Isla de Calor: la Ciudad registra diez grados más que los bordes del Gran Mendoza
Así lo aseguró Erica Correa, investigadora del CCT Conicet y profesora de la UNCUYO. Las consecuencias no solo son climáticas sino también de habitabilidad, porque las personas buscan trasladarse a la periferia. La importancia de planificar la urbanización, contar con reglamentaciones claras y un Estado fuerte que las haga respetar.
Correa explicó que el fenómeno climático no solo tiene consecuencias térmicas, sino sociales y económicas. Foto: Unidiversidad
La Ciudad de Mendoza es una Isla de Calor. Una isla que registra durante todo el año 10 grados más de temperatura que los alrededores, es decir los bordes del Gran Mendoza. Así lo explicó la investigadora principal del CCT Conicet Mendoza y profesora de la UNCUYO, Erica Correa, quien estudia este fenómeno térmico, sus múltiples consecuencias y las formas de mitigarlo.
Correa, investigadora del Instituto de Ambiente, Hábitat y Energía (INAHE), dijo a Unidiversidad que siempre que exista una ciudad, existirá una Isla de Calor. Y definió al fenómeno como la diferencia entre la temperatura promedio de ese centro urbano (la isla) y el exterior, es decir los bordes, lo que rodea a ese lugar.
La profesora explicó que —si bien el fenómeno se replica en las ciudades del mundo— es necesario estudiar sus características a nivel local para analizar y proponer formas de mitigación, teniendo en cuenta que tiene múltiples consecuencias que no son meramente térmicas, sino sociales y económicas.
“La Isla de Calor es un fenómeno climático en términos de temperatura, pero afecta no solo lo climático, sino que también está relacionado con la contaminación, con el confort, con el consumo de energía, es decir, que tiene efectos económicos y sociales relacionados con la habitabilidad de ese espacio, teniendo en cuenta, además, que la ciudad es un punto de encuentro sin estratos sociales”, dijo.
La profesional planteó que Mendoza "paga" muy caro cada error en materia de planificación, debido a sus características. Foto: Unidiversidad
La isla de calor mendocina
Para llegar a definir la diferencia de temperatura entre la Ciudad y el exterior, la profesora de las facultades de Ingeniería de la UNCUYO y de la UTN explicó que realizaron mediciones con sensores ubicados en lugares estratégicos del casco urbano y de los alrededores. Así determinaron que la Ciudad registra 10 grados más de temperatura que en los bordes del Gran Mendoza durante todas las estaciones del año, una diferencia que puede ascender a 15 grados cuando se produce viento Zonda.
La doctora en Ciencias especializada en Energías Renovables explicó que al analizar el fenómeno establecieron dos grandes núcleos de calor: uno alrededor del KM O que llega a la Terminal y, otro, hacia el piedemonte, donde el tipo de edificación que se concretó empeoró los balances de energía de ese espacio, ya que la impermeabilización produce que el calor se “guarde” más tiempo, entre otros efectos.
El equipo midió con sensores ubicados en lugares estratégicos la diferencia de temperatura entre la Ciudad y los límites del Gran Mendoza. Foto: Unidiversidad
Factores controlables e incontrolables
La ingeniera química dijo que la Isla de Calor tiene características diferentes en las ciudades del mundo, porque en cada lugar se genera en base a dos grupos de factores: uno que incluye aspectos incontrolables, y otro, controlables. En el primero —indicó— están todas las características del lugar donde se construyó el casco urbano (geomorfología, suelo, relieve, clima, cantidad de radiación solar), mientras en el segundo están los elementos y características de la urbanización (tipo y formas de construcción, materiales, tecnología, pulmones verdes, sistemas de transporte y la cantidad de persona que circula a diario, entre otras).
Teniendo en cuenta esta serie de factores que coadyuvan en la formación del fenómeno —explicó Correa— es necesario planificar la urbanización, analizar la mejor forma de construcción para ese lugar, los materiales, la orientación, los espacios verdes, las especies que incluirán, y el aprovechamiento de factores naturales, como la luz solar en el caso de Mendoza. Dijo que ese análisis es lo que permitirá que la diferencia de temperatura entre “la isla” y el exterior no sea tan alta.
La profesora explicó que es tan importante pensar cómo se urbanizará, como los materiales que se utilizarán, teniendo en cuenta que unos absorben más calor y otros menos, así como la necesidad de resguardar el flujo natural de vientos. Dio un ejemplo de los efectos que produce la falta de planificación: el crecimiento de edificios de altura en el piedemonte, sin una evaluación exhaustiva, funciona como una barrera que impide la penetración del viento desde las montañas a la ciudad, privándola no solo del frescor, sino de esa especie de “escoba” natural de la contaminación.
“Nosotros pagamos un precio más alto por cada equivocación, porque no tenemos colchón climático", dijo Correa. Foto: Unidiversidad.
El costo de los errores
La ingeniera dijo que cada error respecto de la planificación o de los materiales tiene un costo que determinaron con simulaciones, y que en Mendoza ese impacto es mayor por las características de base de la zona. Lo ejemplificó con números: si la equivocación corresponde a 10, el daño no será lineal, sino que se incrementará una o dos veces, es decir que llegará a 20 o 30.
“Nosotros pagamos un precio más alto por cada equivocación, porque no tenemos colchón climático. Si estuviéramos en la pampa húmeda, esas decisiones pesarían menos porque su entorno de clima y de recurso es menos restrictivo. El nuestro no, es muy demandante. Nosotros somos una ciudad árida, nos hemos impuesto al desierto, pero tenemos que pensar mucho, porque cuando nos equivocamos intensificamos mucho las consecuencias”, expresó.
Frente a estos factores que duplican o triplican las consecuencias de cada error, la profesional subrayó que la mejor solución es la planificación, es decir pensar en forma interdisciplinaria cómo crecerá la Ciudad, hacia dónde, con qué tipo de construcciones y con qué espacios verdes.
Correa explicó que donde hay una Ciudad hay una Isla de Calor, pero que hay factores como la planificación y los materiales que ayudan a mitigarlo. Foto. Unidiversidad
La pata débil del ordenamiento
Correa consideró que la ley de Ordenamiento Territorial y Uso del Suelo, así como el plan provincial y los municipales, forma un entramado jurídico esencial, pero no suficiente para ordenar. Dijo que falta pasar a la acción y que un organismo o las mismas comunas tengan poder de policía para hacer respetar los usos del suelo que se determinaron para una zona.
“Creo que tenemos que pensar cada decisión y que ese pensamiento no puede ser sectorial, porque confluyen puntos de inflexión, porque si decidimos crecer en altura ¿cuánto densificamos? Si lo hacemos mal o de más, hacemos un entorno urbano central depredado, contaminado, polucionado, con una estética paisajística mala, nadie quiere vivir ahí y aumentamos la presión sobre la periferia que tiene nuestro Cinturón Verde, nuestra zona productiva. Este es un punto de inflexión, entonces hay que conciliar y eso se hace con mucha gente pensando, pero además tocando los códigos de edificación de manera mancomunada, porque los bordes son políticos, pero no son geográficos”.
En ese sentido, Correa destacó la importancia de unificar el criterio de los códigos de edificación de las comunas del Gran Mendoza y de que incluyan exigencias bioclimáticas, procesos de certificación energética. Explicó que la provincia está retrasada en ese aspecto, que hace dos años se aprobó una ley en ese sentido, pero nunca se promulgó.
La profesional planteó que para que se cumplan las leyes de Ordenamiento, los códigos municipales de edificación y para lograr una verdadera eficiencia energética es indispensable un Estado fuerte y presente. “Si hay un Estado fuerte que dice yo quiero ahorrar energía, entonces va en pos de la certificación energética para que el emprendedor inmobiliario sepa que no le voy a dejar construir casas por debajo de ese estándar. Eso no pasa porque el Estado no es fuerte y el empresariado tiene poder”.
La profesional sumó otro aspecto sobre el ahorro energético. Dijo que, en el mundo, la forma de lograr que las personas cuiden el recurso no es otra que el bolsillo, es decir que si la energía es cara, buscan alternativas de ahorro, de construcción bioclimáticas, lo que aseguró no pasa en Argentina porque el costo de las tarifas está desfasado.
Adaptar y mitigar
La investigadora se alejó de las visiones apocalípticas respecto de la realidad del Gran Mendoza. “No se puede revertir, pero como dicen los expertos en cambio climático hay dos estrategias que son adaptarse y mitigar. Creo que no vamos a revertir porque ya estamos. Siempre que va a haber una ciudad va a haber una Isla de Calor, pero vos la podés bajar, podemos trabajar en la conciencia de que las edificaciones tienen que ser planeadas, tanto en el esquema público como en el privado, no solo el edificio, sino todo lo que lo rodea. Es decir, cuál es la forma del edificio, qué tecnología de ventanas, qué orientación, qué materiales, qué hay alrededor, los espacios verdes, todo influye”.
Aún con errores, la ingeniera consideró que existe un avance respecto de quince años atrás, porque los municipios están atentos a estos temas e intentan hacer cambios y nombró el ejemplo de Capital, que exige a los privados que quieran construir una evaluación bioclimática de su proyecto. También se enorgulleció de un logro del equipo de trabajo: que la zona entre Belgrano y San Martín, Las Heras y Vicente Zapata tenga veredas claras y no oscuras como estaba planeado, con el fundamento de los niveles de radiación, ya que la diferencia de temperatura entre una baldosa blanca y una negra o roja es de entre 15 y 20 grados, por lo que no es lo mismo estar parado en una vereda de un color que de otro.
“En todos estos temas es importante educar a la población para que el ciudadano se empodere, porque generalmente no está preocupado por estos temas, pero es importante que sepa que esto no solo tiene consecuencias económicas, sino que afecta su calidad de vida. Tenemos procesos retrasados, por eso digo que sería bueno que el Estado tome la bandera, que los espacios que construye y habilita tengan ese sello, que la plaza no solo sea linda, con una mirada del diseño paisajístico, sino que también se piense en el aspecto bioclimático”, indicó.
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