Identifican un potencial blanco terapéutico para el tratamiento del dolor crónico en la vejez

El estudio de investigadores del Conicet, realizado sobre modelos preclínicos, abre la puerta al desarrollo de nuevos tratamientos contra una afección que hoy cuenta con terapias poco efectivas y con numerosos efectos adversos.

Identifican un potencial blanco terapéutico para el tratamiento del dolor crónico en la vejez

Cristian Acosta, Diego Messina y Emanuel Peralta, autores del trabajo. Foto Gentileza

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Publicado el 13 DE MAYO DE 2024

Un equipo de investigación del Conicet descubrió, en estudios de laboratorio, un nuevo blanco terapéutico para tratar el dolor crónico en adultos mayores a partir de la inhibición de una proteína que controla la excitabilidad de las neuronas asociadas con esta afección.

“En el cincuenta por ciento de los pacientes que tienen más de sesenta años las terapias disponibles hoy para tratar el dolor fracasan, es decir, una droga o un tratamiento de fisioterapia o kinesiología generalmente no resultan terapéuticamente efectivos. Además, algunos tratamientos generan numerosos efectos adversos”, comentó Cristian Acosta, investigador del Conicet en el Laboratorio de Estudios Neurobiológicos del Instituto de Histología y Embriología de Mendoza (IHEM, Conicet-UNCUYO) y director del estudio publicado en la revista especializada Inflammation Research.

Mediante un modelo preclínico de ratas hembras normales de laboratorio -el sexo de los animales fue elegido intencionalmente por los científicos por el alto nivel de prevalencia de la patología estudiada-, el equipo de investigadores analizó el rol de las proteínas Nav1.8 y ASIC3, relacionadas con el dolor crónico, y descubrió que su expresión cambia con la edad, lo que podría explicar en parte por qué ciertos tratamientos que funcionan para los animales jóvenes no lo hacen en los animales envejecidos.

“Hay toda una familia de moléculas presentes en las neuronas sensoriales involucradas en la detección de estímulos nocivos que cuando comienzan a funcionar de manera anormal son causales de dolor. Nosotros nos enfocamos en Nav1.8, que es de una familia de canales iónicos de sodio, y en ASIC3, que es un receptor -un canal iónico también- sensible al ácido extracelular”, explicó Acosta.

Según el científico, ambas moléculas controlan la excitabilidad de las neuronas aferentes primarias, especializadas en detectar sensaciones como temperatura, tacto y dolor. “Encontramos que hay diferencias en la expresión de estas moléculas entre el grupo de animales jóvenes y el de envejecidos. También, durante el experimento, una vez inducida la inflamación crónica, observamos que nuevamente cambian su expresión y que la condición es mucho más persistente y prevalente en los animales geriátricos, que además tienen una recuperación más lenta”, detalla.

El equipo de investigación realizó una intervención farmacológica para bloquear los canales Nav1.8 y ASIC3, y encontró que el tratamiento fue efectivo para ambos grupos, pero lo novedoso es que el tratamiento efectuado sobre ASIC3 fue más efectivo en el grupo envejecido que en el joven, lo que sugiere que la inhibición de esta molécula podría ser una alternativa más eficaz para el dolor crónico en la vejez que los fármacos antiinflamatorios tradicionales.

“Ese es un target que no está explorado hoy en día, o sea, no hay en este momento en el mercado ningún fármaco que esté dirigido contra esa molécula, y lo que proponemos en este artículo es que éste es un nuevo blanco terapéutico que tendría más efectividad en la población envejecida”, dice el investigador.

El estudio proporciona nueva evidencia preclínica sobre la importancia de establecer estrategias terapéuticas que actúen sobre proteínas específicas que se expresan de manera diferencial en diferentes grupos de edad. “Continuaremos explorando nuevos targets, es decir, otras moléculas que también forman parte de este sistema y que tengan el mismo efecto, tratando de detectar y caracterizar nuevos blancos terapéuticos y demostrar la efectividad de tratamientos específicos”, concluyó Acosta.

Fuente: Conicet

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