La constante pérdida del valor del peso y el síndrome de la heladera vacía
La inflación registra valores dramáticos y se impone como el gran condicionante de la elección presidencial de 2023. Cuánto menos podemos comprar con los mismos pesos.
La inflación se ha vuelto un mal endémico argentino que cada mes, por no decir semana, corroe el poder de compra de los ingresos y obliga a constantes ecuaciones y ejercicios de aritmética rápida en el súper para lograr el algoritmo que conjuga la compra con cierto ahorro, si es que se consigue. Es que, ¿quiénes son los afortunados que hoy pueden llenar un changuito en la Argentina? ¿Cuánto implica el precio de una compra semejante? La pérdida constante del valor del peso es proporcional al desgaste del salario real que dificulta el acceso a los bienes habituales de consumo y genera un progresivo deterioro social que germina en amplios sectores, como asalariados y cuentapropistas, que conviven con un costo de vida acelerado por lo menos desde 2018.
El Indec confirmó la cifra que todo el mundo sospecha, pero que no por eso deja de impactar cuando se difunde: la inflación acumulada en Argentina entre enero y octubre de 2022 alcanzó el 76,6 %. El mes pasado, el alza del costo de vida fue del 6,3 % a nivel país. En el caso de Mendoza, la DEIE comunicó que, con el rubro Alimentos y bebidas como el principal factor que acelera la inflación, el salto de septiembre a octubre fue del 6,2 %. Según la DEIE, la inflación acumulada en los primeros 10 meses del año alcanza el 78,8 %. En tanto, en comparación interanual, octubre-octubre, el incremento salta al 90,2 %.
#DatoINDEC
Los precios al consumidor (#IPC) subieron 6,3% en octubre de 2022 respecto de septiembre y 88% interanual. Acumularon un alza de 76,6% en los primeros diez meses del año https://t.co/nRPEP2f0vP pic.twitter.com/GObUJ6taC5— INDEC Argentina (@INDECArgentina)
La pérdida de valor del peso es una consecuencia directa de la carrera inflacionaria, que erosiona toda unidad de intercambio de valor. El economista de la UNCUYO Juan Víctor Diblasi sostiene: "Cuando nos referimos a la pérdida del poder adquisitivo del peso, en realidad estamos hablando de que con una unidad de bien se pueden intercambiar cada vez menos unidades de otros bienes, o, lo que es lo mismo, todos los bienes de la economía se encarecen en relación con un solo bien, que es el peso".
Al explicar las causas del proceso inflacionario, Diblasi señala que "el problema se presenta cuando el BCRA no es independiente y obedece a lo que le dicen desde Economía". "Esto es, si el Ejecutivo necesita pesos, le pide al BCRA que emita y le dé los pesos. El problema de esta política es que el abuso de estas operaciones lleva a que se separe la emisión de pesos de la realidad. El ejecutivo pide pesos al BCRA porque no le alcanzan los tributos ni la deuda para poder financiar los gastos".
En este sentido, al aumentar la cantidad de pesos de la economía, sin que ese aumento tenga relación directa con la cantidad de bienes producidos, se genera una anomalía: hay abundancia de un bien (pesos) que anticipa que los precios van a aumentar, ya que la cantidad de pesos tiene que de, alguna manera, “acomodarse” al resto de los bienes. Entonces, ya no nos alcanza la misma cantidad de pesos para comprar los bienes que solemos consumir, por lo que cada vez necesitaremos más pesos para comprar lo mismo.
El deterioro del peso, como reverso de la erosión inflacionaria, es un fenómeno medido por el IPC (Índice de Precios al Consumidor), que toma una canasta de bienes y hace un seguimiento de los precios que compara según las décadas. Por ejemplo: un pote de dulce de leche de 500 gramos costaba, en 1996, 1,15 pesos/dólares en pleno programa de la convertibilidad. Hoy tiene un valor aproximado de 300 pesos, pero no viene en un envase de 500 gramos, sino de 400.
Esta infografía de Focus Market ayuda a ilustrar mejor el deterioro progresivo del poder de compra del peso. En este caso, se mide el desempeño del billete de mayor denominación emitido hasta ahora, el de 1000 pesos, con respecto a la cotización del dólar. Esta unidad empezó a emitirse en noviembre de 2017. Ahora, si vemos la serie al inicio del periodo, hace 54 meses, se observa que un billete de $1000 equivalía a USD 51,87 en el 2017, para luego llegar a 2022 con una serie renovada, con un valor ajustado en dólares de 4,84. Un dato contundente que confirma que cada vez compramos mucho menos con lo mismo.
El economista José Vargas, de la consultora Evaluecon, señala: "El billete de 1000 pesos es el billete de mayor denominación en la Argentina y ha venido perdiendo poder de compra de manera vertiginosa en los últimos años, debido a los altos niveles de inflación, con un total del 88 % interanual, con proyecciones del 100 % para este año".
Para Vargas, el escenario de 2023 no arroja una perspectiva optimista al proyectar, según simulaciones, una inflación que se aproxime al 200 %, en un año marcado por el proceso electoral. "Argentina no tiene un plan político para desactivar la inercia inflacionaria; se consolida el 6 % de inflación de piso, que se viene observando desde julio. A esto hay que sumarle los meses estacionales, como diciembre con medio aguinaldo, ayuda social, bonos, fiestas, vacaciones, lo que representa un condimento extra, más las cotizaciones de los dólares que crecen de modo peligroso y generan un fin de año de riesgo en cuanto a lo económico y social".
El director de la Consultora Focus Market, Damián Di Pace, sostiene que la pérdida de valor de la moneda, más específicamente del billete de mayor denominación del país, confirma el deterioro que genera la inflación en todos los elementos de la economía. "Al derrumbe de más del 90 % del poder adquisitivo de este billete, se suma que el gobierno, ante la escalada de precios, solo usa la herramienta del cambio de serie y diseño del papel moneda. Hay una división de aguas clara entre la ocupación de los políticos del gobierno y la preocupación de la gente: los políticos, ocupados del diseño del billete; los argentinos, preocupados por su poder de compra, que no les permite llenar la heladera, lo que a su vez tiene un impacto psíquico social, que para nada hay que desatender”.
Para Diblasi, el problema general de la inflación es que los gobiernos gastan, no pueden pagar, le piden prestado al BCRA, y este, al prestarles, desasocia la cantidad de dinero del resto de los bienes. Concluye que este proceso se da junto con otros que traen pérdida de confianza de los actores económicos en el Ejecutivo y en el BCRA, y la consolidación de sectores con estructura monopolística y con concentración de actores.
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