende situaciones que atraviesan personas en situación de calle, mujeres víctimas de violencia de género, chicas trans con problemas de todo tipo, no solo de la prostitución, sino que han sido excluidas de sus familias", explicó.
Camila, a su vez, sostuvo: "Yo soy muy apegada a mi familia. Desde muy chica decidí mi identidad. Soy artista, hice shows, espectáculos. Cuando Brenda se fue a Neuquén, no la acompañé porque soy muy familiera y me quedé en mi casa, pero la vida nos volvió a encontrar en Mendoza". "Supe coser desde muy chica porque me enseñaron mis abuelas y, cuando surgió este proyecto, nos aferramos a él porque yo sabía coser y le enseñé a Brenda", aclaró.
"Tuvimos la dicha de encontrar este grupo increíble de personas (en referencia a la Pastoral Guadalupe) que nos han asistido en cosas que necesitábamos. Nos ayudaron, nos consiguieron trabajo con clínicas (durante la pandemia) que necesitaban kits sanitarios, y llegamos a hacer 2500 kits sanitarios para la Clínica Asistir", agregó.
"Yo sé coser una prenda de cero por ella", añadió Brenda, y contó que, cuando se volvió a la presencialidad, las contactaron con los directivos de las escuelas católicas para que confeccionaran los uniformes de los alumnos. "Primero fue con los del Colegio San Luis Gonzaga, y después, con otras dos escuelas: Monseñor Scalabrini y Corazón de María", detalló.
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"Por suerte, esto nos permitió también la posibilidad devolver el favor que hemos recibido y contactamos a otros talleres para tercerizar el trabajo (lo que se denomina a fasón) para poder trabajar en cantidad", aclaró.
Camila sostuvo que el inicio del actual ciclo lectivo fue "mucho más significativo" que los primeros que hicieron. "El primero nos sirvió de enseñanza por los errores que cometimos. Por rollo de tela, pueden salir unas 40 prendas de talles grandes, y hemos utilizado unos 7 rollos. Hoy, producimos más de 100 prendas de cada estilo: remeras, joggings, pantalones, camperas, buzos, etc", contó.
"El Grupo Guadalupe nos asiste y acompaña en todo. Primero nos consiguieron las maquinarias, después vieron la manera de que pudiéramos comprarnos nosotras mismas las máquinas. En diciembre pasado, hicimos un bingo en la sede central de Acción Católica para poder recolectar para una máquina que nos faltaba", dijo.
¿Se puede, con esta experiencia, ayudar a salir a otras chicas de la prostitución? Brenda explicó: "La calle es muy complicada, pero resulta que de allí hay que querer salir. Desde lo personal, el primer cachetazo que recibí como adolescente fue que mi femineidad venía acarreando la cruz de la prostitución, porque en ese momento era: '¿Querés ser trans? Entonces tu elección debe ser también vivir de la prostitución', porque no había posibilidades de hacer otra cosa".
"Entonces –agregó–, en ese momento fue saber que, para poder acceder a quien soy hoy, me tenía que preparar para un futuro diferente, y eso dependía de mí. Hice cursos de cosmetología integral, peluquería masculina y femenina, de color, cortes. Yo no puedo decir que la sociedad me excluyó porque las decisiones las tomé yo. El problema está en que muchas chicas trans se encierran en los conflictos que les tocó vivir, pero no quieren dar el paso de despegarse de esa vida y no se dejan ayudar".
Foto: Télam
Camila está dando clases de costura dentro del Grupo Guadalupe para personas que quieran hacer algo diferente, no solo para chicas trans, sino para público en general.
Y Brenda remarcó que "es muy difícil llegar a alguien que no se deja ayudar". En ese sentido, afirmó: "Hay que pedir ayuda porque hay gente que está dispuesta a ayudar".
Fuente: Télam / Oscar Pinco
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