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La importancia de nivelar la competencia lectora y narrativa para integrar a los alumnos en el contexto escolar.
Por Grupo LiNEL Incihusa-Conicet / Camila Balter, practicante del Incihusa
Publicado el 28 DE JUNIO DE 2019
Si consideramos al lenguaje como el alimento esencial para el desarrollo cerebral, indudablemente el tipo de dieta que se siga impactará en la constitución del cerebro.
La típica experiencia humana no remite a una interacción con cosas crudas, sino que ellas vienen envueltas en una narrativa que les da sentido. Mediante esas narrativas, el lenguaje teje los distintos sentidos que una misma cosa puede adoptar. El estudio del lenguaje debe hacer explícito el engranaje que le permite a nuestra fuerza creativa generar infinitas narrativas.
La riqueza de la lengua que maneja cada sujeto se correlaciona con la riqueza de su experiencia, con la cantidad de sentidos que puede encontrarle a una misma cosa. La lengua es un bien social que debería ser igualmente accesible a todos, con independencia de la clase o grupo social al que se pertenezca. Este es un punto crucial porque llevamos a cabo investigaciones que indican una marcada diferencia en las competencias lingüísticas entre grupos de niños de contextos socioambientales distintos, diferencia que perpetúa y profundiza situaciones de desigualdad social.
En un incipiente estudio allá por 2008, niños de de cinco años en contexto social vulnerable tendían a describir cada una de siete láminas que mostraban gente practicando distintos deportes como “están jugando a la pelota”. En contraste, los niños en contexto no vulnerable identificaron específicamente cada deporte ( “fútbol, tenis, vóley, básquet, golf, etc.”). La experiencia que acontece en la mente de un sujeto que puede especificar lo diferente es más rica que la que ocurre en la de alguien que "ve" lo mismo en lo diferente.
Es un mundo con menos colores, menos matices, menos contrastes, y ese mundo también involucra al sujeto que puede ver así menos cosas de sí mismo. Un sujeto puede distinguir una paleta de emociones donde otro ve siempre la misma, definitivamente aquel puede desarrollar una experiencia de sí mismo más compleja.
A partir de ese estudio informal, llevamos a cabo (Rivas 2011) una investigación más sistemática que mostró que el 80 % de un grupo de 50 niños en contextos vulnerables tenía un rendimiento lingüístico por debajo de la norma y que el 60 % presentaba muy poco desarrollo.
Ahora nos encontramos desarrollando una prueba de producción narrativa que, primero, nos permita especificar con más detalle qué áreas de la lengua son las más comprometidas y, segundo, qué tanto ese desarrollo menor afecta la producción (no solo la comprensión). El objetivo a largo plazo es aportar a la producción de material pedagógico que permita eliminar o, al menos, mitigar las diferencias en el desarrollo lingüístico entre niños de cualquier contexto social.
Es importante subrayar que los niños de contexto vulnerable tienden a manejarse con total competencia lingüística entre sus compañeros o amigos en la informalidad. Además, muestran habilidades socio-cognitivas que quizás sean superiores al de el otro grupo de niños. El desfasaje no es, entonces, comunicativo o cognitivo sino que se restringe a un tipo de lengua en particular, la que se usa en la escuela.
Es respecto de esta lengua que queremos fomentar su desarrollo porque las falencias aquí se correlacionan con fracaso y deserción escolar. La deserción y repitencia en muchos casos tiene que ver con un problema de orden lingüístico, no cognitivo, ya que tienen que esforzarse el doble para adquirir contenidos en una lengua en la que no están completamente familiarizados. No queremos que abandonen la lengua que usan en el barrio o inculcarles que hablan "mal", sino que fomentamos el desarrollo de otra lengua, la lengua escolar. El ideal sería poder usar fluidamente las dos lenguas.
Estudios de nuestro propio laboratorio muestran que la exposición a literatura de ficción de alumnos universitarios fue un mejor predictor de su rendimiento académico que la cantidad de horas que pasaban estudiando. Es decir que aquellos que leen principalmente por placer comprenden mejor todo tipo de textos, lo que les ayuda a estudiar. Si bien es cierto que esta correlación no implica causalidad, existe un efecto sinérgico o de “círculo virtuoso” entre la lectura recreativa y la habilidad de lectura: los mejores lectores son los que leen por placer y, al mismo tiempo, el volumen de lectura los hace mejores lectores.
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