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Investigadores del Conicet aseguran que durante los meses de confinamiento se redujo la contaminación del aire, y postulan que la recuperación económica post COVID-19 debe ser amigable con el ambiente.
Cóndores volando en un hábitat aéreo bien conservado (Foto: Conicet).
Unidiversidad / Fuente: Prensa Conicet
Publicado el 09 DE FEBRERO DE 2021
Un artículo publicado por especialistas del Conicet afirma que la antropausa tuvo efectos positivos sobre el hábitat aéreo en un corto plazo. Al mismo tiempo, señala que si para conseguir una pronta recuperación económica se adoptan las estrategias de crecimiento previas a la pandemia, estas consecuencias benéficas pueden ser rápidamente borradas. Como alternativa a dicha salida, el trabajo postula que las agendas económicas y ambientales posteriores al COVID-19 deben ir de la mano y valerse, para ello, de los cambios observados durante la antropausa.
Se denomina antropausa a la drástica reducción de la actividad humana provocada por la pandemia de COVID-19, como consecuencia de las medidas de confinamiento implementadas por gobiernos de todo el mundo para evitar la propagación de la enfermedad.
Una de las consecuencias de este breve parate, que está siendo objeto de diversas investigaciones científicas en todo el mundo, es que se redujo el impacto de ciertas actividades humanas sobre el ambiente. En lo que respecta al hábitat aéreo es posible advertir este efecto, sobre todo, en un decrecimiento de la fragmentación y la polución (química, lumínica y sonora) aérea.
Se denomina fragmentación del aire a la creación de barreras artificiales permanentes (como edificios o parque eólicos) o temporales (por ejemplo, aviones o drones) que dividen funcionalmente el hábitat aéreo e impiden el movimiento de especies silvestres.
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El escrito fue publicado en la revista Trends in Ecology & Evolution.
“La pandemia nos dio la posibilidad de poder aprovechar el experimento de ver qué pasa con el impacto humano en el ambiente si frenamos todos, si no producimos todo lo que estamos acostumbrados a producir, si nos movemos menos en auto, si se reduce el número de vuelos. Es imposible pedirle al mundo que se detenga porque queremos ver qué pasa cuando eso ocurre, pero el confinamiento a causa de la COVID-19 nos dio la posibilidad de estudiarlo”, señala Sergio Lambertucci, investigador del Conicet en el Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (Inobioma Conicet-Uncoma) y uno de los tres autores del trabajo.
Foto: Conicet.
“Nosotros evaluamos lo que ocurrió en un breve período de tiempo, unas diez semanas, en las que casi todo el mundo entró en confinamiento, y encontramos distintas evidencias que muestran cómo esta pausa tuvo un impacto positivo tanto sobre la especies aéreas (que se vieron mucho menos afectadas, por ejemplo, por colisiones con aviones), como en reducciones de los niveles de contaminación química, lumínica y sonora de ese hábitat. Lo que planteamos, también, es que esto debe tenerse en cuenta de cara al futuro”, agrega Santiago Zuluaga, becario doctoral del Conicet en el Instituto de Ciencias de la Tierra y Ambientales de La Pampa y primer autor del artículo.
El trabajo plantea dos escenarios hipotéticos alternativos de cara al futuro próximo, uno que implica un regreso a la vieja normalidad y otro en el que la reconstrucción post COVID-19 vaya de la mano con contemplar el cuidado del ambiente. Estos escenarios los evalúa con relación a tres impulsores del impacto humano en el hábitat aéreo: la polución (química, lumínica y sonora), la fragmentación del aire y el cambio climático.
Mientras en el primer caso se retornaría a una senda de daño hacía el espacio aéreo y a las especies que viven y en él, en el otro habría medidas que permitirían aminorar el impacto antrópico sobre la vida silvestre, sin obstaculizar por ello la necesaria recuperación post-pandemia.
“Hay que entender que esta centralización de los seres humanos en sí mismos, despreocupándose de sus impactos en la naturaleza, fue también lo que llevó a la pandemia y, como consecuencia, a la recesión económica actual. La pandemia nos permite entender en qué medida estamos conectados con la naturaleza y cómo nuestra vida y bienestar dependen de ella. Esto nos lleva a la propuesta de volver a la normalidad, pero de mejor manera”, señala Karina Speziale, investigadora del Conicet en el Inibioma y coautora del artículo.
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