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04 DE NOVIEMBRE DE 2024
El periodista Andrew Keen ataca en un libro las sombras de la red, a la que acusa de favorecer desigualdad, monopolios y vigilancia.
Foto publicada por cincodias.com
Todos callados y extasiados ante el desfile del emperador, hasta que un chico se atreve a decir lo que cualquiera ve: “¡No lleva ropa!”. Andrew Keen se considera como aquel niño del cuento de Andersen, pero 170 años después. Hoy en día, el relato se narra al revés: desnudos estamos todos, por culpa del gran rey Internet. “Es genial, yo mismo lo uso. Y lo dejo claro en media página. Sin embargo, el resto del libro está dedicado a los peros…”, sonríe. Es decir, a cómo la red ha incrementado monopolios, desigualdad, narcisismo y vigilancia, según el autor; todas ellas, razones por las que, tal y como se titula su obra, Internet no es la respuesta (Catedral).
Es el tercer libro que este periodista y escritor británico nacido en 1960 en Hampstead, dedica a las sombras de la red, tras El Culto del Aficionado y Digital Vertigo, tanto que se ha ganado fans, críticos y la fama de gran polemista en contra de la web. Con la misma virulencia acusa a Silicon Valley y sus gurús (con nombres y apellidos) de haberse aprovechado de nosotros para enriquecerse mientras nos prometían un mundo mejor, más libre y más democrático. Ante el 90 % de los estadounidenses que considera que Internet ha sido beneficioso para su existencia, según un estudio de 2014 del Centro de Investigación Pew citado en el propio libro, Keen disfruta remando contracorriente.
Con una sonrisa acepta otro reto: resumir su tesis en un minuto. “Hay cuatro claves. Internet está agravando la desigualdad entre ricos y pobres; está contribuyendo a largo plazo a la crisis del paro (desempleo), con máquinas inteligentes que sustituyen incluso el trabajo especializado de la clase media; está creando una economía de la vigilancia, donde somos el producto, convertidos en datos que Google y Facebook venden a otras compañías para hacer publicidad. Y nos está volviendo peor informados, más ignorantes y narcisistas”. Casi nada.
Para defender tan polémica aserción, Keen emplea a lo largo de 379 páginas (50 de bibliografía) anécdotas, datos, citas, reflexiones y repasos históricos. “El principal reto era hacer un libro asequible, entretenido y bien argumentado. No escribo para académicos”, señala. Así, en un párrafo se ríe del jefazo de Amazon, Jeff Bezos; en otro alude a un estudio de la ONU según el cual en 2013 había más personas con celulares (6000 millones) que con acceso a un baño (4500 millones) y en un tercero recuerda el origen de la red.
“Internet nació como investigación académica financiada con fondos públicos. Los objetivos se podrían resumir en enfrentarse a la Unión Soviética y generar un mundo mejor. Pero en 1991 comenzó su comercialización”, asevera Keen. Y, con ella, comenzó también la galería de problemas que él lamenta. “Si pudiera volver atrás, iría a mediados de los noventa, cuando se empezó a ofrecer todo el contenido gratis. Y a 2001, cuando Google estableció su modelo de negocio”, añade. El escritor acusa al buscador de hipocresía: en sus inicios se oponía a la publicidad. Hoy, en cambio, nos ha vendido a ella.
Pero ¿por qué un ciudadano debería quejarse de servicios gratuitos y útiles como Google o Facebook? “El objetivo de Google, como dijo el propio Eric Schmidt (exdirector ejecutivo), es conocernos mejor que nosotros mismos. Y para ello tienen YouTube, Google Maps, Gmail, Android, los coches sin conductor… No se trata del Gran Hermano de 1984 de Orwell, sino de vendernos cosas. Somos ratones encerrados en una jaula rodeados de estas grandes compañías y de anunciantes”, remata Keen.
Más allá de los colosos, Internet no es la respuesta se centra también en los más de 3000 millones de internautas del planeta. Y las conclusiones no son menos inquietantes: “Se nos olvida cómo escuchar, estamos encarcelados en nosotros mismos y más solos que nunca. La red ha sacado algunas de nuestras peores características. Si no existiera, seguiríamos teniendo a Trump o a gente insultando a los musulmanes. Pero lo cierto es que es la plataforma perfecta para el racismo o la misoginia, para que la rabia difunda sus metástasis”. Keen considera que la web ha fracasado también en su promesa de una iluminación global y que, si continuara vivo, Voltaire estaría enormemente decepcionado.
Él también se siente defraudado: dice que su libro ha sido bien recibido y echa de menos la controversia. ¿Quiere controversia? Para empezar, Keen usa un smartphone y trabaja con Silicon Valley. Además, ¿no le parece arrogante formular únicamente aserciones tajantes? “Para un polemista que asume posiciones fuertes, no hay espacio para la duda”. Más: dicen que su libro solo es un copia y pega de polémicas y teorías de otros y que Internet amplía meritocracia y oportunidades para todo el mundo. “Es una crítica en parte justa. No escribo nada que no haya sido dicho antes. No soy un investigador original, lo que hago es juntarlo todo. No conozco muchos otros libros que resuman tantos argumentos en un formato leíble y coherente”.
Por tanto, ¿su objetivo es hacer pensar al gran público? “Mi objetivo es vender libros, estar en el debate público, ser invitado a la televisión y hacer comprender aspectos que están ocultos”. Quizás, de paso, también cambiar las cosas. Hacia el final de la obra, Keen propone una serie de soluciones que pasan por un mayor control gubernamental, investigaciones como las que lanza cada vez más la UE contra los gigantes de Internet y la propia movilización de expertos, académicos y grandes compañías para arreglar los fallos del sistema. Sobre ello escribirá su próximo libro. Ya que Internet no es la respuesta, intentará ofrecerla él.
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