Juicios de lesa humanidad: testificar como una forma de resguardar la memoria
Ricardo Alberto Alliendes brindó testimonio en dos de los procesos que se realizaron en Mendoza; el último fue en el noveno juicio que concluyó en junio. Dijo que es importante que la población sepa lo que pasó y tenga memoria. Fue detenido junto con su familia e incomunicado durante 79 días.
Ricardo Alliendes fue detenido en forma ilegal en 1976, junto con su papá, su mamá y su hermana. Foto: Unidiversidad
Ricardo Alberto Alliendes (68) dijo que los juicios de lesa humanidad tienen un objetivo claro: que la ciudadanía sepa lo que pasó en Mendoza, que no olvide, que tenga memoria, porque es el mejor reaseguro de la democracia. Por eso, declaró como víctima en el noveno proceso, que concluyó el 2 de junio, y aseguró que seguirá dando testimonio de lo que vivió su familia porque no quiere que nadie enfrente una situación similar.
Luego de la sentencia del noveno juicio de lesa humanidad que se desarrolló en Mendoza, Alliendes contó a Unidiversidad su historia y la de su familia. Comentó que los procesos judiciales son importantes, que colaboran en la construcción de la memoria y que no se trata solo de situaciones del pasado, sino que es necesario que la ciudadanía tome conciencia sobre la importancia de no cercenar opiniones, de no fogonear actos de violencia ni profundizar la grieta, que, aseguró, no es un fenómeno nuevo ni local, sino un problema de la condición humana.Alliendes testificó en dos de los juicios de lesa humanidad que se realizaron en la provincia. Foto: Unidiversidad
La sentencia
Alliendes testificó en dos juicios de lesa humanidad que se realizaron en la provincia; el último, el noveno, en el que se unificaron ocho causas que incluyeron a un centenar de víctimas, 60 de las cuales permanecen desaparecidas o fueron asesinadas, de acuerdo al sitio Lesa Humanidad Mendoza. La misma fuente consignó que se juzgó a 20 personas pertenecientes al Destacamento 144 de Inteligencia del Ejército, de la Fuerza Aérea, así como del D2 y de la Comisaría 7.ª.
El 2 de junio pasado, siempre de acuerdo a la crónica de Lesa humanidad Mendoza, los integrantes del Tribunal Oral Federal 1 de Mendoza (TOF 1) condenaron a todos los acusados. Dictaron prisión perpetua a seis: Hugo Luis Zalazar (Ejército), Ramón Dagoberto Álvarez, Armando Osvaldo Fernández, Marcelo Rolando Moroy y José Esteban Roccato (Policía de Mendoza), y Juan Carlos Alberto Santa María (Fuerza Aérea). El resto recibió penas menores y quedó en libertad, ya que el Tribunal consideró cumplidas las penas, dado que estaban en prisión preventiva desde 2015.
El fin del proceso fue importante para Alliendes. Dijo que, cuando comenzaron los juicios, pensó que nunca concluirían, que no pasaría nada, mucho menos llegar a una sentencia.
Detención ilegal
Ricardo recordó los sucesos de aquel sábado de 1976, un día franco de su trabajo, en la empresa estatal Obras Sanitarias. Contó que allanaron su casa, ubicada en Panquehua, Las Heras; que, luego de destruir puertas y muebles, detuvieron a la familia: a su papá, Segundo Alliendes; a su mamá, Eda Sbarbati; a su hermana, Silvia Rosa, y a él. Los trasladaron por separado: a las mujeres, al Casino de Suboficiales, donde estaban otras personas, como Vilma Rúpolo y Luz Faingold, mientras que a ellos los llevaron primero a la Comisaría 16; luego, al Liceo Militar General Espejo, y poco después, a la Compañía de Comando y Servicio del Ejército. Después de 79 días de pasar por innumerables interrogatorios, que incluyeron golpizas, Ricardo recuperó la libertad; le siguió su papá y, unos días más tarde, también su mamá y su hermana.
Después de meses, la familia volvió a reunirse en su casa y comenzaron los cuchicheos, las historias sobre por qué los detuvieron. La más inverosímil –recordó– fue que habían encontrado un depósito de nitroglicerina en el techo. Ninguna era cierta.
Ricardo contó que su papá era simpatizante del Partido Socialista primero y del Comunista después, pero que nunca fue un militante activo, mientras que él no tenía participación alguna, sino que se dedicaba a su trabajo en la empresa estatal. Dijo que, cuando lo liberaron, volvió a su puesto gracias a la ayuda de uno de sus jefes y a que fue uno de los pocos detenidos a quienes les dieron un papel en el que decía que había sido “por averiguación de antecedentes”, con la firma y sello de la persona a cargo.
Alliendes comentó que el proceso de los juicios comenzó a principios del 2000, año en el que personal judicial fue hasta la casa familiar para informarle sobre el inicio de las investigaciones y para preguntarle si quería testificar en la causa, cosa que finalmente hizo.Los integrantes del Tribunal condenaron a todos los imputados del noveno juicio de lesa humanidad. Foto: Unidiversidad
Contra el olvido
¿Qué significa para usted haber llegado a un juicio y a una sentencia?
Es como recordar el juicio de Núremberg, que se hizo después de 40 de años a los nazis. Es prácticamente lo mismo, porque acá hubo muertos, hubo desapariciones; no hubo holocausto ni campos de concentración con 20 mil personas, pero sí más chicos, como Las Lajas o El Carrizal, la Comisaría 16.ª, la 7.ª, que eran campos de concentración más chicos, pero el resultado fue el mismo. Creo que los juicios ayudan a que la gente conozca, a que tome conciencia, porque cuando te dicen que por algo estuviste preso, no, fue por pensar distinto, porque a alguien se le ocurrió llevarnos presos, porque el Ejército y la policía se manejaron de esa manera, ibas preso y listo. Cuando estaba en el Liceo Militar Espejo, vi cómo llegaba gente golpeada, como un señor que era sastre, que estaba esperando el micro en el Puente Olive para irse a General Alvear y lo detuvieron por eso. Y el caso más patético fue el de un hombre que tenía una pensión en calle Azcuénaga de Godoy Cruz: se le fue un inquilino que dejó un arma de fuego, el señor llevó el arma a la policía y lo tuvieron 15 días por acopio de material de guerra. O en la comisaría 16.ª, que, cuando llegamos, conversamos con un señor que había sido diputado, el doctor Cuevas, que estaba preso porque en la Asamblea Legislativa de Mendoza, cuando asumió, había pedido por educación, por salud, y se lo llevaron preso porque dijeron que era amigo de Fidel Castro. De ahí no lo vi más, no supe más nada, no sé si está vivo, pero ese caso me quedó grabado porque era un abogado, era diputado y se lo llevaron preso. Esos eran los criterios que usaba esta gente: era el exterminio o el acallamiento total, que nadie dijera nada, que todos se quedaran calladitos, y lo lograron por más de siete años. Entonces, es importante que la gente sepa lo que pasó en Mendoza.
¿Por qué decidió testificar en los juicios?
Es lo que te decía, lo más importante es que la gente conozca lo que pasó y tenga memoria, que lo conozca y que haga memoria de lo que pasó en esa época y lo que está empezando a pasar ahora en Jujuy. Eso lo viví en esa época, me hizo acordar a lo que pasó en el 72, en el Mendozazo, porque ¿qué hacía la policía de Mendoza, a quién le pegó? A las maestras, que estaban en su sindicato. ¿A quién le pegaron en Jujuy¿ A los maestros. Por eso digo que la gente tiene que hacer memoria, porque lo que pasa en Jujuy pasó acá en el 72, y por eso es tan importante hacer memoria.
¿Está conforme con el proceso, con la forma en que se realizó?
Sí, digamos que sí. Creo que ese militar que me llevó preso a mí y a mi familia, y que fue condenado penalmente, también tiene que pagar con sus bienes, no solamente con la cárcel. Yo no puedo hacerle un juicio por daños y perjuicios, que es donde más les duele. Le hacen un juicio por lesa humanidad, pero no pagan lo que debería ser un resarcimiento económico, que es donde más les duele, dejarlos sin nada, para que vean que lo que hicieron se tiene que pagar no solo en la cárcel. Entonces, de alguna manera son impunes.
¿Qué significó encontrarse con otras personas a las que les pasó lo mismo y que también dieron testimonio?
Fue la posibilidad de reconocer en otro lo que viví. Es como un reconocimiento colectivo. Aunque yo he tenido muy pocas consecuencias al lado de otras personas, los relatos que escuchamos en los juicios son de terror, lo que han vivido es tremendo, y ese terror lo ejerció el Estado. La gente no toma conciencia sobre eso y no saben lo que es, dicen: "Hay que matarlo al negro, al que piensa así hay que matarlo", y vemos ahora la profundización de esos dichos, esa grieta que existe desde que el hombre es hombre. No es una grieta que inventó un periodista, existe desde que el hombre es hombre y se organizó para vivir en sociedad, en una pequeña tribu, en una pequeña comunidad. En ese momento empezó la grieta y, lamentablemente, si no tomamos conciencia, vamos a seguir sufriendo lo mismo.
¿Pensó que los juicios se realizarían terminarían con sentencias?
No, llegué a pensar que no iba a pasar nunca nada, que ya pasó y mucha gente no quería revivirlo; yo no quiero eso. Por eso digo que es tan importante que la mayoría de la población tome conciencia sobre dónde está parada, qué defiende, qué intereses voy a defender, porque muchos, por un puestito, por una prebenda, que la mayoría de las veces son las que tienen los grandes empresarios, los grandes políticos, defienden cualquier cosa.
¿Usted seguirá acompañando los nuevos procesos, más allá de que testificó en dos causas?
Yo voy a seguir acompañando y hasta el último momento voy a dar testimonio de lo que vivimos como familia, porque no quiero que ni a mis hijos, ni a mis nietos ni a ninguna otra persona le pase lo mismo.
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