Independizarse: cuando sueldos y alquileres postergan el sueño de los y las jóvenes
¿Cuánto cuesta dejar la casa familiar e irse a vivir solo o sola? Mirá la infografía. La necesidad de que la sociedad repiense cómo se debe acompañar a la juventud.
Foto: Freepik
Unidiversidad / Florencia Martinez del Rio
Publicado el 30 DE JULIO DE 2021
Dejar la casa familiar para comenzar el camino de la independencia es un paso importante en la vida de cualquier persona, pero esta búsqueda de autonomía y desarrollo personal puede ser un sueño difícil de alcanzar para los y las jóvenes de Mendoza debido, en gran parte, a la porción del salario que deben destinar al alquiler y al pago de impuestos y servicios. Estas circunstancias, opinó la psicóloga María Laura Romboli, tienen que ser repensadas por la sociedad para poder acompañar a la juventud y modificar las acciones que llevan a eternizar la dependencia.
En Mendoza, según los datos de la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas (DEIE), una persona adulta necesitó en junio $ 19 525,31 para no ser pobre. Ahora bien: una persona joven que comienza a insertarse en el mercado laboral y que cobra el salario mínimo recibe alrededor de $ 27 000. ¿Le alcanza ese empleo para alquilar, pagar impuestos y alimentarse?
Según una encuesta realizada por Inquilinos Agrupados en todo el país, el porcentaje de ingresos que las personas deben destinar a pagar el alquiler ronda entre el 30 y el 56 %. Casi el 35 % de las personas consultadas tienen entre 26 y 35 años.
Gimena (26) tiene trabajo y desea independizarse, pero se ve limitada por sus ingresos y los alquileres altos “No he podido mudarme porque el alquiler se llevaría casi todo mi sueldo. He pensado en irme a alquilar con una amiga para compartir gastos, pero lo ideal sería poder vivir sola. Para eso debo conseguir otro trabajo, con uno solo es muy complicado, pero conseguirlo tampoco es fácil”, dijo a Unidiversidad.
Acerca de los roommies (abreviación de “roommate”, que se traduce como "compañero de cuarto"), un estudio realizado días atrás por el portal de propiedades Zonaprop relevó que el 52 % de jóvenes entre 18 y 30 años se mudaría con un amigo o amiga. El 83 % manifestó que anhela independizarse en un futuro, mientras que el 11 % dijo que lo considera como opción y el 6 % no lo evalúa.
En cuanto a la población que alquila, datos recientes de la Fundación Pensar indicaron que, en Argentina, la juventud representa el 42 % de los inquilinos e inquilinas del país, y que unos 2,4 millones de hogares alquilan, es decir, el 18 % del total. Los alquileres se concentran en los centros urbanos: Buenos Aires (el 50 %), Mendoza, Córdoba y Santa Fe (el 20 %).
¿Cuánto cuesta independizarse?
En diálogo con Unidiversidad, el titular del Colegio de Corredores Inmobiliarios de Mendoza, Estanislao Puelles Milán, dio un pantallazo de los valores de los alquileres que se manejan en la provincia. Estos varían mucho según la ubicación y las comodidades del departamento, a lo que se le suman las expensas. Además, el o la inquilina debe tener en cuenta que concretar el alquiler implica pagar el mes en curso, el mes de depósito y los honorarios del corredor o corredora inmobiliaria –el 2,5 % del contrato–, siempre y cuando tenga matrícula.
“No es lo mismo un departamento en Ciudad que en Las Heras o en algunas zonas de Guaymallén. Uno de un dormitorio está entre los $ 15 000 y $ 20 000. Un monoambiente en Ciudad puede costar $ 20 000. En el caso de un departamento de dos habitaciones, tenemos que hablar de $ 30.000 para arriba", afirmó Puelles Milán, que señaló que muchos propietarios acceden a cobrar el depósito en dos veces para aliviarle los gastos de ingreso al inquilino o inquilina.
Estos departamentos solían ser alquilados, en su mayoría, por jóvenes que acababan de dejar la casa de sus madres y padres. Sin embargo, la crisis de la COVID-19 modificó la demanda. “Antes de la pandemia, esto se veía más: estudiantes solos o con otras personas, hermanos. Ahora tenemos esas consultas, pero no es lo común. La pandemia demoró y postergó muchas decisiones, a lo que se le suma el aumento de precios”, remarcó Puelles Milán.
Matías, un mendocino de 24 años que se mudó hace cuatro meses, contó su experiencia a Unidiversidad. Antes de tomar la decisión, evaluó las ofertas, los precios, las zonas, los ambientes, pero también si tenía cochera y si el departamento estaba amueblado o no. “Los valores de los alquileres no me sorprendieron. Hay variedad de precios, se puede, es cuestión de buscar”, opinó el joven. “El alquiler se lleva el 30 % o el 40 % de mi sueldo. Tengo conocidos y amigos de entre 24 y 27 años que postergan irse de la casa porque, si no tenés uno o varios trabajos que te respalden, no se puede”, agregó.
A la hora de independizarse e irse a vivir solo o sola, el pago del alquiler no es lo único a tener en cuenta. El economista Marcelo Licanic dijo a Unidiversidad que, en tiempos como los que vivimos, con precios volátiles e ingresos dispares, es difícil tener una cifra coherente del porcentaje del salario que hay que destinar a los impuestos y servicios, pero este ronda entre el 35 % y el 70 %, dependiendo del nivel de ingresos y la actividad. El economista José Vargas, por su parte, aseguró que una persona que vive sola, sin hijos, destina el 37 % de su ingreso mensual al pago de luz, gas, agua, municipalidad, internet,e impuesto automotor, entre otros.
“Casi la mitad de mi sueldo se va en el alquiler”, afirmó Priscila (36). “Buscar es un lío, yo estuve intermitentemente buscando durante más de seis meses”. Para ella, uno de los problemas son las inmobiliarias que “inflan” los precios y, además, que la ciudadanía no entiende que el acceso a la vivienda propia es un derecho y sigue hablando del “sueño de la casa propia”. “El Estado no termina de dar una respuesta real a esta problemática”, comentó a Unidiversidad.
El corredor inmobiliario adelantó que se espera un importante incremento en los valores para el mes de agosto. “Desde la aplicación de la Ley de Alquileres, la oferta bajó entre el 30 y el 35 %. A menor oferta, mayor precio. Esto perjudica al inquilino, están limitados a la hora de elegir. El problema actual no es la demanda, sino la oferta. Muchos propietarios eligieron vender. El sistema de actualización prevé para agosto un aumento del 50 %; antes se actualizaba el 30 % anual”, explicó. Para Puelles Milán, es fundamental modificar la ley, que ya cumplió un año de sancionada: “Lo anticipamos cuando se empezó a debatir. Trae problemas para los propietarios y para los inquilinos. La actualización abierta a un promedio que no se sabe cuál va a ser genera incertidumbre; esto provoca que se retraiga y baje la oferta”.
En este escenario de obstáculos y limitaciones, pero también de deseos y búsquedas personales, las herramientas de cada persona son fundamentales para enfrentar las diferentes etapas de la vida y sus vaivenes. Para comprender qué importancia tiene la decisión de vivir solo o sola y qué implica este camino de independencia, Unidiversidad conversó con María Laura Romboli, psicóloga e integrante del Consejo Directivo del Colegio Profesional de Psicólogos y Psicólogas de Mendoza (Mat. 1936).
¿Qué implica independizarse e irse de la casa familiar en el desarrollo personal?
En todas las etapas de la vida, la autonomía es importante. En cada momento de la formación de la subjetividad, tomará distintos matices, de acuerdo a las posibilidades y al contexto social de cada persona. Desde pequeñxs, se acompaña a las niñeces para que adquieran paulatinamente autonomía (en la higiene, vestimenta, elección de amigues, actividades extraescolares, etcétera) como modos de ir fortaleciendo esta capacidad que tendrá importancia creciente en la vida adulta.
Ahora bien, depende de las condiciones en las que la persona se vaya de la casa familiar, quiero decir, llevar el cuerpo a un nuevo lugar no dice necesariamente que esa persona está siendo autónoma. Muchas veces se escucha a jóvenes que se mudan, pero siguen dependiendo de las decisiones de sus progenitorxs o adultxs referentes. Bueno, ahí está complicado. La independencia del hogar familiar empieza con un “levar anclas” que proviene primeramente de una posición interna. No alcanza con alquilar un nuevo lugar: tengo que poder afrontar la toma de decisiones, a veces equivocarme, subsanar errores, construir nuevas formas de considerarme a mí mismx y al mundo que me rodea. Esto es un proceso que se va construyendo desde antes de dejar el hogar familiar y se va consolidando cuando me animo a andar el nuevo camino que me he trazado. ¿Angustia? En algunos casos, un montón, pero es justamente esto lo que motoriza el aprendizaje.
¿Cómo saber cuándo es el mejor momento para irse a vivir solo o sola?
No sé si hay mejores momentos. Hay momentos posibles, y estas posibilidades tienen que ver, en primer lugar, con haber efectuado los movimientos internos de independencia, es decir, ese reposicionamiento en cuanto a ser el “timonel” de la propia vida: elegir, tomar decisiones, hacer intentos, bancar los desaciertos y todo lo que tiene que ver con la vida. En segundo lugar, podemos pensar que otro elemento fundamental es contar con los recursos materiales para hacerlo.
Tomar la decisión de independizarse y tener nuevas responsabilidades, ¿puede generar miedos e inseguridades?
Depende de cada persona. Hacer generalizaciones termina siendo una arbitrariedad hacia la particularidad de lxs seres humanxs. Es posible que, ante los cambios y situaciones nuevas, aparezcan la angustia y el temor. Esto puede hallarse sujeto a la carencia de herramientas para abordar las nuevas situaciones (herramientas para operar en la realidad que voy a ir construyendo mientras voy atravesando las nuevas situaciones) y a cierta desconfianza acerca de las capacidades personales para afrontarlas. Lo importante a tener en cuenta es que no hay que desesperar, sino ser paciente con unx mismx en este nuevo aprendizaje y, sobre todo, considerar que ser autónomx no es lo mismo que aislarse. El encuentro con quienes me rodean enriquece el proceso.
¿Qué sucede en lo emocional cuando la persona quiere independizarse y no puede por la falta de recursos?
En la vida, muchas veces nos frustramos ante situaciones que no son como las hemos planeado. Nos abocamos a que las cosas salgan como lo hemos construido en nuestra mente y las contingencias nos dejan como las bravas olas en la arena. El asunto no radica en que la vida sea fácil o cumpla mi expectativa. El tema está en aprender a bancar las contingencias, lo fortuito y hacer algo con eso: recalcular, reprogramar, volver a poner en marcha, etcétera.
El sistema económico con su constante y creciente inequidad social, la falta de acceso al mercado del trabajo registrado, la numerosa población de jóvenes sin formación laboral específica o calificada, entre otros factores, hacen que el acceso al mundo de la autonomía esté plagado de obstáculos y limitaciones. Es algo que debemos repensar como sociedad, para acompañar a lxs jóvenes en este camino y modificar las acciones que eternizan la dependencia e infantilizan a quienes, lejos de sentirse empoderadxs, van empobreciendo su “hacer en la realidad” y enflaqueciendo el deseo.
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