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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
Así lo planteó José Armando Boninsegna, investigador superior del Conicet. Dijo que es imperioso cambiar el modelo en el que el hombre cree ser el centro y dueño del mundo.
Para el investigador existe una relación entre la aparición de una pandemia y la concentración de la población en las grandes ciudades. Fotos: Municipalidad Ciudad de Mendoza.
Verónica Gordillo
Publicado el 13 DE MAYO DE 2020
La población mundial es de 7700 millones de habitantes y se espera que en 30 años llegue a 9700 millones, de acuerdo a datos publicados por Nacionales Unidas. Para el investigador superior del Conicet José Armando Boninsegna, existe una relación entre la aparición de pandemias como la de COVID-19 y el enorme crecimiento poblacional, así como su concentración en grandes ciudades y las facilidades de traslado que permiten los medios de transporte.
El ingeniero agrónomo, que se recibió en la UNCUYO, trabajó hasta su jubilación en el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla) en temas relacionados con el cambio climático. Propone utilizar un concepto superador, el de cambio global, porque no se restringe al clima, sino que abarca todas las afectaciones que el hombre produce al medio ambiente.
Boninsegna comparte los conceptos del sociólogo estadounidense Jeremy Rifkin, considerado el padre de la Tercera Revolución Industrial, basada en la confluencia entre las nuevas tecnologías de la información y las energías renovables. En ese sentido, dice que esa revolución ya comenzó y que la regla de oro es pensar globalmente y actual localmente.
El investigador asegura que el modelo del hombre como dueño del mundo es insostenible y que hay muchos cambios que los ciudadanos, los dirigentes políticos y los empresarios mendocinos pueden poner en marcha o profundizar para caminar hacia una forma de vida y organización más amigables con el medio ambiente. Brinda algunos ejemplos prácticos de lo que cada persona puede hacer en su vida cotidiana.
Aquí, parte de la charla de Unidiversidad con el investigador superior del Conicet.
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Las razones de la pandemia
En el Día Internacional de la Tierra, más de 500 organizaciones firmaron la proclama “Un planeta, una salud”, que vincula directamente la actual pandemia con la destrucción ambiental, ya que destacan que no es un desastre natural, sino que, al igual que la extinción de especies y los extremos climáticos, son causados por el hombre. ¿Cuál es su opinión?
Me parece importante señalar algunos conceptos. No existen desastres naturales: hay fenómenos naturales que provocan desastres. La idea de desastre es centrada en el hombre, percibimos que algo es desastroso cuando afecta nuestros intereses, salud o bienestar. Las epidemias y/o pandemias son fenómenos naturales, que pueden ser desastrosos para el hombre cuando afectan la salud, como el coronavirus, o afectan la economía, como ha ocurrido con plagas que diezmaron cosechas. No tengo claro si hay un vínculo directo entre esta pandemia del coronavirus y la alteración del ambiente. Por ejemplo, algunas teorías sostienen que el virus fue “fabricado” en un laboratorio; otras, probablemente más creíbles, que saltó desde un hospedante animal al hombre. De ser esto cierto, no indicarían una relación directa con la destrucción del ambiente, sino a través de una cadena de sucesos. Me parece que estas epidemias están más ligadas al enorme crecimiento de la población humana, a su concentración en grandes ciudades y a las facilidades en el transporte. Sin embargo, no se puede descartar que el fenómeno del salto o pasaje de un organismo parasitario como los virus a otros hospedantes se vea acelerado por la disminución de la cantidad de huéspedes primarios debido a la acción antrópica. Por otra parte, es importante señalar que la extinción de especies tiene múltiples causas y que ha ocurrido a lo largo de toda la historia de la vida en la Tierra. Algunas de ellas sí están causadas por el hombre directamente, por la destrucción de ambientes naturales, y otras, por la contaminación de estos ambientes. En este concepto incluyo lo que conocemos como cambio climático, ya que en realidad es una contaminación de la atmósfera con los llamados gases de invernadero, como el anhídrido carbónico, el metano y los óxidos nitrosos. Desgraciadamente, con mucha frecuencia nos encontramos experimentando nuevos “extremos climáticos”. Por ejemplo, sostuvimos que 2010 era un año extremo de temperatura, pero luego fue superado por 2018 y 2019. Es decir, cada vez alcanzamos nuevos niveles. El hombre está indudablemente alterando el clima de forma acelerada, cuyos efectos estamos comenzando a percibir, como el derretimiento de glaciares, sequías y olas de calor, entre otros.
Sin dicotomía: con un pueblo enfermo, no hay economía
No hay dicotomía: simplemente, porque no hay economía posible con un pueblo enfermo, una necesita de la otra. Por eso, la pandemia obliga a los Estados -sin importar sus regímenes- a replantearse nuevas estrategias de supervivencia política, económica, social y cultural.
En el mismo documento se asegura que, a medida que invadimos ecosistemas forestales, destruimos los hogares de las especies y manipulamos las plantas y animales para obtener beneficios, creamos las condiciones para nuevas epidemias. ¿Cuál es su visión?
La destrucción de los hábitats está ligada a la pérdida de biodiversidad y a la concentración de ecosistemas “monoespecíficos”, que son más vulnerables a epidemias. No se puede descartar que la pérdida de hospedantes, de alguna manera, impulse a organismos, como el caso del coronavirus, a buscar otros hospedantes, y por ello ahora afecta al hombre. Es probable que el mismo fenómeno se vea en otras especies que resultan susceptibles a enfermedades que antes no las afectaban. La creación de organismos transgénicos hasta ahora no ha sido probada como peligrosa para el ambiente o para los seres humanos. Sin embargo, al tener la tecnología necesaria para realizar esta manipulación, la posibilidad de alterar organismos como virus para hacerlos más letales y usarlos como armas no es descabellada.
Vuelvo a ese trabajo, donde también se plantea que la pandemia demostró que las grandes cadenas alimenticias se derrumbaron y que son las comunidades locales las que pueden proporcionar y distribuir los alimentos, por lo que resaltan el concepto de la soberanía alimentaria. ¿Cuál es su opinión?
La pandemia demuestra la fragilidad de los sistemas económicos del presente. Es cierto que, en muchos lugares, la cadena alimentaria se ha visto interrumpida. La producción de alimentos aparentemente no ha sido tan afectada como su logística, distribución y almacenaje. Por ejemplo, en nuestra provincia hay problemas con la papa y otras cosechas, no solo en su acceso al mercado local, sino también a la exportación. En países como el nuestro, con gran parte de la economía en modo informal, la falta de actividad por la cuarentena hace que sectores importantes de la población no tengan los recursos para adquirir comida. Las cadenas alimentarias en general estaban comprometidas antes de la pandemia. Se desperdicia el 30 % del alimento producido por distintas causas; esto no es una mala noticia, sino al contrario, ya que significa que, mejorando la distribución, conservación y almacenado, se podría aumentar la disponibilidad sin necesidad de incrementar la superficie productiva. Por otra parte, la concentración en mercados con pocas facilidades de animales vivos de distintas especies, se ha postulado como una de las causas del salto de organismos patógenos al hombre. Argentina, como productor primario, probablemente tenga soberanía alimentaria, si por ello entendemos la capacidad de producir todo el alimento que se consume en el territorio del país. Otros países no pueden tener esa facilidad por el número de población y/o por su situación geográfica, y necesitan importar.
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Tercera revolución y glocalización
El sociólogo estadounidense Jeremy Rifkin plantea que estamos ante la amenaza de una extinción, ante una nueva era, y que no podemos seguir como hasta ahora. ¿Cuál es su opinión?
Jeremy Rifkin es uno de varios autores que, con gran lucidez, advierten que el colapso de nuestra sociedad es inevitable. En particular, señala que el cambio global (prefiero este concepto porque incluye acciones del hombre como contaminación y polución de ambientes terrestres, ribereños y marinos) se acelera y es catastrófico no solo para el hombre, sino para toda la biodiversidad. La extinción de especies se ha acelerado y la perspectiva es que aumente. Rifkin postula la imperiosa necesidad de cambiar toda la matriz energética basada en el uso de combustibles fósiles por energías alternativas no contaminantes. Otro autor que se encuentra en la misma línea de pensamiento es Richard Wilkinson, que avanza en el concepto de que para cambiar efectivamente los comportamientos sociales se requiere nivelar las desigualdades de la sociedad. Yo coincido con ambos autores en que estamos llegando a un momento en que resulta imperioso cambiar nuestros paradigmas.
Rifkin también asegura que estamos ante las puertas de la tercera revolución industrial, donde ya no podrá seguir la globalización como la conocemos, sino que propone el término glocalización. ¿Cual es su visión?
Es correcto. Creo que esta tercera revolución industrial ya ha comenzado, basta mirar cuántas fábricas ya utilizan líneas de ensamblaje con robots, o la irrupción de las impresoras 3D, o el impresionante avance de Internet. Rifkin es un admirador de la Unión Europea como organización que permitió, dentro de la diversidad de pensamientos políticos, encontrar una hegemonía en la lucha por el cuidado del medio ambiente. Esto es fácil de comprobar si se leen, por ejemplo, los llamados a financiación de proyectos por la Comisión Europea de Ciencia. Energías no convencionales, baja en la emisión de gases de efecto invernadero, economía circular y eficiencia son los temas líderes. Creo que esta “glocalizacion” es un gran ejemplo a seguir. Nuestro país tiene algunas ventajas importantes y también desventajas. Las ventajas son una población culturalmente bastante homogénea, con nivel de educación elevado. La desventaja es, a mi juicio, la falta de dirigentes comprometidos con realizar estos cambios. Están mas enfrascados en las discusiones de ideologías perimidas, sin darse cuenta de que el mundo ya cambió y nos está pasando por encima.
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El desafío de un nuevo pacto global verde
Desde hace tiempo se repiten las protestas en el mundo, lideradas sobre todo por jóvenes, para exigir un nuevo pacto verde global, que deje de lado el modelo basado en combustibles fósiles para pasar a uno sostenible. Este pacto y este cambio, ¿son posibles?
Los jóvenes de hoy enfrentan un gran desafío. No es fácil protestar contra el status quo, ser al mismo tiempo coherentes y no repetir los errores que nosotros hemos cometido. Un pacto verde implica tocar intereses muy poderosos que, por supuesto, no quieren perder un ápice de las ventajas de las que gozan con el sistema actual. De manera que no creo que sea posible alcanzarlo sin un gran cambio en la educación, en la concientización y en el compromiso que la sociedad sea capaz de construir. El modelo antropocéntrico en el cual el hombre es el dueño del mundo ya no es posible de sostener. Es urgente reemplazarlo por otro paradigma en el que el hombre no sea el centro de la creación, sino un integrante más del ambiente al cual se debe y tiene que cuidar. Esto implica el compromiso de encontrar formas del desarrollo que sean totalmente amigables con la naturaleza. Es muy fácil decirlo, pero me temo que hacerlo realidad será muy difícil, no solo por los intereses que hemos mencionado, sino porque llevará bastante tiempo, y mucho tiempo antes de que se produzcan daños irreparables (como las extinciones de las que habla Rifkin) no tenemos.
Los gobiernos, los líderes mundiales, ¿entienden la necesidad de cambio? ¿Hay prácticas concretas que marcan ese camino?
Pocos, si acaso alguno. Creo que quizás dentro de la Comunidad Europea exista más conciencia y se avance hacia el ideal de una economía no basada en el carbono. Debo reconocer que el cambio de una matriz energética no es simple, requiere altas inversiones y no permite errores. Es decir, no se puede cambiar de un día para el otro y se debe estar muy seguro de lo que se hace, apostar al modelo correcto. La verdad es que aún no hay soluciones técnicas homogéneas que señalen una dirección determinada. Si apuesto a los autos eléctricos, debo disponer una infraestructura que es distinta a si apuesto a los de hidrógeno. Aún los sistemas de almacenamiento de energía no satisfacen, por ejemplo, las necesidades para el transporte de materias a largas distancias. La primera cosa que los políticos y dirigentes (empresarios, etc.) deben hacer es cambiar ellos. Deben dejar de mirarse el ombligo y darse cuenta de que sus pequeñas discusiones ideológicas ya están perimidas. Ya no existe derecha o izquierda, los “ismos’ de hace 10 años no tienen mayor sentido. Ni la acumulación de capital ni la plusvalía del trabajo tienen cabida en la sociedad del futuro en la que la energía sea abundante y prácticamente gratuita, con robots que hagan la mayoría de las labores y comunicaciones eficaces. La misión de los hombres será cuidar de la naturaleza, restaurar el ambiente y desarrollar el intelecto. ¿Utopía? Sí, pero qué lindo seria…
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¿Qué pueden hacer los ciudadanos para impulsar el cambio en sus comunidades, en sus casas, en su vida cotidiana?
Mucho. Creo que la regla de oro es “pensar globalmente, actuar localmente”. Debemos empezar por nuestras comunidades aquí, en Mendoza, y ahora. Debemos reflexionar sobre cuáles son nuestras mayores falencias. Cada uno seguramente encontrará algunas comunes a varios y otras más particulares, pero que pueden marcar la dirección en que se debería actuar. Permítanme enumerar las mías. Creo que Mendoza y el país necesitan apostar a una urgente modernización. Puede pensarse que esto es muy caro, pero es al contrario, creo que en muchos casos se requiere de voluntad política y capacidad de organización. Por ejemplo, ¿cómo es posible que muchas áreas gubernamentales y de la justicia aun sigan utilizando expedientes en papel? Es mucho más barato y eficiente tener todo el sistema digitalizado. Sé que se ha avanzado en ese sentido, pero aún falta mucho. Hay muchos lugares cercanos a Mendoza Capital donde los servicios de internet son muy deficientes. Para pensar en mejorar y ahorrar energía y contaminar menos, la conexión a una muy buena y eficiente red de Internet es fundamental. Creo que es imperativo aumentar la prevención de riesgos. Siempre tendremos viento zonda, siempre tendremos granizo, siempre tendremos heladas: no esperemos a que sucedan, vayamos un paso adelante. Por ejemplo, tenemos cables tendidos de todo tamaño y color. ¿Por qué no tenderlos bajo suelo? Sí, es muy caro hacerlo ahora, pero en nuevos barrios se puede prever y hacerlo de una vez. Es cuestión de planificar. No menciono los terremotos para no tentar a que suceda alguno grande… ¿Cómo es posible que en Bélgica, país con gran cantidad de días nublados, se vean paneles solares en la mayoría de las casas y aquí en Mendoza sean una rareza? Se dice que las compañías de electricidad presionan porque perderían parte del negocio. En otros lugares se han asociado con los usuarios que ahora producen energía y, cuando no la consumen, la entregan al sistema, con lo cual queda un excedente para industrias. Si no quieren, habrá que buscar otras compañías. ¿Cómo es posible que en gran parte del mundo se recicle y se avance hacia “basura cero” y aquí sigamos contaminando alegremente? Hay algunos intentos, no digo que no, pero obviamente no alcanza. Por ejemplo, ya hay tecnologías como para permitir biodigestores que transforman los residuos orgánicos domiciliarios y de algunas industrias en biogás.
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