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04 DE NOVIEMBRE DE 2024
Mujeres y varones de distintas partes del país generaron alternativas para buscar una salida laboral. Algunos utilizaron el dinero del IFE. El relato de una mendocina.
Marcela Giovannoni cambió sus clases como instructora de pilates por el cultivo de cactus y suculentas. Foto: Sebastián Granata/Télam
La pandemia de coronavirus movió a hombres y mujeres de distintas partes del país a agudizar el ingenio para modificar su situación laboral y encarar negocios o microemprendimientos con la esperanza de mejorar su situación económica, muchos de ellos ayudados por el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE).
Marcela Giovannoni es una instructora de pilates rosarina de 54 años. Por la pandemia, cambió sus clases por el cultivo de cactus y suculentas junto a Pancho, su pareja. "Soy instructora de pilates desde hace ocho años y de actividades de gimnasio desde hace 25. Trabajaba con adultos mayores y con jóvenes, pero muchos conviven con adultos mayores y dejaron de venir", explicó Marcela, que vive con su mamá en una casa en el sur de Rosario.
El cultivo de cactus y suculentas era el hobby al que se entregaba en el fondo de su casa luego de trabajar toda la semana en el gimnasio, pero un día decidió convertirlo en su actividad principal. "Tenía una alumna de pilates que trabaja en la Municipalidad y que me invitó a hacer el curso de feriante porque hay que aprender de todo en un mundo nuevo. Ahora estoy en la plaza San Martín o en el río, y también en las ferias navideñas en la Plaza Sarmiento o en la Plaza Montenegro", relató Marcela.
"Mi pareja me vio trabajando con las plantas y se enganchó a meter las manos en la tierra. Él sigue con su trabajo en una concesionaria, pero me ayuda el resto del día y los fines de semana a repartir los pedidos", contó, y agregó que aprendió a manejar las ventas por las redes.
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De acróbatas a vendedores
Por su lado, los integrantes de un circo que se instaló en Bahía Blanca retomarán sus funciones en la Navidad luego de haberlas suspendido por la pandemia. Se trata del Cirque XXI que se encuentra instalado desde marzo en un sector del Parque de Mayo. Pese a la situación, los 60 integrantes del circo no dejaron de ensayar mientras buscaban alternativas para poder seguir adelante y enfrentar la pandemia.
"Estamos desde marzo, cuando se decretó la cuarentena. Nunca pudimos actuar. A raíz de ello, nos fuimos reinventando y haciendo de todo. Primero arrancamos con la venta de frutas y verduras, con reparto a domicilio por combos y pedidos, luego le agregamos alimentos balanceados para perros, garrafas, bolsa de leña. Se salía con combos para vender en las viviendas. Después agregamos queso, miel y salame, y una vez que estuvo todo armado, pudimos poner hace cuatro meses un local fijo", contó el apoderado del circo, Gabriel Credidio.
El hombre también contó: "Otro grupo se dedicó a los artículos de limpieza; otro más, a la herrería para vender portones y maceteros, y con una máquina que tenemos se hace limpieza para terrenos y pozos para piletas, y otros de los integrantes trabajan con motos para hacer cadetería", relató Credidio.
"Somos 15 familias y todos estamos trabajando", afirmó. E indicó que, mientras tanto, "continúan entrenando con los números de acrobacia, malabares y la rutina".
"A las 22 horas del 25 de diciembre va a ser la primera función", señaló. Tomarán distintas medidas preventivas, de acuerdo al protocolo dispuesto por el Gobierno Nacional. "El circo tendrá una capacidad del 30 %, podrán estar alrededor de 600 en la carpa, que ayer volvió a ser levantada en el Parque de Mayo", finalizó.
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Productoras organizadas
Mientras tanto, cuatro productoras de duraznos del poblado de La Ciénaga, de la localidad jujeña de Purmamarca, vieron frustrado este año, a causa de la pandemia, el sueño de habilitar una pequeña fábrica de mermelada, pero siguen adelante con el proyecto del emprendimiento.
El grupo de mujeres, de entre 50 y 66 años, se había capacitado en la fabricación de dulces a través del INTA y esperaba este año comenzar a vender el producto, en especial a los turistas, pero la pandemia lo postergó hasta el próximo año. "Teníamos que empezar a trabajar para la habilitación y comenzar la cosecha, pero no se pudo", dijo Lourdes Jerez (66), una de las productoras.
"El durazno se cosecha en marzo, así que no pudimos hacer nada después, solo se cosechó y se vendió a los comerciantes locales", relató la mujer. Allí cultiva, además, pera, manzana, cayote, lechuga, acelga y zapallito. Lourdes, Elisa Mercado, Margarita Avendaño e Ivone Arjona son las mujeres al frente del proyecto, que se inició con una capacitación del INTA el año pasado.
El grupo de mujeres hizo construir una cocina dentro de un salón comunitario "hasta que se haga la planta". El proyecto incluye a otras dos comunidades de Purmamarca, cuyos vecinos podrán participar con una capacitación previa "en la medida en la que haya demanda y se empiece a trabajar". La mujer apuntó que, gracias a los subsidios, compraron ollas, utensilios, freezers, mesas y una cocina industrial. Con el Programa para el Desarrollo Rural Incluyente (Proderi) solventará la construcción de la planta.
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Apostar a un pequeño comercio
Beneficiarios y beneficiarias del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y otras prestaciones usaron este dinero para crear pequeños comercios en el transcurso de la pandemia. En Corrientes, Ángela Medina (25 ) y Martín Benítez (29), de la localidad de Goya, emplearon el dinero en equipar un modesto kiosco.
"Venimos de una historia difícil. Teníamos una casita de material y nos desalojaron, quedamos con lo puesto; luego nos cedieron un pequeño terreno y construimos una casilla de madera, donde vivimos y ahora también tenemos el kiosco", relató la mujer.
Claudia Gutiérrez, una jujeña de 30 años que se dedicaba a la confección y arreglo de prendas escolares, decidió iniciarse en la venta de verduras tras acceder al cobro del IFE. "Empecé con bolsas de papas y cebollas, que es lo que más sale, y fui comprando otras verduras y frutas que me iban pidiendo. La idea era comprar para vender y, de ahí mismo sacar también para cocinar", relató Gutiérrez a Télam. Con ese mismo objetivo, pero en Formosa, Vanny Acosta de Romero empleó los 21 mil pesos que recibió como ayuda social en la instalación de una tienda de mascotas en su propia casa.
Empanadas mendocinas
María de las Nieves Domínguez, de la localidad mendocina de Guaymallén, tuvo la idea de iniciar un pequeño comercio con el dinero que cobró del IFE: compró un horno a leña e insumos para cocinar y vender empanadas, pan y tortitas. "Fue duro, pero lucho diariamente para generar ingresos desde muy temprano, con mucha fe. Uno se va rebuscando", dijo.
En Entre Ríos, Rebeca (de 19 años y qe finalizó sus estudios secundarios el año pasado en la localidad de San Benito, a 10 kilómetros de la capital entrerriana) decidió invertir los 10 mil pesos del IFE en una verdulería. Lo mismo hizo la salteña Ana Paula Aguirre, de 19 años, que abrió una verdulería en su casa, en el barrio Limache, de la zona sur de la capital salteña.
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