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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
El filósofo, docente y conductor de radio y TV Darío Sztajnszrajber surcó una profunda huella en la audiencia que se acercó a escucharlo al espacio cultural Le Parc. “El otro imposible, entre el amor y la justicia” fue el disparador de una charla que se extendió por más de dos horas, que se tornaron apasionantes. Aquí hacemos foco en algunos de los fragmentos más contundentes acerca de las especificidades de esta ciencia de la pregunta y uno de los conceptos que igualan al ser: el amor. Una interesante puerta para asomarse a un universo en el que nada es lo que parece.
El filósofo Darío Sztajnszrajber
Cuestionar lo que nos aparece como inalterable. Instalar la pregunta ahí donde solo se ven axiomas. Ahí donde la sentencia se acepta como inmutable. “Se debe filosofar a martillazos. Hay que adoptar una actitud de permanente crítica con lo establecido y desestructurar la realidad, que se nos impone como verdad incuestionable”, grita Federico Nietzsche desde las páginas de su libro El crepúsculo de los ídolos o Cómo se filosofa a martillazos.
En esta frecuencia aparece Darío Sztajnszrajber, a quien supieron nombrar en su reciente visita a estas tierras como “el filósofo de apellido impronunciable”, “Darío” a secas o “¡el de Mentira la verdad!”, programa televisivo que va por canal Encuentro (y que ahora se ve también por Señal U) y con el que, con el discurso filosófico como aliado y la capacidad de sacar a esta disciplina del “claustro académico”, el también ensayista y docente desarrolla, problematiza y pone en tensión diferentes supuestos sobre la historia, la belleza, la felicidad o la identidad.
De la infinidad de temas que Sztajnszrajber trajo en su manga para saborear y desmenuzar al máximo, en lo que fue una convocante charla en el Le Parc que llevó por título “El otro imposible, entre el amor y la justicia”, hubo uno que dejó al público “tecleando”, tal vez por la cantidad de ventanas que el filósofo dejó entreabiertas: el amor en su concepción platónica (desarrollada en El banquete) y, en particular, la desmitificación y profundización en esos semas que popularmente construyen el término. Nos detenemos en algunos de los fragmentos de una reflexión que, más palpable, más controversial, siempre atractiva, colmó las cabezas de dudas, con todo lo que ello implica, sobre todo cuando hablamos de un tema que, con más o menos destreza, franquea nuestro ser.
Previamente, ofrecemos algunas de las porciones más nutritivas del discurso en torno a la esencia de la filosofía:
El rol de la φιλοσοφία en la sociedad
"A los filósofos nos interesa todo. Pero todo desde un lugar particular. La pregunta de la filosofía es el porqué, el preguntarse los porqués es alcanzar los fundamentos, las estructuras. El filósofo mira donde en general la cotidianidad no mira. La cotidianidad necesita que las cosas funcionen. El valor dominante de la cotidianidad es la utilidad. Está todo bien con la cotidianidad, lo que está mal es pensar que solo somos cotidianidad y que la utilidad es el único valor existente. Lo que importa es la diferencia: hay valores que sirven y otros que no, pero que nos constituyen: por ejemplo, hacer filosofía. La filosofía es un saber inútil. La utilidad es una de las tantas formas de sentido de la existencia. La filosofía interrumpe el valor de la utilidad. Si sacamos a un objeto de la trama utilitaria, pongámosle este vaso (agarra un vaso que está sobre la mesa), lo liberamos y generaremos otro tipo de vínculo con él".
Mirar el mundo como por primera vez
"Para esto no hay que hacer más que mirar a los niños, seres tan geniales y denostados históricamente. Veamos si no la etimología de la palabra infancia: sin foné, sin voz. ¡Qué bueno escuchar a los que no tienen voz, porque en quienes sí la tenemos está restringida a un único tipo de habla! Por eso, clamó, la niñez es un lugar a recuperar filosóficamente, para entender más allá de la razón. Es un buen desafío a nuestro logocentrismo machista, blanco, europeo, adulto, heterosexual. La filosofía tiene mucho de niñez, pone una mirada ingenua sobre las cosas.
"Buda decía que para conocer algo había que recuperar la mirada de principiante. Que es la mirada del niño. Qué mejor manera de salirse de la cotidianidad que yendo a la propia cotidianidad desde lugares inesperados. Digo inesperados porque implica recuperar la mirada originaria, esto de 'como si fuese la primera vez'. El extrañamiento es otra de las palabras que hacen a la filosofía. Pero el extrañamiento se construye, o sea, hay que colocarse en ese lugar. Y no hay lugar más claramente ligado al extrañamiento que la otredad, que el lugar del otro, ese otro que me genera un extrañamiento conmigo mismo".
Houston: we have infinite problems
"Creo que la filosofía es básicamente un género literario. Lo dicen Derrida, Rorty y muchos pensadores contemporáneos. Es una manera de escribir, una manera de hablar, una forma de combinar palabras, es el ejercicio de la pregunta. (…) ¿Para qué nos hacemos preguntas? Para resolverlas. Ese es el valor predominante de la cotidianidad, pues en ese plano las cosas tienen que funcionar; no vale hacerme el filósofo o el intelectual si se me rompió el inodoro. Bien, la filosofía es exactamente lo contrario: no resuelve problemas, los crea.
"¿Para qué? ¿Por qué? ¿Qué es esto, qué es esta locura de estar vivo? ¿Por qué de este modo y no de otro? ¿Por qué hay cuando pudo no haber habido nada? ¿Hay algo más? ¿Qué va a pasar después? ¿Habrá un después después del después? Son preguntas. No tienen respuestas, por más que durante muchos siglos quienes se adjudicaban ser los dueños de las verdades trascendentes hayan creído que sí. Las preguntas existenciales no tienen una respuesta, tienen múltiples y por eso no tienen ninguna. No hay que pensar estas preguntas desde su resolución concreta, sino como aperturas al pensamiento. La filosofía es una búsqueda infructuosa de algo que sabiendo que no voy a alcanzar, no puedo hacer otra cosa que seguir persiguiéndolo. Por eso lo más interesante de la filosofía es dejar que estas preguntas fluyan y llevarlas a los lugares a los que habitualmente no lo hacemos, porque la cotidianidad funciona bárbaro sin estas preguntas, pero están".
Sacudir las estructuras
"En filosofía nada es definitivo. Nada es de una manera absoluta. Y si nada es definitivo, todo puede ser de otra manera. Pero todo, no solo lo que me conviene. Que nada es definitivo significa que todo cambia, que mutamos, que todo lo que existe, que lo real cambia, todo cambia, incluso los dispositivos que ordenan nuestra vida social. Cuando se dio el debate por el matrimonio igualitario los “anti” argumentaban que defendían a la familia como algo afincado en la naturaleza. Era una estructura inconmovible por naturaleza. ¡Como si la naturaleza fuese algo definitivo! La naturaleza nunca es idéntica a sí misma, Si hay algo que muta todo el tiempo es la naturaleza".
El amor: a desmontar fórmulas
"La filosofía pone en evidencia las múltiples formas de los vínculos. Todos tenemos una idea arraigada de la vincularidad, pero existen otras miles, y nos la tenemos que bancar. De entre esas múltiples formas vamos a tomar el amor de pareja. Para eso es necesario desmontar ciertos supuestos que nos alejan de las fórmulas de autoayuda que nos prometen alcanzar la felicidad 'en 15 días'. Claro, al lado de esto la filosofía parece repesimista, redark. Pero en realidad tirar abajo las formas en que creemos al amor puede significar ser odiosos o puede significar tratar de encontrar formas del amor que no estén contaminadas por su mercantilización, que es en definitiva lo contrario de lo que consideramos como amor en su sentido original.
"¿Qué es el amor? La filosofía pregunta por el ser. Entonces comenzamos por esto: qué es, cuál es su ser. Como se imaginarán, no hay una definición única, podemos entrarle desde distintos lugares. Hay una manera de hacer filosofía que se llama Fenomenología. El fenómeno quiere decir 'lo que se pone a la luz'. Y así trabaja: poniendo la cosa a la luz se hace de manera directa, tal como se nos presenta. Para esto es necesario despojar, poner todo entre paréntesis. Si despojamos al amor fenomenológicamente, ¿qué vemos? Un yo y un otro. Y un vínculo, ¿basado en qué? En el afecto. ¿Afecto? Eso es lo que siento por mi perro. Basado en el placer. ¿Placer? Placer me da la chocotorta. No hice el amor todavía con una chocotorta.
"Si lo circunscribimos a un ámbito, porque el tema es infinito, primero tenemos que ver que filosofar se aleja de ensayar biografías personales, porque en este caso caeríamos en lo que en general hacemos: transformamos lo que nos pasa en una teoría".
Génesis
"Hay una historia del amor. El amor no ha sido siempre igual. El amor de El banquete de Platón es uno de los tratados más acabados. Desarrolla un montón de teorías muy diferentes sobre el amor. Y evidencia cómo la filosofía es inactual: este libro fue escrito en le siglo IV aC. Y el amor ha ido cambiando siempre. En filosofía hablamos desde hace siglos de los mismos temas: la muerte, el otro, el tiempo, el amor. Es decir hablamos de lo mismo, pero siempre diferente.
El banquete nos presenta múltiples formas de entender el amor. Sí hay muchas, pero lo que nos estructura es lo siguiente. Veamos nuestra historia cultural, ¿de dónde provenimos nosotros, o más bien nuestras instituciones? Europa, Occidente. En nuestro caso como americanos, un Occidente que se pelea consigo mismo. Quiero decir: la forma que tenemos de pensar el amor está totalmente atravesada por el amor griego y cristiano. Y el amor moderno".
Lo que identificamos como amor
"Entonces se arma un combo, que implica que pensamos al amor superponiendo cinco categorías en conflicto, si es que somos gente conflictuada; si somos gente feliz, dejan de existir. Estas categorías aparecen ensimismadas, juntas y entramadas entre sí, y parecen ir siempre juntas: el amor, la sexualidad, el matrimonio, la reproducción y la monogamia. Una manera de pensar el amor es deconstruir estas cinco categorías que se nos vienen presentando culturalmente como parte de lo mismo. Entonces, una mirada conservadora del amor establece que esas cinco categorías se entraman, que tienen la misma lógica, la misma racionalidad".
Las caras del amor I: el amor metafísico
"En esta lógica, el amor existe como algo metafísico, es decir, lo que está más allá de lo natural. Más fácil: el amor es algo que pasa más que algo le pasa a mi cuerpo. ¿Qué ese algo más? La metafísica puede caer en una lectura religiosa, en una lectura mística. Puede caer también en la idea de que creamos desde nuestro cuerpo algo, una energía llamada amor que en algún punto nos trasciende. En esta categoría podemos encontrar una respuesta para el amor más allá de lo estrictamente científico en términos empiristas, corporalistas, materiales.
"La biología ensaya también una explicación del amor “enzimático”. Pero al reducir todo a explicaciones tan fisiológicas no nos cierra, nos queda corto. Imagínense si el amor fuera eso, una reacción fisiológica de los cuerpos. Uno pensaría entonces: 'Todo esto que siento, se reduce a eso…'. ¿Cómo esto puede ser reducido a una actividad cerebral? La metafísica cobra aquí mucha fuerza. Además es indemostrable, eso es lo mejor. Tiene fuerza porque nos posibilita una mirada diferente. Esta lectura del amor puede abordarse con otros elementos, esta nos liga con la sexualidad, la reproducción, el matrimonio".
Las caras del amor II: el matrimonio
"Podemos ver cómo el matrimonio viene a representar de modo institucional, a objetivar esa relación de amor. La amistad no tiene institución, un amigo puede traicionarnos y no le hacemos juicio; sí a la pareja, pues para el matrimonio existe toda una legislación detrás. Ahora, así interpretado, ¿representa el matrimonio ese estado de amor que nos liga con el otro? ¿Lo expande? ¿Lo despliega? ¿Da cauces institucionales para que ese amor tenga más posibilidades, facilidades? Podríamos discutir el rol del Estado, políticas promatrimoniales. Por ejemplo: China no permite que las parejas tengan más de un hijo. Aquí el Estado estaría interviniendo en el matrimonio, y por lo tanto en el amor. Porque si creemos que el amor se planifica en cada uno de los hijos, el Estado chino no se estaría metiendo solamente en mi matrimonio, sino en mi realización como persona.
"A tal punto es una institución, que legalmente la palabra amor no tiene nada que ver con la lógica de la institución matrimonial, no pasa por ahí. Si lo pensamos en términos personales, muchos de nosotros venimos elidiendo la cuestión matrimonial de la cuestión amorosa. De hecho, tal como se nos presenta, el matrimonio es una representación del vínculo amoroso, pero se arma como una institución productiva, tiene una lógica casi mercantil y, por sobre todas las cosas, el matrimonio, con sus prácticas, derechos y obligaciones en vez de representar al amor, lo mata, lo opaca, lo encorseta, lo condiciona".
Las caras del amor III: la monogamia
"Y para colmo viene, unida al matrimonio, la monogamia. Que implica que además esa institución objetiva que existe en nuestra sociedad llamada matrimonio solo permite legalmente que la unión sea de a dos. Por suerte ahora en la Argentina puede ser no necesariamente heterosexual; pasaron añares para conseguir esto. Recordemos que la mujer vota en la Argentina hace más o menos 70 años. Si tardamos tanto en conseguir esto, ¿alguien cree que va a vivir lo suficiente para llegar a la época en que el matrimonio no monogámico sea legalmente instituido? ¿Es decir abierto, de más de dos personas, y sea instituido legalmente? ¿Que pueda diversificarse, que pueda establecer unidades matrimoniales por fuera de la monogamia?
"Porque incluso al matrimonio le pegamos, es más fácil, pero la monogamia nos cuesta, porque es una relación de apropiación, de reciprocidad y exclusividad, y eso nos coloca en otra perspectiva, que es pensar al amor como propiedad. La monogamia es el lugar donde mejor se plantea el conflicto en nuestra relación de amor con el otro. ¿Qué es el otro para mí? ¿Es algo mío? Porque detrás del lazo monogámico aparece esta discusión que tiene más que ver con el tipo de entidad de la que hablamos cuando hablamos de monogamia.
"Ni hablar cuando observamos las formas en que la monogamia se ha instalado desde el saber como si fuese algo propio de la naturaleza. Cuando claramente nada en la naturaleza humana hace que los dispositivos familiares tengan que ver con un formato o con otro. Digo, no hay nada en ella que nos lleve a postular el amor monógamo como una forma superior o más detentatoria de la condición humana que el resto. ¿Con qué tiene que ver la monogamia? ¿Con qué tipo de posesión tiene que ver? ¿Con qué tipo de relación con las cosas donde la posesión se vuelve fundamental?
Las caras del amor IV: la reproducción
"¡Y además la reproducción, que supone que esta relación de amor objetivada en el matrimonio y únicamente posible de modo monogámico tiene como fin la reproducción de la especie! ¡Otra locura! La tecnología viene hace rato tratando de resquebrajar este paradigma, porque, de nuevo: ¿alguien cree que va a vivir la época en que la reproducción humana pueda darse sin ningún tipo de concreción sexual natural? Tecnológicamente es posible, y pronto. Si esto se diera, podría suceder que, liberados de la reproducción de la especie basada únicamente en la reproducción sexual natural encontremos otras formas, podamos vivir el placer de otro modo. El día en que emancipemos completamente la reproducción de la sexualidad nos van a cambiar muchos paradigmas.
"Podría ser una liberación absoluta, pues implicaría dar paso a un mundo anarco-liberal, en el sentido de libertario, en el que se empiece a desplegar nuestra relación con la sexualidad sin ningún tipo de anclaje ético u obligación social. En un texto de Michelle Houellebec, Las partículas elementales, en el que se cuenta la historia de la civilización humana el día que muere el último hombre nacido de madre natural, el tipo que cuenta esto analiza qué ganó y qué perdió la especie humana. Y habla de la liberación definitiva del deseo sexual, además de una cosa básica: al no haber más madre natural, desaparece el complejo de Edipo. Es increíble cómo se filosofa en la literatura".
El Eros platónico: somos falta
"Toda relación de amor está planteada como una vínculo entre un yo y otro. Y llega la parte más tremenda: ¿qué priorizamos en el vínculo amoroso? ¿El yo o el otro? El amor ideal dice: el otro es todo. Hay una entrega para con el otro. Esta lectura de amor como entrega es el paradigma que nosotros aprendimos. Después nos encontramos con que en realidad todo lo que hacemos o ponemos bajo el concepto del amor tiene como prioridad el yo.
"Otra pregunta esencial: el amor, ¿me llena o me vacía? Me lleno del otro. ¿Y al otro? Lo vacío, lo incorporo, lo hago parte de mi cuerpo, me lo apropio. O sea, la relación con el otro es una relación tal que el otro tiene que encajar en lo que yo espero de él. Es decir que el otro, la otredad, solo tiene sentido en el vínculo amoroso en tanto me completa. Y el otro pasa a ser ese resto que yo necesito para sentirme completo. El Eros platónico plantea que uno ama lo que no tiene, y el amor es la búsqueda de un faltante: lo que estoy buscando es esa otra mitad a la que una vez que encuentro logro recomponer mi naturaleza originaria.
"Lo que primero genero es el modelo de pareja a la que voy a buscar. Ese modelo encaja en lo que yo necesito. Y le pedimos que cambie cosas. ¿Por qué? Para ajustarse a lo que yo quiero que sea. Entonces yo no quiero al otro, yo quiero el modelo que yo pergeño como modelo ideal para mí. Lo digo académicamente: el otro me importa un comino, lo que quiero es que el otro encaje en ese ideal que yo produzco. Con lo cual todo es doblemente peor: la pareja es una exaltación del yo, tengo una relación conmigo mismo idealizado. Si el otro encajara, no sería el otro, lo “desotramos” para que encaje en lo que yo necesito que sea y ahí me lleno, mi yo se expande, pero aniquilo al otro. Y esto se traslada a la política, al mercado, a cómo nos relacionamos con el otro.
"La relación con el otro en este sentido es una relación imposible, ¿Por qué es imposible? Porque para vincularme con el otro tiene que encajar en lo que pretendo. Y al encajar deja de ser el otro. Y lo peor es que cuando encaje en lo que yo pretendo, como soy falta, me va a dejar de interesar. Entonces me voy a aburrir y voy a salir a buscar otro u otra. Y en esta lógica el otro deja de ser una pareja y se transforma en una mascota, en una secretaria.
"Una pareja te provoca, no cierra, porque es otro. Una pareja, o un compañero de trabajo, o un amigo, o un adversario, o Dios. Planteo la teoría de la religión al revés: el hombre creo a Dios a su imagen y semejanza para completarse, para resolver nuestro gran problema: nos vamos a morir y es insoportable. Entonces armamos todo un mundo sobrenatural con el único objetivo de paliar esa otredad insoportable que es la muerte. Y ese dios calza justo nuestra medida. Calzó tanto que ya no nos interesa y estamos en nuevas búsquedas".
Otrificar, otra manera de vincularnos
"La postura que hemos desarrollado plantea que desotro al otro, lo incorporo y lo hago propio. Pero hay otra que propone que el otro se me vuelve algo imposible. Porque si se resiste a ser fagocitado por mí, queda totalmente por fuera de mi lógica, de mi imposibilidad o de mi deseo. Si no, deja de ser otro, no ya vínculo posible con el otro en tanto otro.
"En definitiva, toda relación con el otro tiene el siguiente problema: como siempre voy hacia la otredad desde lo que soy yo, al otro siempre lo pienso, lo analizo, lo valoro desde mis categorías. Nunca puedo acceder a la otredad en sí misma. ¿Por qué? Porque estoy condenado a mi yo. Yo lo “otrifico”, porque estoy condicionado por mí mismo, Y “yoifico” todo desde mi propia subjetividad. ¿Entonces cómo actúa el ser humano con la otredad? Construyendo otredades posibles, tolerables, y deja completamente afuera lo intolerable.
"Entonces la presencia del otro me tiene que hacer tomar conciencia de que, como yo solo veo espejos, tengo que poder darme cuenta de mi limitación. La irrupción del otro me trae la diferencia, y aunque no pueda conectar con él de manera absoluta, comienza a abrirme ventanas. Es decir, no puedo desapegarme completamente de mi yo, pero tampoco puedo no absolutizarlo, sino estar siempre tendiendo a dejar abierta la puerta, cada vez más. Pero no es ni la primacía del otro ni la primacía del yo. Y aquí cobra importancia el 'entre'. El entre es un interesante lugar porque es un no lugar. Esa una zona intermedia entre el otro y yo donde ni el otro es cerradamente el otro ni yo soy cerradamente yo, estamos abriendo la circulación ente ambos. Ese entre no es armónico ni es un equilibrio, es un lugar de tensión".
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