La Biblioteca Central, un refugio del que se apropiaron los y las estudiantes
El edificio de dos plantas es un lugar de encuentro y estudio. Chicos y chicas cuentan por qué pasan muchas horas en este espacio. Destacan la comodidad, la amplitud, la luz natural, que pueden hablar, comer, acceder a las pizarras y a internet, además de la amabilidad del personal.
Ornela Aguilar, Uma Arlandis y Celina Arce dicen que les gusta el lugar por su amplitud y calidez. Foto: Unidiversidad
La Biblioteca Central Arturo Andrés Roig no es de la UNCUYO: se la apropiaron los y las estudiantes. No es una frase hecha. Solo hace falta asomarse al interior del edificio para comprobar que se instalan desde la mañana, que mueven sillas y mesas para ubicarse en grupo, que se disputan las pizarras, que se adueñan de este refugio donde pueden estudiar, hablar, compartir, comer, tomar mate y donde hay libros, computadoras, agua caliente, espacio, una buena conexión a internet, baños cercanos, luz natural, enchufes para cargar el celu, sus facultades a unos metros y personal que los recibe con amabilidad. Todo eso, por cumplir una sola regla: cuidarla.
“Yo lo siento como un lugar personal, tranquilo, amplio, donde nadie nos molesta y, además, te incentiva a agarrar el cuaderno, porque todos estamos en la misma”, dice Tomás Anglada (19), que comparte el mesón con Juan Cruz Cogo (20) y Luyain El Pachá (22), con quienes cursa el "pre" de Ciencias Económicas.
Esa misma sensación es la que tiene Antonella Labado (23), estudiante de la Licenciatura y el Profesorado en Letras. “Esta biblioteca es cómoda, me gusta escuchar esa especie de bullicio que hay. Me sirve más estudiar acá que en mi casa, porque el ambiente te lleva a eso, todos están en la misma sintonía", dice, mientras hace una traducción en una de las pizarras.
En la biblioteca hay computadoras y una buena conexión a internet, dos aspectos positivos que destacan chicos y chicas. Foto: Unidiversidad
Ese rumor de voces y el espacio enorme y luminoso son las características que más les gustan a Lautaro Fernández (22) y a Guillermo Britos (21), estudiantes de Arquitectura. Mientras trabajan en dos láminas que no entrarían en el mesón de ninguna otra biblioteca, cuentan que pasan aquí la mañana y cursan en la tarde. “Esto nos viene joya, acá estoy mil veces más cómodo que en mi casa, donde hay distracciones, donde el gato se me sube a la lámina. Acá estamos tranquilos, se siente ese silencio del estudiante, ese murmullo,” dice Guillermo.
Lautaro resume todo eso que le gusta de este edificio en una frase. “Es un lugar que te invita, nos ponemos con las láminas o estudiamos, es cómodo, es tranquilo, hay mucha luz natural. Es lindo el clima que hay”, explica.
Ricardo Zamora (39) y Miguel Salazar (36) interrumpen por un momento el repaso de sus apuntes de Derecho para contar qué les gusta de este lugar. “El ambiente es de estudio, es tranquilo y es como si estuvieras al aire libre, es muy luminoso. La información que busques está al alcance y el personal es excelente, te brinda todas las comodidades”, resume Ricardo.
Lautaro Fernández y Guillermo Britos aprovechan la comodidad de la biblioteca para trabajar en sus láminas. Foto: Unidiversidad
Un espacio de encuentro
Todas esas características que chicos y chicas destacan para elegir este espacio son las mismas que buscan potenciar las 20 personas que trabajan aquí en dos turnos, de 8 a 20. Hay una coincidencia ahí.
“Nosotros concebimos a esta biblioteca como un espacio donde se sientan tan cómodos como en su casa, o mejor, porque hay muchos estudiantes que no tienen un lugar en su casa, o tienen una familia numerosa, entonces les cuesta estudiar. Hay chicos que están toda la mañana y cursan en la tarde; llegan temprano, se van adueñando de los espacios. Acá no hay lugares fijos, entonces, de pronto, van cargando las sillas y se arman un lugarcito para el grupo. Lo de los pizarrones es muy gracioso porque luchan por ocuparlos, tenemos ocho y les vienen bien para estudiar. Nosotros tratamos de que estén cómodos, de que este sea un lugar de estudio, pero, más que nada, de encuentro”, dice a Unidiversidad Adrián Mendez, coordinador de la Biblioteca Digital y a cargo de la gestión de colecciones.
“Nosotros concebimos a esta biblioteca como un espacio donde se sientan tan cómodos como en su casa, o mejor", explica Mendez. Foto: Unidiversidad
Adrián, que considera a la biblioteca como el tercer lugar en la vida después de la casa y la escuela, cuenta que el equipo de trabajo tiene planes, que los concreta en la medida que consiguen fondos. Entre muchos otros, dice que le gustaría contar con más mobiliario, más pizarrones, y ofrecer en la primavera y el verano un lugar en el exterior, en la vereda o, lo que es lo mismo, en este lugar, en una porción de esos hermosos espacios verdes que caracterizan al centro universitario.
El coordinador cuenta la historia de este refugio de estudiantes que se levanta entre el cilindro del Centro de Información y Comunicación (Cicunc) y el Rectorado, y que fue la segunda biblioteca que se creó en la UNCUYO, después de la de Filosofía y Letras. Explica que guarda 65 mil ejemplares, además de estar suscripta a dos bases de libro digitales: una con 85 mil títulos, y otra, a través del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), que incluye 19 mil más.
Las pizarras son uno de los elementos más codiciados, porque facilitan el estudio. Foto: Unidiversidad
Este edificio —dice— se creó con la idea de albergar los textos de las distintas facultades, pero, cuando cada unidad abrió su propia biblioteca, se reconvirtió. Ahora tiene títulos de temáticas transversales, como género, medio ambiente o política universitaria, además de una réplica de la biblioteca personal del filósofo Arturo Andrés Roig, muchos de los libros del profesor Sebastián Touza –que murió en 2021–, sumados a literatura, a cuentos, novelas, que no hay en ninguno de los otros 23 espacios que conforman la red de bibliotecas de la UNCUYO.
Adrián se preocupa por aclarar que cualquier persona puede disfrutar de este lugar, que es público, abierto, aunque, para llevarse un texto, debe tener una conexión con la UNCUYO, es decir, ser estudiante, personal docente, nodocente o graduado, y sacar el carnet de socio. Con eso, y una clave y contraseña que le dan, puede acceder a todos los materiales.
"Me conviene estudiar acá, me concentro más que en mi casa. Me motiva porque todos están estudiando", dice Mariana Montaño. Foto: Unidiversidad
Un refugio estudiantil
Es una mañana luminosa y el sol ingresa por el techo vidriado del edificio de la Biblioteca Central, en la que no hay cubículos ni divisiones, por lo que personal y estudiantes comparten el espacio. En la planta baja hay estanterías con libros, mesones, sillas, sillones, pizarrones, una hilera de computadoras y, en la alta, espacios para compartir y estudiar en grupo. Se escucha un bullicio que no molesta, que permite conversar, estudiar.
Aún con un movimiento tan intenso, todo está limpio y ordenado, porque esas son premisas del equipo, el pedido que hacen a quienes pasan muchas horas en este lugar. Y lo cumplen.
Lucila Flores y Mayra Vilamani, estudiantes de la Licenciatura en Enfermería, destacan la tranquilidad del lugar. Foto: Unidiversidad
En uno de los mesones, Mariana Montaño (22) repasa apuntes de su carrera, Odontología, y cuenta por qué elige esta biblioteca. “Yo vivo en Ugarteche, entonces me conviene estudiar acá, me concentro más que en mi casa, me motiva porque están todos estudiando. Además, hay espacios de lectura, pizarrón y muchas ventanas”, resume.
Gonzalo Muzzachiodi (20), Matías Arenas (22) y Tomás Saldívar (21), estudiantes de la carrera de Higiene y Seguridad del Instituto Tecnológico Universitario (ITU), suman su opinión. Destacan la comodidad del lugar, que les posibilita discutir los temas, y sobre todo, que no existen distracciones, que hay una misma sintonía de estudio y de trabajo.
Gonzalo Muzzachiodi, Matías Arenas y Tomás Saldívar, estudiantes del ITU, pasan la mañana en la biblioteca. Foto: Unidiversidad
Unos metros más adelante, leen Ornela Aguilar (20), Uma Arlandis (20) y Celina Arce (19), estudiantes de Medicina. Resumen las razones por las que eligen este sitio: la calidez, la amplitud, la luz, que pueden hablar, discutir sobre un tema con libertad, que pueden almorzar y, cuando se cansan, salen al patio, a disfrutar de los espacios verdes. Gastón Castro (23) y Dámaris Arabena (21), estudiantes de Ciencias Económicas, destacan tres cosas que les gustan: la tranquilidad, la buena conexión a internet y los pizarrones, que les sirven para estudiar y donde ya estamparon números y fórmulas.
“Esta biblioteca es cómoda, me gusta escuchar esa especie de bullicio que hay", dice Antonella Labado. Foto: Unidiversidad.
En unas de las computadoras disponibles trabajan Valentina Salinas (22) y Abril Fragapane (24), estudiantes de la Licenciatura en Turismo. Comentan que cursan en la tarde, de 17 a 21, por lo que aprovechan la comodidad de las instalaciones para estudiar por las mañanas, hacer apuntes, estudiar en grupo o buscar datos en internet.
Sofía Zavalla (33) y Antonella Vicario (33), estudiantes de Odontología, comparten su experiencia. Dicen que el espacio es cómodo, que se puede hablar, pero que, al mismo tiempo, hay un ambiente de estudio, y que les vienen bien las pizarras y el agua caliente para tomar algo mientras repasan.
Cada una de estas voces, de estas experiencias, su permanencia durante horas en este lugar, son la muestra de que la Biblioteca Central Arturo Andrés Roig ya no es más de la UNCUYO. No es una frase hecha. Solo hace falta asomarse al edificio para entender que se la apropiaron los y las estudiantes, que se adueñaron de este espacio que sienten como un refugio de encuentro y de estudio.
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