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12 DE DICIEMBRE DE 2024
La economía está creciendo, las percepciones han mejorado y el gradualismo tiene financiamiento. Es lo que hay. Ni más ni menos.
Foto ilustrativa tomada de apertura.com
Alejandro Radonjic, editor de El Estadista
Publicado el 11 DE OCTUBRE DE 2017
Primero vino la recuperación estadística. En los números. Como siempre ocurre. Ya allí el Gobierno celebraba, apurado (una vez más), los brotes verdes y el estar "cada día un poco mejor", pero el gran público miraba el tren pasar y pasar desde la fría estación. Había una disociación entre el gradualismo práctico y el shock discursivo. Era, decían desde el kirchnerismo, "una recuperación asintomática".
En el segundo acto, que comenzó hace pocos meses, la recuperación empezó a permear en las percepciones y el Gobierno se animó (más aún) a chapear con la economía. Nada de enigmas de gobernabilidad: y hoy ya se habla de "Macri 2019". Las percepciones mejoraron (se ven en los índices de la Universidad Torcuato Di Tella, por caso), algunos se animan a tomar créditos largos y el consumo de durables anda bien, aunque flaquea el consumo masivo todavía.
Desde la vereda opuesta, ahora se dice que se están recuperando los niveles de actividad de 2015. Verdad. Pero la gente parece contrastar con el pasado más inmediato: el 2016. En el neto, la economía parece tener un sesgo neutral, virando a positivo. Ni quienes votaron a Cambiemos en 2015 parecen haberse convertido por la economía, ni lo contrario pasó con los del FpV (hoy Unidad Ciudadana).
Más allá de la grieta, ¿cómo está la economía? Recuperando posiciones podría decirse. Con un contexto macro más sano. Por caso, se debate cuánto bajará la inflación y el déficit fiscal. O cuánto crecerá la economía en el 2018, hilvanando dos años de crecimiento por primera vez desde 2010/2011. O cuánto subirá la inversión: si 10 % o 12 %. O 15 %. Es cierto también: el Estado está detrás de una parte de ese crecimiento (o rebote, según los más escépticos), que optó no sentarse de brazos cruzados a la espera de la lluvia de inversiones y pone tanta plata en obra pública y en los deciles bajos a través del gasto social como hacía el kirchnerismo.
Hay luces amarillas, por cierto, como la balanza comercial o la CuCo (Cuenta Corriente), pero las perspectivas han mejorado. Los mercados, si es que sirven de predictor, están de fiesta. El Merval en récords. Los bonos, también. El riesgo país comprime y se latinoamericaniza (excluyendo Venezuela).
Hoy, decíamos, el sesgo va virando a positivo. Y el Gobierno se agrandó. Lo dijo el ministro de Finanzas Luis “Toto” Caputo: “Estamos en el mejor momento”.
Volvamos a la grieta. ¿Ajuste feroz y neoliberal en 2018, como brama Unidad Ciudadana? O, ¿lo peor ya pasó, como dijo Marcos Peña y se vienen décadas de crecimiento, como dijo Nicolás Dujovne?
La economía parece lanzada y las perspectivas para 2018 parecen alcistas. El mercado ve un crecimiento cercano a 3 %. El empleo está subiendo y los precios, muy despacito, desinflan. Eso augura un consumo (algo) más pujante en 2018. La inversión también crece, aunque continúa en ratios hilarantes si la vara son los tigres de Asia. Las exportaciones aún no se sumaron a los brotes. Inundaciones, Brasil y, sí, un tipo de cambio poco competitivo, inclusive tras la depreciación preelectoral.
Las dudas y los “downside risks” vienen por el lado fiscal y político.
El ajuste en tarifas de servicios públicos, que alimentan la inflación (y el malhumor social), aún tienen recorrido en el carretel. Algunos, como en transporte, casi no arrancaron. Todo subirá en 2018 porque el sector publico sigue sumido en un profundo desequilibrio y no hay demasiados renglones para ajustar sin pasar por el Congreso. No hacer nada no es una opción por mucho más tiempo. Hay apetito por los bonos, pero los ratios de endeudamiento están subiendo y la paciencia de los mercados con Argentina es más corta que con sus pares. El dato “positivo” es que los ajustes tarifarios vendrán con una economía creciendo y con el salario real arriba del agua. Pero se sentirá.
El otro posible cisne es la política y la calle, y el ruido que puedan generar. Ambas parecen más tranquilas que a comienzos de 2017. El Gobierno minimizó tropiezos, los brotes verdes se esparcieron y Cambiemos hizo una elección muy interesante. En concreto, es la primera minoría nacional. Es más: hoy cotiza más "Macri 2019" que algún tipo de regreso del peronismo, que no está muerto sino buscando, con problemas, un nuevo liderazgo. ¿Cómo impactará esa posibilidad y qué realineamientos pueden generarse? Hay temas espinosos y el peronismo ha demostrado que puede unirse, si es necesario. El Fondo del Conurbano es uno de ellos.
Las famosas "reformas estructurales" podrían ser elementos aglutinantes dentro y fuera, también. El Gobierno dijo que irá despacito y siempre con consensos. Su track record lo avala. Quizás siquiera avance. "No van a hacer nada", dicen viejos exégetas de la política. Por falta de votos en el Congreso o por temor. Sea como fuera. Aunque podrían ser necesarias si la recuperación se empantana y el Gobierno necesite golpes de efecto o medidas concretas para estimular una economía cara y que rankea 92º en el torneo global de competitividad.
Por ahora, son riesgos y hipótesis. Lo concreto es que la economía está creciendo, las percepciones han mejorado y el gradualismo tiene financiamiento. Es lo que hay. Ni más ni menos.
Leé la nota original aquí.
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