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04 DE NOVIEMBRE DE 2024
La noche antes de su presentación en el Teatro Plaza, el poeta acompañado por Rodolfo Mederos dialogó por más de una hora con un par de cientos de mendocinos que desafiaron el frío del domingo para encontrarse cara a cara con un hombre único. Retazos de una charla que fue como en el living de nuestra casa.
Foto: Axel Lloret.
El hombre entra no por el frente sino por la puerta de atrás, recorre entre el pasillo los pocos metros que lo separan del estrado y va aplaudiendo a quienes, percatados por su entrada comienzan a aplaudirlo. Primera manifestación de humildad. A su lado, Diego Gareca, responsable del área de Derechos Humanos, y artífice de la venida de Gelman a Mendoza. Del otro lado, el maestro Rodolfo Mederos. Gareca presenta, lee una carta de Osvaldo Bayer, otro grande que pisó Mendoza gracias a sus buenos oficios, y rápido cede la palabra al maestro.
“Este es un espacio para conversar, de modo que no traje nada preparado”, dice, e invita a quienes quieran a dialogar con él. Las preguntas que vendrán tendrán mucho que ver con la militancia, los derechos humanos, su incansable búsqueda de la verdad y por supuesto, la poesía.
“Estoy bien, viviendo este momento de mi vida medio de regalo, tengo 81 años”, afirma, para luego asegurar que en los últimos tiempos se siente un aire nuevo porque a partir de la llegada de Néstor Kirchner, se ha dado un paso enorme para "condenar a los asesinos". Por supuesto que no hay que olvidar, y Gelman lo remarca, “a la resistencia de las Madres de Plaza de Mayo y a los cambios en la Corte Suprema de Justicia".
Y la dictadura, esa que se llevó a su hijo y a su nuera y que se apropió de su nieta, sigue estando presente en la conversación. “Tenemos que entender que la dictadura fue un hecho cívico-militar, no solamente militar. Esto es lo que me preocupa, porque hay gente que lo confunde”, y asegura que basta mirar detenidamente para ver que “aún hay elementos de la dictadura incrustados en la justicia y en los gobiernos”.
La crítica a la situación en Uruguay es también parte del encuentro. “No entiendo cómo una sociedad con salud cívica pueda dejar los muertos en el olvido. Las dictaduras no pueden ni deben olvidarse”. Y en relación a los juicios que se desarrollan en Mendoza, asegura que asegura que “lo que me reconforta que es que haya gente como ustedes, que dan pelea, que conocen la urdimbre cívico-militar que aún existe entre nosotros”.
Es, más allá de un militante que recuerda con respeto y cariño a Paco Urondo, un poeta. Escribir, asegura, es casi un vicio y, despierta risas en el público cuando asegura que “mi abuela siempre decía que un vicio siempre hay que tener, pero con medida”.
Y describe a su amada poesía como “esa señora me visita de vez en cuando, y cuando me visita sucia de besos y arena, como decía Lorca, y después de haberse acostado con cuatrocientos mil hombres más, la recibo. Cuando la señora golpea a mi puerta tengo que abrirle y recibirla en mi lecho”. Eso significa que “uno no escribe cuando quiere, sino cuando la poesía quiere”.
Rodolfo Mederos es casi un invitado de lujo, hasta que dice mucho de lo que tiene para decir. Habla de cultura, de música, de los exilios interiores y de la falta de recuperación del patrimonio cultural. “Uno está dispuesto a defender lo que es, de dónde viene, a mantener sus raíces, si tiene conciencia política. El tango fue parte de la cultura, entendida como la manifestación de una comunidad con sus propias maneras de vivir, con sus hábitos y costumbres. Tiene que ver con la forma de ser de esa gente. Cuando la cadena de eslabones se rompe y la transmisión cultural queda truncada, la cultura sufre una especie de amputación de la cual es muy difícil recuperarse. Nosotros sufrimos esa amputación con los militares desde el 55, cuando quemaron todos los discos de tango, cuando obligaron a las radios a pasar inventos como el Club del Clan, etcétera. En ese momento perdimos un patrimonio valiosísimo”.
Llega el final, Julio Rudman le habla a Gelman de su abuelo editor de libros y despierta el buen recuerdo del poeta, muchos buscan una firma en un libro, otros quieren sólo estar cerca para una foto.
La noche en el Concejo Deliberante va quedando atrás. Gelman nos ha dado, más que una charla una lección de humildad, de hombría de bien, de lucha y de perseverancia. Sólo queda tiempo para compartir la cena y los buenos vinos mendocinos.
“Gracias Maestro”, le digo brindando con un malbec cosecha 2000, y mirándome a los ojos responde: “Merecido, merecido”….
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