“Las políticas públicas con perspectiva de género son fundamentales en todos los ámbitos”
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19 DE DICIEMBRE DE 2023
La controversia en torno a un caso reciente de intersexualidad en Misiones permitió visibilizar la existencia de esta condición, que permanece oculta por los tabúes sociales.
Borghese Hermaphroditus en el Museo de Louvre
A mediados de febrero se supo que en Oberá, Misiones, había nacido una persona con características genitales tanto de varón como de mujer. El bebé X era intersexual, una condición que se define por la indeterminación del sexo de nacimiento. El personal médico había aconsejado operar, es decir, practicar sobre la criatura una cirugía que encuadrara su genitalidad en las características de un sexo definido que, en este caso, por lo que aparecía a la vista, convenía que fuera el de mujer. Sin embargo, aunque entendía las razones médicas, la madre, joven y muy pobre, tenía sus dudas: ¿qué pasaría si, con el correr de los años, la niña se identificara como varón y ya no pudiera operarse nuevamente?
El Inadi se pronunció contra la intervención quirúrgica, que se haría en el Hospital Garrahan de Buenos Aires y que finalmente se suspendió: tras una serie de estudios y controles, y de cuestionar el diagnóstico obtenido en Posadas, en Buenos Aires decidieron no operar. Así, la persona X recuperó el derecho a decidir sobre su cuerpo cuando esté en condiciones de hacerlo.
La intersexualidad suele quedar afuera de la sigla LGBT, que da cuenta de la diversidad sexual humana. No es una enfermedad sino una condición que puede ser de tres tipos: cromosómica, genital o gonadal, explica el sexólogo Germán Gregorio. En el primer caso, durante el desarrollo fetal se produce una falla en relación con los cromosomas que determinan el sexo (X e Y) o con las hormonas encargadas de orientar el feto hacia uno u otro sexo. La intersexualidad gonadal, por otro lado, se determina por la presencia simultánea de testículos y ovarios o por otras alteraciones referidas a las gónadas. “Un tipo de intersexualidad gonadal muy común", continúa Gregorio, "es el caso de los testículos cautivos, cuando los testículos del varón quedan en el abdomen y no descienden”.
Define, por último, la del tipo genital, “con presencia de dos órganos sexuales, tanto vulva como pene”. En algunos casos, puede ocurrir algún trastorno en la funcionalidad de los órganos (que en los primeros años de vida del niño o niña se observarán en el aparato urinario), pero en general, el conflicto que plantea la intersexualidad es la imposibilidad de definir el género en lo legal, porque en lo biológico, continúa Gregorio, puede definirse a través de estudios médicos.
El problema es que, en la mayoría de los casos, lo que se prioriza es lo que resulta “normal” a la vista de otras personas: “Muchas veces se interviene médicamente, y mi postura es que no conviene intervenir tan temprano por lo que tiene que ver con la identidad del sujeto. Hay distintas etapas en la identidad del individuo. La identidad de género parte de lo que le es asignado desde afuera, cuando le dicen que es varón o es mujer. Después se va definiendo una identidad propia, a medida que el niño va adquiriendo el lenguaje, alrededor de los dos años.
"En el transexualismo, por ejemplo, la diferencia se empieza a notar a esta edad: el niño no se reconoce en la identidad que le asignaron. Varios años después, se empiezan a jugar los roles de género, cómo se comporta alguien como varón o mujer, que son construcciones sociales”, continúa el sexólogo.
Un llamado al respeto a la autonomía
La postura del Inadi en este caso fue, justamente, la de llamar a preservar la integridad física de esta persona, dar tiempo a que forje su identidad y evitar cirugías innecesarias, de acuerdo a las leyes que hoy garantizan el respeto a la identidad de género. “Tienen derecho a la integridad y la autodeterminación de su propio cuerpo. El consentimiento previo, libre y completamente informado del individuo intersexual es un requisito que se debe garantizar en todos los protocolos y prácticas médicas. Se debe asegurar la integridad corporal y la salud de los niños y niñas intersexuales. Es necesario proporcionar apoyo psicosocial y no patologizante a sus familias en lugar de cirugías o intervenciones médicas –a menos que se trate de intervenciones para salvar su vida– cuyas consecuencias sean irreversibles. Los tratamientos e intervenciones médicas deben preservar la salud integral de las personas intersexuales y permitir que en el marco de su propio desarrollo cada uno/a determine su voluntad”, sostuvieron desde el organismo.
La irreversibilidad de estas intervenciones es uno de los puntos en los que se hace hincapié desde los sectores que defienden los derechos de las personas intersexuales. La organización Intersex Society of North America (ISNA) reclama desde hace más de una década por el fin de las operaciones de reparación genital, que en realidad buscan dar una apariencia normal, resultan mutilantes y se hacen sin tener en cuenta la pérdida de sensaciones físicas que interferiría con una vida sexual plena. El hecho de que estas operaciones sean irreversibles y que se practiquen en un contexto de angustia y presión desde o hacia la familia de la criatura recién nacida y con nula capacidad de decidir por sí misma atenta contra el derecho a la identidad de género.
Quien sufra esta cirugía y tenga como resultado una asignación de sexogénero con la que entre en contradicción al crecer no podrá ya readecuar sus genitales como lo haría cualquier otra persona transexual. Además de la irreversibilidad, hay que tener en cuenta “la cantidad de daños que se le provocan al cuerpo durante estas intervenciones, porque son varias intervenciones que hay que hacer para lograr corregir este sistema”, sigue Gregorio. Con una infancia entre operaciones, dolores y convalecencias, “no solo es el daño posterior, sino el daño que se le está haciendo en el momento de esta intervención tan brusca”, explica.
El sexólogo enfoca el tema desde su experiencia en la atención de personas que se operaron los genitales de manera voluntaria. “Conozco personas transexuales que han logrado la intervención quirúrgica por propia decisión, y lo que relatan es que es un proceso bastante fuerte para ir trabajando y asumiendo, porque la cirugía y el postoperatorio son dolorosos y complicados, y cuesta también aprender esta nueva sexualidad con estos genitales diferentes”, advierte el especialista.
La intersexualidad se presenta con una frecuencia que varía según el estudio estadístico, pero no es rara en términos de proporción: entre uno cada 2000 y uno cada 4500 niños y niñas nacen intersexuales. La dificultad para saber con mayor precisión cuántos son los casos reside en el silencio que se mantiene sobre esta variante de la sexualidad humana. “Es difícil establecer estadísticas en esto porque, al ser un tema tan tabú, las familias lo ocultan mucho, no sale a la luz como el travestismo o el transexualismo. Lo conoce el médico que atendió al/a la paciente, o por lenguaje de hospital, pero no hay una estadística específica de esto. Se considera que hay alrededor de uno cada 2000 casos, que es un número importante. Son anormalidades genéticas susceptibles de ocurrir”, sigue Gregorio.
La invisibilidad intersexual se basa en el problema que las familias y el personal médico tienen para aceptar las diferencias: “Nosotros, como adultos, no toleramos el no poder definir estas cosas. Los padres suelen estar muy asustados con la situación y depositan en la investidura del médico el saber, la capacidad de tomar las decisiones en estos casos”. Lo mejor para la persona intersex recién nacida, entonces, es un trabajo de contención dirigido a la familia: “Yo lo que haría es un trabajo de apoyo a los papás, para poder avanzar en un proceso de aceptación de esta diferencia; lograr un seguimiento de esta situación para, si es necesario, dentro de cinco, 10 o 16 años, hacer una reconversión si esta persona lo necesita psicológicamente. No veo la necesidad de la urgencia. Si nosotros trabajamos en nuestra aceptación de las diferencias, este tema solo va a importarle a la persona que lo porta, no influye sobre nadie más. Tenemos que poder aceptarnos como diferentes”, concluye.
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