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23 DE OCTUBRE DE 2024
El escritor español, autor del libro "Corazón tan blanco", que este miércoles cumple 25 años, dio una entrevista al diario El País, de España. Narrar en la era de Internet, los modos de inspiración y la crítica literaria.
Foto: diario El País
El reconocido escritor Javier Marías (nacido en Madrid en 1951) dio una entrevista este miércoles al diario El País, de España; en ella analiza la industria del libro en estos días en los que la era digital todo lo devora. A él le parece "milagroso que un libro dure hoy tanto como dura ya Corazón tan blanco, su novela más vendida, la más conocida y el libro que supuso un giro en su escritura. Apareció en Anagrama en 1992" y tuvo un inmediato éxito internacional. Después publicó, entre otras, Negra espalda del tiempo (Alfaguara, 1995) y siguió por la senda marcada por Corazón tan blanco. Sobre su mesa están su antigua máquina de escribir y los quinientos folios que lleva de la novela que ha de entregar pronto a su editorial. Esta, Alfaguara, publica para conmemorar aquel éxito una edición especial de Corazón tan blanco. Incluye ahí correspondencia (una carta de Juan Benet que es especialmente significativa para el autor, su amigo, quizá su discípulo), pruebas, memorabilia de un libro que no solo ha pasado a la historia de Marías, sino a la propia historia de la literatura española de su generación.
¿Cuando escribe un libro lo lleva consigo?
Por suerte, nunca he sido un escritor las 24 horas. Cuando escribo, trabajo como mucho cuatro o cinco horas diarias. No me obsesiono. El resto del tiempo llevo vida normal; soy tratable, no dejo que lo que estoy escribiendo invada el resto de mi tiempo. Es verdad que cuando estás escribiendo un libro tienes un mundo paralelo que te sirve de refugio para las épocas política y socialmente malas como la actual. La literatura es también un refugio para el escritor. Metido en ese mundo descansas.
¿Le ocurre siempre eso?
Es difícil recordarlo. La primera novela la escribí en 1970-71. Supongo que sí, casi siempre ha sido así. Ahora vuelve a ser así y eso que soy de los que escribe con muy poco convencimiento, con la sensación de que es una tontería, de que no va a interesar a nadie.
¿Y a posteriori no tiene la certeza de que ha salido bien?
No, es imposible. Ahora se celebran 25 años de la aparición del libro; 25 años son muchos, sobre todo en estos tiempos en que las cosas cada vez duran menos. Es un libro que en todo caso se sigue reeditando… Y eso, que siga vivo, ya me parece milagroso. Pero, en el momento de escribirlo, ¡uf!... Siempre digo que la idea de posteridad pertenece al pasado, al siglo XIX. Hoy en día, no es que ya no se pueda contar con la posteridad; es que no puedes contar siquiera que cualquier cosa que hagas, libros, películas, vaya a durar más allá de unos meses. Que este haya durado tanto no podía imaginarlo al escribirlo.
Las críticas eran avisos.
Siempre las agradeces. Cuando se publicó en Alemania en 1996 y se dispararon las ventas pensé incluso que podría haber sido un malentendido, porque mis novelas ni siquiera son para el gran público. Bienvenido sea el equívoco, pero lo veía así.
Que adquiera nuevos lectores, aún ahora, significa que ha entrado en un período que convierte a los libros en clásicos…
En el libro conmemorativo de esta edición tan bonita que ha hecho Pilar Reyes aparece en la portada “25 años de un clásico contemporáneo”. No sé si es quizá un poco exagerado. Mis libros en inglés, en Penguin, aparecen en Modern Classics. Son etiquetas que se ponen… Es difícil que un libro siga teniendo lectores 25 años más tarde. No he releído el libro. Si ahora releo un fragmento de Tu rostro mañana, relativamente reciente, porque el último volumen de los tres se publicó hace ya 10 años, también me parece que está mejor que lo que escribo ahora. Por eso prefiero no releer.
En sus libros, sobre todo a partir de Corazón tan blanco, usted narra un drama, pero no es solo el narrador; parece que lo ve por dentro, que lo protagoniza.
Yo no busco temas para las novelas; suelo escribir sobre lo que a mí mismo me preocupa, me inquieta en mi propia vida. En este libro conmemorativo se reproduce, entre otras, una entrevista en la que cuento una broma con Benet. Juan me preguntaba de qué trataba mi novela y yo le contestaba que no sabía muy bien. “¿Cien páginas y no sabes de qué se trata?”. Y ya se convirtió en una broma: al tiempo me volvía a preguntar si ya sabía de qué trataba. Hasta que yo le dije: “He llegado a la página 170 y ya creo que voy sabiendo algo”. Hasta que no lo terminé, no acabé de entenderlo.
¿Y de qué va?
La verdad es que toca varios temas. Uno de los principales es el secreto y su posible conveniencia, en contra de la idea un poco generalizada de que todo sea transparente. La gente quiere saber y basta con tener una sospecha de que algo se le oculta para que tenga una necesidad o deseo de saber, de averiguar… Y ese tema, junto con el de la persuasión, la instigación o la sospecha son temas que han ido pasando a otros libros míos. Quizá sea este el libro que haya tenido más ramificaciones.
En la primera página hay un suceso. Enseguida, las palabras parecen más importantes que los hechos. Ese es luego siempre su estilo.
Fue un libro distinto, en el sentido de que llegó a todo tipo de gente. Un lector más o menos cultivado y exigente quedó complacido en general y un lector que a lo mejor no lo era mucho, también. Lectores me dijeron que tenían la sensación de que la voz que hablaba les estaba contando individualmente la historia a ellos. La voz persuasiva es la que puede transmitir al lector la sensación de que le están haciendo una confidencia.
Es posible que la gente crea que eso que cuenta le pasó a Javier Marías…
Es posible. Tengo este método de trabajo tan raro desde antes de este libro. Lo mantengo en esta última novela, que espero acabar en algo más de un mes. Improviso, cambio. Es un método un tanto suicida, porque podría salir realmente fatal, pero también encierra una sensación de que lo que se va diciendo es de verdad, no que esté pensado desde antes.
¿Y qué le avisa de que todo eso está bien?
¡Ah, nada! ¡Nada me avisa!
¿El ritmo, quizá?
No me avisa nada de que va bien o mal. Si me fiara de los avisos, no habría publicado seguramente ninguna de mis novelas, porque mientras las escribo siempre tengo la sensación de que va a ser una estupidez, de que habrá que podarla de arriba abajo cuando la lea toda seguida al terminarla. Como en esta última, en la que voy por la página 500. ¡Nunca he tenido la sensación de que lo que escribo vaya bien!
Dice que la opinión de Benet le era decisiva. ¿Por qué confiaba tanto en su criterio?
Lo respetaba mucho como escritor, como lector. Era una época en la que los escritores se permitían opinar con mayor libertad que hoy en día. Creo que cada vez tenemos menos libertad y procuramos no decir cosas muy negativas de ningún contemporáneo. Él sí lo hacía. Que en esas circunstancias me diera el nihil obstat para mí era mucho.
¿La situación actual en este país le tiene tan enfadado como parece en sus columnas de El País Semanal?
¡No siempre estoy enfadado! Parece que yo escribiera tan solo los artículos enfadados.
¿Y cómo es su estado de ánimo ahora?
No puede ser muy bueno para casi nadie, visto lo que está pasando no ya solo en España, sino en el mundo en general. La elección de Trump, el Brexit y todo lo que ya sabemos es, en todo caso, un cataclismo. Es preocupante y muy deprimente.
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