Un mito: así definió la jefa del Servicio de Infectología del Hospital Lencinas, Andrea Villalba, la creencia de que la tuberculosis es una enfermedad erradicada. Explicó que si bien en Mendoza la aparición de nuevos casos cada año se mantiene estable –unos 180–, aumentó el número de los relacionados con el HIV y de los fármaco-resistentes a las drogas con que habitualmente se cura.

Aunque la enfermedad se relaciona con el pasado y, sobre todo, con la pobreza, y que las personas que viven o trabajan en ambientes hacinados tienen más riesgo, las estadísticas demuestran que hay pacientes de todos los estratos sociales, económicos y culturales. La profesora de la cátedra de Infectología de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNCUYO subrayó que la tuberculosis es curable y que, si se detecta a tiempo y los pacientes no abandonan el tratamiento, no deja secuelas.

Un problema mundial

La tuberculosis representa un problema de salud pública a nivel mundial. Según datos publicados por la Organización Mundial de la Salud (OSM) en 2015, 10,4 millones de personas se enfermaron y 1,8 millones murieron. En el informe se destaca que es una de las principales causas de muerte entre las personas VIH positivas, así como el aumento de los casos del tipo multirresistente a las drogas.

En cuanto a la situación argentina, según información del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias Emilio Coni (Iner), en 2016 se notificaron 10 702 nuevos casos, con mayor prevalencia en  Buenos Aires (4422), la Ciudad de Buenos Aires (1828), Salta (632), Santa Fe (550) y Jujuy (404). Mendoza registró 181 casos.

Argentina cuenta con un Programa Nacional de Control de la Tuberculosis, que se replica en las 24 jurisdicciones y que es el órgano que concreta las medidas preventivas, así como el seguimiento de los casos.

Diagnóstico temprano y tratamiento

La tuberculosis es una infección producida por una bacteria (el bacilo de Koch), que generalmente afecta al pulmón, pero que puede comprometer otros órganos (ganglios-genitales-meninge). El contagio se produce de persona a persona a través de las secreciones respiratorias, es decir cuando un enfermo tose, estornuda o escupe expulsa los bacilos al aire.

Los primeros síntomas son tos, expectoración (a veces con sangre), fiebre vespertina, sudoración nocturna y pérdida de peso, situaciones que pueden prolongarse por 15 días y no tienen otra causa aparente. El diagnóstico se confirma con una muestra de esputo, que al ser analizada detecta la presencia del bacilo.

Villalba explicó que lo más importante es detectar en forma temprana la enfermedad y evitar que el paciente deambule de un lugar a otro. Por eso, en la provincia hay un referente en cada departamento, para que pueda actuar y las personas no deban trasladarse al Gran Mendoza.

La profesional comentó que el tratamiento tiene una duración de seis meses, que se realiza con pastillas y que cura la enfermedad, pero no inmuniza a la persona, es decir que puede volver a contagiarse. Dijo que uno de los problemas es que algunos pacientes abandonan el tratamiento, lo que puede derivar en un rebrote, pero esta vez con una resistencia a los fármacos.

Villalba recalcó que no hay una vacuna contra la tuberculosis, salvo la BCG, que se coloca por única vez a los recién nacidos, pero que sólo los protege de una de las formas más graves: la meningitis por tuberculosis.

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Controles y prevención

La profesora comentó que es tan importante tratar al enfermo como controlar a sus contactos. Dijo que en este sentido también existen mitos, porque muchas personas están convencidas de que es necesario incluir a todos los que se toparon con el enfermo, aun el que pasó cerca de él en la calle. Recalcó que el riesgo es sólo para quienes están más de 6 horas al día con el afectado durante varios días, es decir, quienes viven y trabajan con él.

Villalba recalcó que la mejor forma de prevención es tener un buen estado general de salud, apostar a una vida sana, especialmente en relación a la alimentación y al ejercicio físico. Explicó que esto es importante, simplemente porque una persona con un buen estado general tiene un sistema inmunológico que le permite defenderse mejor del bacilo si lo contrae. Incluso, en algunos casos se contagia, pero el bacilo queda como dormido y puede o no expresarse con los años.

La profesional también subrayó la importancia de evitar el hacinamiento, ventilar los ambientes y no permanecer mucho tiempo en lugares cerrados con mucha gente.