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05 DE NOVIEMBRE DE 2024
Martin Appiolaza, comunicador social, criminólogo y especialista en temas de seguridad, analiza las causas que llevan a la detracción del concepto de derechos humanos en contextos marcados por la disconformidad y el enojo de una parte amplia de la ciudadanía ante hechos de inseguridad, como el que le arrebató la vida a Matías Quiroga días atrás. Profundiza en el rol y la responsabilidad que recae sobre los medios frente a este tipo de situaciones y rescata determinados reclamos expresados por los asistentes a la marcha convocada por los padres del joven.
Archivo NU Digital. Axel Lloret.
La nota de MDZ on line titulada “El día que la gente pidió el fin de los derechos humanos”, dedicada a relatar la marcha en reclamo de justicia por la muerte de Matías, repercutió de manera negativa en distintos sectores que entienden que presenta una idea desvirtuada de lo que en realidad son los derechos humanos. ¿Vos cómo analizas ese enfoque mediático?
En todo relato hay un punto de vista. Hay una carga mayor al contar sobre una manifestación cargada de odios y enojos. El tratamiento mediático aportó algunos datos valiosos: las contradicciones entre las perspectivas que coincidieron en el mismo espacio. Pero en general, no abrió juicios sobre los actos de discriminación, el alto nivel de desconocimiento sobre la temática ni las expresiones de intimidación, seguramente comprendiendo el estado de emoción violenta de la víctima. Sin embargo, hubo esfuerzos valiosos por ponerlas en un contexto que ayude a comprender el fenómeno social. Pero también hubo medios que convocaron a plegarse a la marcha, algo que es legítimo, un acto de ciudadanía valioso y que debiera aportar a la calidad de la gestión. Ojalá que no se agote en intereses mezquinos.
El discurso que se manejó en la manifestación refleja la confusión social que existe respecto de los derechos humanos y lo que ellos abarcan. ¿Por qué pensás que sucede esto?Siempre que hay una reacción de histeria colectiva relacionada con un crimen percibido como "salvaje" aparecen los ataques hacia los "derechos humanos". Son colocados como el obstáculo a un deseo de justicia sumarísima, que emerge como un anhelo colectivo (de un sector social acotado). Escuchando esos discursos impulsivos, desde el dolor más profundo, desde el miedo o también desde la especulación política, es posible deducir imaginarios inquisitivos. Hay que sacrificar al mal y todos sus instrumentos. Dispositivos similares han existido en toda la tradición política argentina marcada por el autoritarismo. Quizá un punto de inflexión sea la "campaña antiargentina" denunciada por la última dictadura cívico militar, que ubicó como obstáculo de la "pacificación nacional" a los organismos de derechos humanos que denunciaban atrocidades. No olvidemos que este momento de la dictadura tuvo alto apoyo social, mediático y que subsisten herederos políticos de aquella aventura fascista.
Entre los manifestantes hay una crítica correcta al funcionamiento de la justicia penal, los remanentes corporativos y los grupos de interés que resisten reformarla. También una crítica al sistema penitenciario y la evidencia que no termina de cumplir con su función.
¿Qué intereses pueden existir atrás de esta difamación que sufre el propio concepto de derechos humanos?
Está claro que los "derechos humanos" no son exclusivamente las debidas garantías en el proceso penal. Van mucho más lejos: incluyen derechos a la educación, a la vivienda, a la salud, a la alimentación, al medio ambiente, pero también a no ser víctimas de la violencia. La matriz violenta de la institucionalidad argentina ha provocado que la mayor notoriedad de los organismos de derechos humanos esté relacionada con denunciar los atropellos a los derechos civiles y políticos por parte del Estado. Abusos que muchas veces tienen que ver con negar condiciones humanas en el proceso de persecución penal, juicio y encierro. Y como los derechos son para todos, entonces pueden beneficiar a gente que ha cometido delitos aberrantes. Pero muy pocos abogados defensores que parte de los organismos de derechos humanos. Hay un abismo entre los "derechos humanos" y una medida judicial que favorece a un reo. Confundirlos resulta más fácil en una cultura autoritaria, discriminadora e intolerante, en un contexto de disputa política sobre el tema donde también subyacen inconfesables afinidades con quienes impulsaron el terrorismo de Estado.
Pero no todos somos agentes conscientes del modelo de sociedad que reproducimos. Sin embargo hay muchos que lo son y amplifican un discurso autoritario ya sea por convicción o por favorecer sus intereses.
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