Historia de una conquista: a 70 años de la primera elección en la que votaron las mujeres
Desde las feministas de principios del siglo XX hasta la Ley de Sufragio Femenino, la consecución de este derecho reúne incontables derroteros y conquistas. A siete décadas de las primeras elecciones en las que votaron las mujeres, repasamos la historia de su sanción y los desafíos actuales.
Voto femenino. Foto: www.elciudadanoweb.com
El sufragio femenino fue producto de una larga lucha iniciada a fines del siglo XIX. Muchas veces, su historización se limita a pensar en la sanción de la ley 13010 —promovida por Eva Duarte de Perón— y el primer voto —del 11 de noviembre de 1951—, y se suele invisibilizar la organización feminista previa. La historia de esta conquista tiene numerosas protagonistas. Los reclamos han dado algunos resultados, pero el ejercicio pleno de los derechos políticos de las mujeres es todavía un desafío.
Dora Barrancos historiza estos hechos en un artículo. El movimiento sufragista argentino dio sus primeros pasos a fines del siglo XIX, inspirado en las experiencias de Inglaterra y Estados Unidos. Estaba conformado “por representantes de un amplio espectro político, en su mayoría feministas, pero no exclusivamente”, asegura. La lista es extensa, pero entre ellas se destacaron Julieta Lanteri, Alicia Moreau y Elvira Rawson.
Fue el Partido Socialista, fundado en 1896, el primero en proponer la ampliación de este derecho, “y no debe extrañar que sus adherentes mujeres se tornaran feministas”, manifiesta Barrancos. Sin embargo, también impulsaban el voto de las mujeres otras feministas por fuera del socialismo, como Cecilia Grierson —primera médica instruida en Argentina— o Elvira Rawson de Dellepiane —vinculada a los orígenes de la Unión Cívica Radical—.
A pesar de que el Código Civil (1869) determinaba la inferioridad jurídica de las mujeres, el sufragio femenino no estaba prohibido explícitamente antes de la Ley Sáenz Peña. De hecho, mediante reclamos legales, Julieta Lanteri logró que se le concediera la posibilidad de voto y lo ejerció en 1911, en las elecciones de la Ciudad de Buenos Aires.
Julieta Lanteri en las elecciones
Las historiadoras Anabella Gorza y Adriana Valobra aseguran en “Género y Derechos...” que la ley de 1912 parecía una excelente oportunidad para avanzar con el sufragio femenino, pero, por el contrario, se lo limitó: la maniobra fue establecer el padrón electoral sobre la base del padrón militar, que solo incluía a los hombres. “El sufragio era entendido como un derecho que se obtenía como prestación por la obligación de defender a la nación”, puntualiza Valobra.
En este camino, otra reconocida sufragista fue la socialista Alicia Moreau de Justo, que sostenía la lucha por la educación femenina como camino para la emancipación. Apoyaba la conquista del sufragio por etapas, antecedido de instrucción política y con un avance progresivo en la participación en las elecciones –de lo local a lo nacional–.
Las voluntades fueron confluyendo de a poco. El primer proyecto de sufragio femenino se presentó en 1919 y, durante la década del 20, se sumaron más iniciativas.
En Buenos Aires, por ejemplo, las organizaciones armaron simulacros de elecciones en los que participaban las mujeres. Al frente de estas escenas, estaban Elvira Rawson de Dellepiane, Julieta Lanteri y Alicia Moreau. A pesar de las oposiciones, en esos años surgió el Partido Feminista con el ímpetu de la época.
Los gobiernos radicales en las décadas de 1910y de 1920 no incorporaron cambios. Contar con una base social amplia “no implicó la existencia de voluntad política por parte del Ejecutivo para propiciar la sanción de leyes que ampliaran la ciudadanía política a las mujeres”, explican las historiadoras. “Inclusive, el gobierno nacional intervino la provincia de San Juan en 1928, tras una reforma de la Constitución provincial, que otorgaba los derechos políticos a las sanjuaninas en el nivel provincial; derechos que ellas venían ejerciendo a nivel local desde fines del siglo XIX”, ejemplifican.
De los gobiernos conservadores y fraudulentos de la década de 1930 tampoco surgió ninguna voluntad. Alicia Moreau de Justo elaboró un proyecto de ley que presentó el diputado socialista Mario Bravo en 1932. Si bien obtuvo la aprobación inicial gracias a la movilización de las organizaciones feministas, el proyecto fue rechazado en el Senado, con mayoría conservadora.
Alicia Moreau de Justo
Entre 1930 y mediados de la década de 1940, las organizaciones de mujeres argentinas se abocaron a las luchas antifascistas, pero, ya para las elecciones del 46, casi todos los partidos habían prometido el voto femenino. Con el triunfo de Juan Domingo Perón, el ascenso de la figura de Eva Duarte fue estratégico en esta conquista. Sin embargo, profundizan Gorza y Valobra, “las que en décadas anteriores habían sostenido la prédica sufragista se ubicaron políticamente en la oposición al peronismo”.
Luego de un viaje a Europa en 1947, relata Barrancos, Eva “visitó sindicatos y fábricas nutridas de mujeres para agitar a favor del sufragio, las movilizó a la Plaza del Congreso en apoyo de la medida, las acompañó sentada en el palco de los debates hasta la sanción el 9 de septiembre, y unos días más tarde en aquella primavera, habló a una multitud desde el balcón de la Casa Rosada cuando su marido promulgó la ley 13010”.
Sanción de la 13010 y primer voto
La sanción de la ley de sufragio femenino durante el gobierno peronista es el desenlace de una historia de luchas feministas de varias décadas. El 9 de septiembre de 1947 se sancionó la ley 13010. Se la conoce como “ley de voto femenino” pero, en realidad, explican en “Género y derechos”, es una normativa sobre el reconocimiento de los derechos políticos de las mujeres: es decir, no solo a elegir y ser elegidas, sino a organizarse y participar en política.
A excepción del Partido Radical, en 1951, todos los partidos llevaban candidatas en sus listas. Incluso en el Partido Comunista Argentino, Alcira de la Peña se postulaba como candidata a vicepresidenta, e Irma Othar, como vicegobernadora de la provincia de Buenos Aires. Entre cargos representativos de gobierno (legislaturas nacionales, provinciales y delegadas de territorios nacionales), resultaron electas 109. El porcentaje fue el más alto hasta la ley de cupos de 1991.
El resultado de esas primeras elecciones que tuvieron voto femenino fue un cambio rotundo en las cámaras: quedaron conformadas con alrededor del 30 % de legisladoras, todas representantes del peronismo. La experiencia fue excepcional para la región y para el mundo entero.
Representación política femenina actual
Según Gorza y Valobra, la representación es la dimensión que más obstáculos tiene para garantizar la ciudadanía política de las mujeres. Es que la participación y organización política femenina se ejercen, y el voto también, pero las mayores limitaciones se encuentran a la hora de ocupar cargos de representatividad.
La exclusión de las mujeres de las jerarquías de la política es un hecho en los tres poderes. En el Ejecutivo nacional, solo ha habido dos presidentas: una, electa en dos mandatos (Cristina Fernández), y otra que asumió por la muerte del presidente (María Estela Martínez). En el Judicial, a la Corte Suprema de Justicia de la Nación solo dos mujeres accedieron en períodos democráticos (Elena Higton y Carmen Argibay), y en el Legislativo, actualmente las cámaras nacionales están compuestas en alrededor del 40 % por legisladoras.
En Mendoza, este esquema se repite. Nunca ha habido una gobernadora –solo una vice, Laura Montero–, los hombres son mayoría en la Legislatura y las ministras de la Suprema Corte han sido solo dos: Aída Kemelmajer de Carlucci entre 1983 y 2003 y Teresa Day en la actualidad.
A partir de esta realidad, el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad convocó a la acción federal “Un voto por la paridad”. Se realiza el 10 de noviembre en plazas de todo el país, en el marco del 70.º aniversario de la primera elección nacional en la que se ejerció el voto femenino. El objetivo es visibilizar las luchas de las mujeres organizadas desde hace más de cien años para conquistar sus derechos políticos y ejercerlos en condiciones de igualdad y libres de violencias.
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