Más de un siglo de historia: hitos del movimiento estudiantil en Mendoza y Argentina
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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
Paros históricos.
Las maestras mendocinas lideraron el Mendozazo. Foto: zepa.com.ar.
Laura Rodríguez, Sofía Da Costa, Gabriela Maure, Antonia Devoto y Florencia Linardelli - CCT Conicet Mendoza
Publicado el 15 DE MARZO DE 2017
El 8 de marzo se realizó en la Argentina y en varios países el Paro Internacional de Mujeres bajo la consigna “Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras”. Si bien durante mucho tiempo las huelgas fueron pensadas como una práctica masculina, a través de la historia encontramos múltiples ejemplos en los que las protagonistas fueron mujeres.
Basta con mencionar algunas de las más conocidas, como la huelga de mujeres de marzo de 1909 en Nueva York, que terminó en un incendio intencional que provocó la muerte de muchas de ellas; la huelga también de obreras textiles en Massachusetts en 1912 conocida como Pan y Rosas, y la huelga de octubre de 1975 en la que las mujeres de Islandia decidieron hacer paro en sus trabajos pero también en sus invisibles tareas domésticas.
Un ejemplo cercano fue la histórica huelga organizada por las maestras mendocinas en 1919. Esta medida de fuerza, que tuvo gran repercusión a nivel nacional, derivó en una huelga general de ochos días, en los que el Gobierno recurrió a la clausura de locales sindicales, arresto de maestras y de niños/as, cesantías y hasta el abandono de huelguistas en medio del desierto lavallino.
El gremio que impulsó la huelga, Asociación Maestros Unidos, se convirtió en la primera organización sindical docente del país que ingresó a una central obrera (FOP y FORA) y tuvo entre sus filas a dos dirigentes históricas del movimiento obrero local: Florencia Fossatti y Angélica Mendoza.
Otro ejemplo que ilustra la combatividad de mujeres trabajadoras en nuestra provincia lo encontramos durante los convulsionados años 70. De hecho, el Mendozazo del 4 de abril de 1972, que se produjo en el marco de una huelga docente, estalló a partir de que las maestras fueran salvajemente reprimidas.
Pese a que estas trabajadoras mostraron en sostenidos planes de lucha su combatividad, en las reconstrucciones históricas fueron presentadas como “victimas y débiles”, y aun hoy la imagen de los guardapolvos blancos de las “maestras madres” teñidos de azul, producto del agua coloreada de los tanques Neptuno, permanece en la memoria colectiva. Al colocar a las docentes en ese lugar se las despoja de su condición de trabajadoras, a la vez que se invisibiliza la tradición de lucha del gremio docente en la provincia.
Este no reconocimiento de las mujeres como trabajadoras y luchadoras se relaciona con una división sociosexual del trabajo, producto del sexismo y del funcionamiento patriarcal de las sociedades y las economías. En la base de la división sexual del trabajo opera la idea de una predisposición natural de las mujeres, en función de la biología, para ciertos trabajos relacionados, fundamentalmente, con el cuidado y la educación de los otros.
Este 8 de marzo encontró a las trabajadoras organizadas para llevar adelante un paro internacional de mujeres de una magnitud inusitada. Y, al mismo tiempo, las trabajadoras de la educación se encuentran sosteniendo una lucha nacional y provincial para frenar la avanzada de gobiernos neoliberales que generan una situación de vulneración y precarización de sus condiciones de trabajo.
El Paro Internacional de Mujeres en el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras surge a partir de la organización en asambleas en cerca de 100 localidades del país. Se logró consensuar en esos espacios, abiertos a la participación de todas, una serie de demandas vinculadas con la lucha histórica del movimiento de mujeres y feministas: el reconocimiento del trabajo doméstico no remunerado, condiciones justas en el empleo, presupuesto adecuado e instituciones efectivas para poner freno a los feminicidios, medidas apropiadas para desmantelar las redes de trata de mujeres con fines de explotación sexual y laboral, respeto hacia nuestros derechos sexuales y (no) reproductivos, reconocimiento de los derechos de las mujeres racializadas y migrantes y de las y los disidentes sexuales.
Unificar las luchas, rescatando las demandas compartidas y reconociendo la diversidad al interior de ellas, es fundamental para sostener y hacer crecer esta organización inédita y potente. De eso se trató este 8 de marzo, de que las mujeres se encontraron en la calle para gritar juntas: “Si nuestro trabajo no vale, produzcan sin nosotras”.
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