“La educación pública, gratuita y obligatoria es un principio que forma parte del ADN argentino”
Así lo expresó Emmanuel Furlotti, profesor en Ciencias de la Educación de la UNCUYO. Dijo que ese principio inalienable está en la Constitución desde la formación del Estado y que es necesario defenderlo como un valor a transmitir a las nuevas generaciones.
"Si la Constitución garantiza el derecho a enseñar y a aprender, es algo que excede a las políticas de cualquier gobierno", dijo el profesor. Foto: Unidiversidad
Verónica Gordillo
Publicado el 24 DE ABRIL DE 2024
El ADN contiene las instrucciones genéticas responsables del desarrollo y el funcionamiento del organismo y es –al mismo tiempo– el medio de transmisión de esa información de una generación a la siguiente. Para el profesor Emmanuel Furlotti, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCUYO, la educación pública, gratuita y obligatoria forma parte del ADN argentino, es un principio constitutivo de la Nación y un valor a defender y transmitir a las nuevas generaciones.
Furlotti, que es profesor en Ciencias de la Educación en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCUYO, aceptó la invitación de Unidiversidad para ayudar a comprender cuál fue el gen primigenio de ese derecho y esa obligación del Estado. Un repaso imprescindible, en medio de los cuestionamientos a su obligatoriedad y a la necesaria inversión para sostener el sistema.
Furlotti vio una oportunidad frente a esos cuestionamientos, como el que hizo el 7 de abril el diputado nacional por La Libertad Avanza (LLA) Alberto Benegas Lynch, que dijo en una entrevista con la periodista Romina Manguel: “No creo en la obligatoriedad de la educación”. El profesor propuso que cada persona repase su trayectoria educativa, es decir, dónde fue a la escuela primaria, secundaria, cómo eran, si hubiera podido estudiar una carrera universitaria en una institución privada, porque está convencido de que en cada respuesta están las razones para defender ese principio fundamental. Él mismo se hizo la pregunta y la respuesta fue contundente: fue el primer integrante de su familia en ingresar y terminar la universidad.
El profesor, que integra el equipo de la cátedra Historia de la Educación Argentina, recorrió el camino de la inclusión de ese derecho en el ADN argentino, desde la primera Constitución de 1853 y sus sucesivas reformas hasta las leyes naciones y provinciales que sustentaron y sustentan el sistema. Aclaró que su visión no es utópica, sino que su práctica docente le muestra que –aun con muchas falencias– ese principio rector sigue brindando oportunidades, sigue cambiando vidas.
El profesor Emmanuel Furlotti repasó la historia del sistema educativo argentino. Foto: Unidiversidad
La constitución del Estado
Furlotti hizo un recorrido histórico para comprender cuándo y en qué contexto la educación se incluyó en el ADN nacional. Destacó la figura de dirigentes visionarios, como Domingo Faustino Sarmiento y Cornelio Moyano y Villanueva en Mendoza, que, frente a las altas tasas de analfabetismo y a la extensión territorial y dispersión poblacional, apostaron por un sistema educativo público, gratuito, obligatorio e inclusivo.
¿Cuál fue el momento histórico y las razones por las que se incluyó en las leyes argentinas la educación como pública, gratuita y obligatoria?
En principio, me parece que lo importante es destacar que la educación es un derecho constitucional. Hay dos artículos que podríamos empezar mirando: el artículo 5, que delega a las provincias la facultad de hacerse cargo de la educación elemental, y el artículo 14, que establece distintos derechos, como la libre circulación y el derecho de enseñar y de aprender. Esos derechos son parte de la Constitución, de la construcción de nuestro Estado. Nacen de la sanción de la Constitución Nacional de 1853, de la formación de la Argentina como país, y después se siguen retomando en las sucesivas leyes que se van a ir desarrollando para garantizar la instrucción, primero la primaria y luego la secundaria. Vuelvo con la importancia de la Constitución, y perdón la insistencia, porque si la Constitución garantiza el derecho a enseñar y a aprender, es algo que excede a las políticas de cualquier gobierno de turno, a la voluntad de unos u otros, sino que es un derecho que forma parte de nuestra Carta Magna y, por tanto, de todos los argentinos, sea cual sea nuestra ideología, nuestra forma de pensar, nuestra orientación de gobierno. Yo diría que, si no se puede cuestionar la libre circulación de las personas, tampoco podríamos cuestionar el derecho de aprender y de enseñar. Es tan básico como eso. Por eso, insisto en la importancia de ese derecho básico constitucional, que retoma en las sucesivas leyes.
Algunas de esas normas —continuó el profesor— fueron la Ley 1420 (1884), que estableció la educación primaria, común, gratuita y obligatoria; la Federal de Educación (1993), que garantizó el derecho constitucional de enseñar y aprender y extendió la obligatoriedad hasta el noveno año, y la Ley Nacional (2006), actualmente en vigencia, que menciona a la educación como un bien público, como un derecho inalienable y una responsabilidad del Estado, y que incluye los niveles primario y secundario.
¿Qué significa que la educación sea un bien público, común?
Que es de todos. Primero, se la considera como bien social; después, como bien público, pero es algo que es un bien de todos y, por tanto, tiene que ser garantizada por el Estado. Es decir, si seguimos el recorrido del desarrollo del sistema educativo argentino, nos vamos a dar cuenta de que el Estado, desde el primer tiempo y especialmente después de las presidencias de Mitre (Bartolomé), de Sarmiento (Domingo Faustino), de Avellaneda (Nicolás) y, por supuesto, después, ya avanzada la Generación del 80, siempre hubo una preocupación muy fuerte por llevar al territorio la necesidad de fortalecer la educación. Como te digo, esto excede la situación de un gobierno particular, sino que es algo que forma parte de nosotros como país y que, de alguna manera, nos constituye como Estado argentino, que es una particularidad frente a otros países de la región, donde no ha sido así.
El profesor dijo que el derecho a la educación de la niñez y la adolescencia implica una obligación no solo de los adultos responsables, sino también del Estado. Foto: Camila Godoy/Télam
Una oportunidad
El diputado Benegas Lynch dijo que no cree que la educación deba ser obligatoria. ¿Cuál su visión sobre este tipo de planteos? ¿Son un retroceso respecto de aspectos que parecían saldados?
En primer lugar, celebro que se debata acerca de la educación, aunque me parece que los dichos no fueron felices y eso generó un repudio generalizado. Incluso escuché al vocero presidencial decir que no era la posición del gobierno. Creo que es importante que se debata, que se conozca, porque hablar de la educación pública, gratuita y obligatoria no es algo que corresponda a una determinada política de un gobierno, aunque, por supuesto, hay gobiernos que la han impulsado más y otros menos, pero por ahí parece que entra todo dentro de la misma bolsa, de ciertas políticas que corresponden a tal o cual gobierno, y no es así. Es muy importante tener en claro que, cuando hablamos de la educación en nuestro país, hablamos de algo que surge con la construcción del Estado y que, por lo tanto, excede a cualquiera de las políticas o a las proyecciones de un gobierno. El principio de la educación pública gratuita y obligatoria viene desde la formación del Estado, forma parte del ADN argentino, no podemos cuestionarlo, y si lo debatimos, que es saludable que se pueda hacer, es muy importante reconocer de dónde viene, saber que forma parte de nuestra Constitución. Por lo tanto, si forma parte de nuestra Constitución, forma parte de nuestro Estado, y si forma parte de nuestro Estado, no es algo que podamos debatir en el sentido de que hoy puede estar y mañana no. Si hay un deseo de reformar la Constitución, entonces habrá que llamar a Asamblea General Constituyente y debatir si eso es o no así.
Usted plantea que esas expresiones pueden servir para repasar la historia del sistema educativo…
Creo que puede ayudar. No quiero vivir en una utopía, pero creo que todos debemos hacernos estas preguntas: "¿Fui a la escuela?"; "¿Cómo fue mi recorrido?"; "¿Hubiera podido ir a otra escuela?"; "¿Hubiera podido estudiar esta carrera universitaria?". Creo que las respuestas nos pueden ayudar a entender la importancia de poder defenderlo y defender qué significa, que cuando surgen estos planteos de distinta índole, podamos reforzar y decir claramente de dónde viene, qué características tiene nuestro sistema educativo y qué particularidades hay en la región que nos ayudan a pensar qué pasaría si no estuviera.
En la expresión de Benegas Lynch, también se destaca la idea de que el padre o la madre tienen la potestad de decidir si envían o no a su hijo o hija a la escuela. ¿Cuál es su visión?
Insisto en que fue una expresión desafortunada, pero nos permite reforzar algunos conceptos, como que la educación es un derecho inalienable e irrenunciable. Yo trabajo en la escuela secundaria y muchas veces me sucede que los padres, por distintas razones económicas, sociales, que son totalmente atendibles, llegan y dicen: “No va a venir más mi hijo”. Frente a eso, hay que garantizar desde la escuela, con los escasos recursos que tenemos, la trayectoria educativa de ese estudiante. Pero, además, hay una Ley de Protección de Niños Niñas y Adolescentes que garantiza distintos derechos, entre ellos, a estudiar, y por supuesto, el trabajo infantil también está prohibido, penado. Además, es muy importante entender que ese niño, niña, adolescente, tiene un derecho que porta una obligación, una obligación que no es solo de los padres, sino del Estado, que tiene que ver cómo lo garantiza. En otros países podrá ser diferente, pero aquí, nosotros tenemos esa obligación.
"Muchos estudiantes que voy acompañando son primera generación. Me pongo a pensar qué hubiera pasado si la educación no fuera pública y gratuita", expresó Furlotti
A la vanguardia educativa
Usted planteó que la inclusión del derecho a la educación pública y gratuita en la primera Constitución marcó diferencias con el resto de los países de la región. ¿Hoy sigue siendo así?
Hay que entender que el recorrido y la garantía del Estado en la educación, no solamente en el nivel primario, sino en el secundario y el universitario, nos hace un país de vanguardia. Con todos los problemas que tenemos, eso nada tiene que ver con el orgullo que podemos tener como argentinos respecto de la garantía del sistema educativo. Soy reiterativo, pero no es que uno habla desde la utopía, la panacea o las cosas que podrían llegar a ser: esto que tenemos como argentinos hay que cuidarlo, ver cómo mejorarlo, cómo optimizarlo, qué cosas habrá que seguir reforzando. Esa es mi reflexión.
Ese lugar de vanguardia, ¿también incluye al sistema universitario?
Si analizamos el sistema educativo argentino, que tiene más de 150 años, nos vamos a dar cuenta del desarrollo progresivo de los distintos niveles, y eso está dado por este tronco fundamental que es nuestra Constitución. Cuando hablamos de educación pública, hablamos del desarrollo de nuestro sistema educativo, del derecho que tenemos todos a poder aprender, del impulso que ha tenido el Estado en el desarrollo y la fortaleza de estos tres niveles y, por supuesto, de la obligación indelegable del Estado de poder hacerse cargo de esto. Hemos tenido la experiencia de otros países en donde, si esto queda librado a la voluntad de cada individuo, algunos podrán más y otros directamente no podrán. Entonces, creo que si hoy la mayoría se pone a rastrear en sus raíces familiares, muchos dirán que son hijos de la universidad pública. Si me pongo a pensar en mi propio recorrido, yo soy primera generación: mis padres no fueron a la universidad, mis abuelos no fueron a la universidad, y yo soy profesional gracias a la universidad pública. Muchos estudiantes que voy acompañando en las distintas materias, aquí y en otra facultad donde trabajo, son primera generación, entonces me pongo a pensar qué hubiera pasado si la educación no fuera pública y gratuita.
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