La cuarentena degradó la alimentación de la niñez mendocina
Si bien comedores y merenderos calmaron el hambre de un 50 % más de familias mendocinas que asistieron a ellos durante el ASPO, la calidad de los alimentos ofrecidos fue deficitaria. A esto se suma que seis de cada diez niños, niñas y adolescentes no realizaron actividad física por dificultades de conectividad y falta de motivación.
Foto: Repositorio UNCUYO / Prensa Gobierno de Mendoza
Ángeles Balderrama para Edición U
Publicado el 28 DE JUNIO DE 2021
La pandemia de COVID-19 dejó una compleja situación a nivel mundial, y Mendoza no escapa de ella. En este sentido, una investigación promovida por Agencia I+D+i del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación y realizada por un equipo de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCUYO puso al descubierto la realidad que se vive en los hogares de la provincia. En términos alimentarios, los comedores y merenderos calmaron el hambre de las familias con pastas, arroz y guisos. A esto se suma que seis de cada diez niños, niñas y adolescentes no realizaron actividad física por dificultades de conectividad y falta de motivación.
“A partir de los resultados parciales sobre comedores y merenderos en la pandemia, lo que surge claramente es que han suministrado alimentos a las familias para que no pasen hambre. ‘De cocinar dos ollas se pasó a tres’ es una expresión frecuente en las entrevistas a referentes de comedores barriales. Pero si nos basamos en la definición de seguridad alimentaria, que identifica el derecho a acceder a alimentos de calidad para llevar una vida sana, las comidas fueron deficitarias”, expresó Cecilia Molina, investigadora responsable de coordinar el estudio Efectos del aislamiento social, preventivo, en el ejercicio del derecho a la salud en las infancias argentinas, en el Nodo Cuyo.
De la investigación surge que las preparaciones que más se consumieron durante el aislamiento en Mendoza fueron guisos, arroz, mate cocido, tortafritas y pastas. En tanto, la carne de calidad de vaca, pollo o pescado no aparece en muchos relatos, al igual que las frutas y las verduras frescas, las cuales no son consumidas en lo cotidiano. El estudio revela que aparecen verduras como la papa y el zapallo "solo en los guisos", pero nada de fruta "porque es ‘muy cara’”.
Las primeras aproximaciones a los resultados finales de la investigación destacan que las dificultades alimentarias se acrecentaron durante la Fase 1 del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) que imposibilitó que trabajadores que viven "el día a día"’ pudieran continuar con sus actividades. En este sentido, “las entrevistas a madres dan cuenta de distintas realidades familiares con patrones comunes. En los casos de padres de familia changarines o albañiles de obra, al no tener permiso para circular, pararon de trabajar y frenaron los ingresos en los hogares”, detalló Molina.
Esta situación generó que las familias comenzaran a reorganizar su economía a partir de la pérdida del ingreso, y muchas tuvieron que acudir a comedores y merenderos para continuar alimentándose. En el caso de las zonas rurales, la falta de dinero se sintió con mayor intensidad, no al inicio del ASPO, sino durante la finalización de la cosecha.
Los comedores sociales cumplieron un rol fundamental al brindar acceso a alimentos y sociabilidad. Allí, niños, niñas y adolescentes pudieron intercambiar momentos afectuosos con las "tías", aquellas mujeres que prepararon las viandas de muchas familias y migrantes que se acercaron a pedir un plato de comida. "Lo que notamos en el relevamiento son las condiciones de precariedad. Si bien en todos los comedores hay respeto de los protocolos y se usan barbijos, cocinan con garrafas de gas, a la intemperie, en algunos no tienen baño o el agua no es potable”, afirmó Molina.
Sin embargo, en la mayoría de los casos, para las familias fue muy difícil aceptar que su alimentación dependía de un comedor. “Cuando a la gente se le preguntó, la mayoría prefería comer en familia y en su casa. Esto es a lo que apunta la Tarjeta Alimentar, que en nuestra muestra la recibe una minoría”, agregó.
En líneas generales, las familias destacaron que lo más difícil que transitaron durante el ASPO fue el hambre y la falta de comida. “Es muy duro al punto de que hay días que no había para que todos comieran”. En esos casos la estrategia era “darle algo a los niños, alargarles las sobras del día anterior” y para los grandes “algo caliente, líquido, antes de irse a la cama”. Estas fueron algunas de las respuestas más comunes que surgieron de la investigación.
Actividad física deficitaria, otra consecuencia de la pandemia
El aislamiento, especialmente en sus primeras fases, limitó el movimiento de la población en general, y las actividades que tradicionalmente se realizaban de manera presencial, pasaron a la virtualidad. En este sentido, aunque las conductas sedentarias ya se veían antes del inicio de la pandemia, esta las profundizó. La investigación realizada por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, arrojó que seis de cada diez niños, niñas y adolescentes de Mendoza no realizaron actividades físicas y recreativas por falta de conectividad o motivación.
“A partir de las entrevistas realizadas a los directores de Deportes de todos los municipios del Gran Mendoza y de San Rafael, se presentaron muchas coincidencias. Todos tuvieron que adaptar las actividades recreativas y deportivas a la virtualidad sin demasiado éxito: solo un 40 % pudo hacerlo por dificultades con la conectividad y falta de motivación”, destacan los resultados preliminares del estudio. Además, en las instancias de apertura, los chicos y chicas en su mayoría volvieron sedentarios y algunos con sobrepeso, lo cual dificultó no solo volver a practicar deportes sino retomar el mismo nivel de competencia anterior al ASPO.
Al inicio de la pandemia, la mayor parte de los espacios deportivos (polideportivos, gimnasios, CICs) que los municipios poseen para promover el deporte social y el deporte de competencia en las barriadas populares se transformaron en centros para la atención de enfermedades respiratorias y en algunos casos se acondicionaron como posibles centros de internación de enfermos de COVID.
“Algunos directores nos decían que estas condiciones de vulnerabilidad ya se venían observando antes de la pandemia, incluso en clubes e instalaciones deportivas municipales. En general, hacia el interior de los municipios, la pandemia ha puesto en foco la necesidad de mejorar las instalaciones deportivas”, concluyó Molina.
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