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22 DE ABRIL DE 2025
El Presidente tuvo que dar marcha atrás en sus dichos sobre las Islas. Malcorra lo cubrió. El Reino Unido le tiró las orejas.
Mauricio Macri y su esposa, Juliana Awada, pedaleando por el neoyorquinísimo Central Park. Foto: TN.
El presidente Mauricio Macri se pisa los cordones. Primero tuvo que autodesmentirse y luego autodiagnosticar su ansiedad por celebrar antes de concretar gestiones y por demostrar que es mejor y distinto de Cristina Kirchner, o lo que la expresidenta representa para el actual mandatario. Eso parece vislumbrarse de la serie de equívocos provocados por las declaraciones públicas del jefe de Estado que acaba de participar, por primera vez, en la Asamblea de la ONU representando al país.
El punto es que se fue de boca al dar por sentado que Gran Bretaña estaba dispuesta a abrir el diálogo por la soberanía de las Islas Malvinas y generó la reacción oficial del Reino Unido desmintiendo esa versión. Macri sintió el remezón porque la refutación vino de la misma premier Theresa May, a quien él había mencionado como su interlocutora para sostener que el tratamiento de la soberanía en el archipiélago ya estaba en la agenda bilateral.
Mientras, la canciller Susana Malcorra demostró su diplomacia y tuvo que hacer un esfuerzo dialéctico para no dejar en evidencia a su jefe político pero, al mismo tiempo, bajar el tono de la polémica internacional e intentar, a la vez, recomponer la imagen. La desmalvinización terminó siendo una necesidad más propia que ajena por parte del todavía incipiente Gobierno nacional.
Para colmo, Cristina Fernández de Kirchner aprovechó y reapareció en un ámbito que la contiene, como es la Universidad de La Plata. Desde ahí defenestró a Macri –sin mencionarlo– por su actuación en Nueva York por el caso Malvinas. Pidió disculpas a los excombatientes y a los familiares de los caídos que aún no pueden identificar a sus cuerpos enterrados en territorio isleño.
En las redes y en los medios electrónicos, como si fuera una ironía, se recordó y replicó la publicidad de la gaseosa bonaerense Manaos (que se embotella en La Matanza) y que se centra en el desembarco de la bebida en las islas. Lo curioso es que una de las últimas incursiones de Macri en la provincia de Buenos Aires, la última semana de agosto, antes de viajar a Nueva York, fue a la fábrica de Manaos, donde vaticinó que el macrismo llegó a ese partido bonaerense para quedarse.
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