Historia urbana de Mendoza

Del siglo XVI al XXI.

Historia urbana de Mendoza

Facultad de Ingeniería

Diseño urbano

Suplementos

Arquitecta Ana Villalobos

Publicado el 09 DE NOVIEMBRE DE 2015

Mendoza se sitúa en el valle de Huentota, territorio de ocupación huarpe al momento de llegada de los conquistadores.  Presentó un patrón de asentamiento disperso, ubicado en los márgenes del río y los arroyos. Este pueblo originario fue el primero en hacer uso del sistema hídrico con fines productivos.

Con la finalidad de consolidar territorios para la corona española, la historia de Mendoza comienza a delinearse en 1561. La fundación consistió en un trazado de damero no diferenciado (tipo de planeamiento urbanístico que organiza una ciudad mediante el diseño de sus calles en ángulo recto, creando manzanas –cuadras– rectangulares), con una cuadrícula de 5 x 5 manzanas, con una plaza mayor descentrada. Se localizó en un espacio de gran pendiente entre la cresta de un ramal hídrico aborigen (actual canal Tajamar) y otro mayor al este, la Acequia de la ciudad (actual canal Zanjón). Se realizó la distribución de los solares, con la asignación del contorno de la plaza a los espacios institucionales y religiosos, acorde a lo que establecían las Leyes de Indias de Felipe II.

Se generó un caserío con aspiraciones de gran aldea, constituido por casas bajas, barrosas y blancas, con patios solariegos en contraste con la magnitud de los audaces perfiles de los edificios religiosos, que servían de confín al espacio central. La plaza seca representaba el espacio comercial y de ceremonias militares y religiosas.
 

Durante el Virreinato

En 1776, con la creación del Virreinato del Río de la Plata, la situación geopolítica y comercial, que en un principio se relacionó con Chile y Perú, se modificó y giró hacia un nuevo polo, Buenos Aires. Esto transformó a Mendoza en una estratégica protagonista de la red caminera, al ser el último albergue antes de cruzar la cordillera rumbo a Chile.

El espacio público de la Alameda, surgido con los adelantos borbónicos, constituyó un complemento al espacio central existente. Este cobró gran importancia en la época colonial e independentista, pues se convirtió en el centro de la actividad social. Lejos de la plaza, con sus cafés y heladerías, desempeñó un rol como espacio urbano que sugirió el posterior desarrollo de la calle San Martín, y originó un nuevo eje en la ciudad.

Los años siguientes fueron testigos de la expansión de la aldea primigenia con un patrón de crecimiento ordenado extendiéndose hacia el sur, siempre condicionada por los surcos hídricos y el sometimiento a dos factores que amenazaban frecuentemente la tranquilidad de la población: los aluviones, que transformaban las calles secas y polvorientas en ríos caudalosos; y los remezones, que sacudían las construcciones al generar grietas y roturas. En los alrededores se asentaban cascos de estancias, casonas, capillas, oratorios y postas que facilitaban afincarse a caseríos menores, que luego se transformaron en villas.

Hacia la mitad del siglo XIX, Mendoza ostentaba ser una pujante capital con teatro, hoteles, hospital, escuelas y un elegante comercio. Una ciudad consolidada como referente en la naciente República Argentina, con normativas urbanas innovadoras que apuntalaban su prestigio y valor citadino.
 

El terremoto que transformó la ciudad

El 20 de marzo de 1861, un terremoto transformó para siempre la apacible vida mendocina al destruir la casi totalidad del villorio. Con la ciudad devastada, transcurrieron dos años de debate acerca del futuro de Mendoza. Hacia 1863, época del progreso a nivel nacional, se realizó una nueva fundación de la ciudad, a instancias del entonces ministro Eusebio Blanco y del agrimensor francés Julio Balloffet, quien la proyectó bajo los conceptos de orden, higiene, eficiencia y regularidad.

Esta nueva Mendoza presentaba un esquema homogéneo de 8 x 8 manzanas con una plaza central de mayores dimensiones y cuatro equidistantes, que aportaron espacios abiertos en la trama urbana y que se vieron complementados con la aparición de los parques del Este; del Oeste (1896), proyectado por el paisajista francés Charles Thays, y la quinta Agronómica, con el objetivo claro de incorporar calidad ambiental. Asimismo, al diseño de la ciudad se añadió un sistema de riego con acequias revestidas con piedra bola y canales para el sustento del arbolado público. El trazado de calles, boulevards y grandes avenidas de circunvalación compuso una traza jerarquizada para el ordenado del tránsito y la evacuación ante posibles sismos.

Bajo los gobiernos progresistas, Mendoza dio un paso hacia la modernidad, con la incorporación de infraestructuras, servicios públicos y transporte que marcaron un cambio en las formas de vida en la ciudad. Entre ellos se destacó la llegada del ferrocarril en 1885, que dio paso al proceso de la gran inmigración y con él, al auge de la vitivinicultura, que posibilitó la formación de una burguesía vitivinícola y constituyó la base de la naciente clase media mendocina, quienes se establecieron en los sectores más depreciados de la ciudad.

Allí se desarrollaron las viviendas urbanas llamadas casas "chorizo", con una materialidad de adobe o ladrillo y con un lenguaje que sigue el modelo del neorrenacimiento italiano. Mientras que en la ciudad decimonónica, amparada por la idea del progreso, se pobló de viviendas y edificios en altura construidos con altas tecnologías: las casas contra temblores.
 

Siglo XX

A principios del siglo XX, la ciudad se había consolidado en una única grafía, reflejo de la convivencia física de la ciudad del siglo XIX con la antigua del siglo XVI, unidas físicamente por una línea de contacto, tangencial a ambas: la avenida San Nicolás, actual San Martín. En la década de 1930 arribaron las teorías urbanísticas del movimiento moderno, al tiempo que la crisis económica de la vitivinicultura produjo una fuerte migración del campo a la ciudad. Estas circunstancias fueron propicias para la puesta en práctica de los postulados de un Plan Regulador (1941), que pretendía un desarrollo armónico de la ciudad.

En los años siguientes, varios fueron los emprendimientos llevados a cabo. Desde el punto de vista paisajístico, el arquitecto Daniel Ramos Correas introdujo un plan regulador de mejoras en el parque General San Martín, la puesta en valor del Cerro de la Gloria, la creación del Parque Zoológico, el teatro al aire libre Frank Romero Day y el Teatro Pulgarcito.

Por su parte, los arquitectos Manuel y Antonio Civit, al frente de la Dirección de Arquitectura, construyeron referentes del racionalismo internacional: Playas Serranas (1935), escuela Videla Correa (1936), Casas Colectivas (1937) y Hospital Central (1944). A partir de 1943 se inició un período de gestión justicialista. En este tiempo se construyó el Parque Cívico (1948), obra del arquitecto Alberto Belgrano Blanco, y la Fundación Eva Perón construyó en el Parque General San Martín las escuelas-hogar, que abrazaron un lenguaje pintoresquista. En forma contemporánea, la ciudad consolidó el área llamada "Quinta Sección", con tipologías de barrios-jardín, y el Bombal, que fortalece el crecimiento de la ciudad al sur y sella el Parque Cívico con el departamento de Godoy Cruz.

A mediados de siglo XX, la ciudad creció constantemente por el aporte financiero de organismos del Estado, a través de planes para la construcción masiva de casas destinadas a trabajadores agrupados en gremios, que responden al tipo de chalet pintoresquista de techos a dos aguas, cumbreras, tejas, ladrillos visto, retiros y jardines.

 

En la actualidad

El proceso de crecimiento de Mendoza ha sido continuo e incesante desde su fundación. Actualmente atraviesa por una profunda transformación que, iniciada en la década de 1960, nos lleva a referirnos a la ciudad como una conurbación: un vasto territorio urbanizado que avanza de manera informe, incesante y descontrolado sobre el oasis norte. Se ha consolidado así un área extensa de tejido heterogéneo, el Gran Mendoza, que incorpora focos de distinta naturaleza y que está estructurada fundamentalmente por las autopistas como elementos organizadores del espacio.

Allí se presentan profundos conflictos que requieren de una solución integral, sistémica e interrelacionada entre los municipios involucrados. En este sentido, se ha trabajado en la sanción reglamentaria de Códigos de Edificación municipales, y en las leyes de Uso del Suelo y de Ordenamiento Ambiental que, puestas en funcionamiento, aseguran en su espíritu una armoniosa convivencia de la macro-forma urbana resultante.

Así, la ciudad de Mendoza hoy se ha transformado en un territorio complejo que refleja los conflictos de poder e intereses de la sociedad que la ocupa. Vive en una constante metamorfosis que afecta su escala macro e intermedia. Por ello, a nivel territorial, se debe atender a la protección de áreas de cultivo, problemas de desertificación, crecimiento descontrolado de la periferia con asentamientos marginales en el piedemonte.

En una escala más reducida, se trata de reconducir sectores antiguos y vulnerables de la ciudad, los desplazamientos de la actividad comercial a sectores más seguros, el rescate de los espacios públicos para la sociabilidad y la convivencia, el tratamiento de la especulación inmobiliaria sobre catastros de los siglos XIX y XX, la demanda de redes de infraestructura, entre otros problemas que nos llevaron a la destrucción del modelo decimonónico en términos de regularidad, eficiencia e higiene. 

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