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Así lo aseguró la directora del CCT Conicet Mendoza, Elena Abraham, durante el Tercer Foro Regional sobre “Los desafíos de la gestión territorial rural”, que se realiza en la UNCUYO. La hora de las comunas y del Ejecutivo.
Abraham dijo que es necesario mitigar los desequilibrios del territorio y superar la visión errónea sobre las tierras no irrigadas. Dijo que tienen enorme potencial. Foto: Centro de Cartografía del Medio Ambiente.
Verónica Gordillo
Publicado el 03 DE NOVIEMBRE DE 2017
Después de un proceso de más de 20 años, la directora del CCT Conicet Mendoza, Elena Abraham, dijo que es hora de bajar a tierra el Plan de Ordenamiento Territorial, de poner en marcha políticas concretas para intentar mitigar y solucionar las problemas concretos.
Abraham fue una de las profesionales que inauguró el Tercer Foro Regional sobre “Los desafíos de la gestión territorial rural”, que se realizó en la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNCUYO. Expuso junto a la decana, Concepción Arjona y al titular del Centro Regional Mendoza-San Juan del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), José Alberto Gudiño.
Los tres organismos –CCT, UNCUYO e INTA- conformaron en el 2015 una unidad mixta para reflexionar y aportar propuestas respecto del ordenamiento territorial y la gestión del mismo. Ese aporte es esencial en medio del proceso mendocino, que ya cuenta con una Ley y un Plan Provincial de Ordenamiento Territorial, y que ahora está más cerca de poner en marcha medidas concretas, ya que cada una de las dieciocho comunas debe elaborar sus propios lineamientos.
En el encuentro se abordaron cuatro temáticas: complejidades y transformaciones territoriales, política y gestión territorial rural, sujetos sociales y prácticas agropecuarias. No sólo hubo conferencias sobre estos aspectos, sino que se realizaron charlas abiertas entre representantes del sector gubernamental, empresarial y científico-académico.
Políticas concretas para problemas concretos
Al concluir la primera jornada del encuentro, Unidiversidad habló con Abraham sobre los desafío respecto del proceso de ordenamiento territorial que impulsa Mendoza desde hace más de 20 años. La profesional dijo que es necesario ordenar en base a una nueva lógica, más equilibrada y equitativas con todas las zonas y sobre todo con sus pobladores, sin importar donde vivan.
Mendoza ya tiene una ley y un plan ordenamiento territorial. ¿Cómo analizar el proceso y qué falta?
Estamos a la expectativa. Ya se han cumplido todos los pasos normativos, legales, ahora necesitamos la firme decisión política de llevar adelante este proceso y el financiamiento necesario para ello, porque hay que empezar a bajar a tierra al plan de ordenamiento, a través de proyectos y programas concretos. Los municipios tienen que desarrollar sus planes de ordenamiento y todo esto es un desafío inmenso desde la capacitación del recurso humano, la asistencia técnica, el financiamientos y la puesta en valor de los recursos que tiene la Provincia. En los municipios hay equipos técnicos sumamente importantes, que están trabajando seriamente desde hace mucho tiempo, pero también con muy pocos recursos, entonces hay que lograr esta sinergia entre el sector científico-tecnológico y académico, el sector gubernamental con los municipios y el propio Ejecutivo y el legislativo. Ahora, fundamentalmente, deben trabajar el Ejecutivo y las comunas, para bajar a tierra esto y empezar a trabajar concretamente con los problemas del territorio.
Usted dijo en la apertura del foro que para ordenar el territorio primero hay que desordenarlo. ¿Por qué?
Lo que planteo es empezar a desordenar esta lógica que se ha construido de acuerdo a otras lógicas que no son las del desarrollo sustentable, ni de la equidad social de los habitantes, ni de mitigar los desequilibrios territoriales.
Ordenamiento territorial: la hora de las comunas
Después de la aprobación del Plan Provincial, los municipios tienen un plazo de 12 meses para elaborar sus lineamientos. El más avanzado es Malargüe. Capacitación y recursos.
¿Cuál es esa lógica?
Es la lógica de las demandas extraterritoriales, de la construcción del poder, de las construcciones económicas, de la globalización y fundamentalmente en el caso de Mendoza es la relación muy desigual, desequilibrada entre los territorios irrigados y los no irrigados, a pesar de que son todas tierras secas. Hay tierras secas que tienen una inyección extra de políticas, de desarrollo, de infraestructura que son las zonas urbanas, los oasis, que no llegan al 4 por ciento del territorio provincial. Y a espaldas de estos, como islas, están los territorios no irrigados que se han ido casi deconstruyendo en función de la extracción de sus recursos naturales, de la migración de sus pobladores y de la consideración de que sus bienes y servicios están planteados en función del desarrollo de las tierras irrigadas. Esto, sin pensar que las tierras secas no irrigadas tienen fortalezas, oportunidades, capacidad de producción, pero en este momento las hemos degradado, desertificado, empobrecido, porque hemos extraído su capital natural, social y hemos disminuido su producción de servicios ecosistémicos y su capacidad de retención de población.
¿Cómo se desordena esta lógica?
Necesitamos un proceso fuerte de ordenamiento territorial, una política de Estado que plantee entre otros aspectos la construcción de la infraestructura necesaria para lograr el desarrollo endógeno de las tierras secas. Esto no significa que hagamos múltiples oasis, si no que trabajemos con las propiedades intrínsecas del territorio y de los grupos sociales. La vocación natural de las tierras secas es la ganadería y la gente quiere seguir haciendo eso, pero con mejores técnicas, con un paquete tecnológico en donde los científicos y los académicos podamos aportar y sobre todo con la participación directa de las comunidades locales, porque nadie mejor que la gente que vive en estos territorios para mostrarnos sus necesidades, sus demandas y sus conocimientos. Las comunidades de las tierras no irrigadas son altamente resilientes, porque están acostumbradas a sobrevivir a lo largo de milenios, con la única certidumbre que tienen, que es la incertidumbre, que se acostumbran a los cambios, a sobrevivir y generar unidades productivas. Es un éxito adaptativo importante que tenemos que capitalizar.
El mensaje que se repitió durante años fue que en esas tierras no había nada
Es así. Acostumbramos a llamarlo desierto y la gente que vive en esa zona está muy en contra de esa palabra, ellos viven en el campo, que es otra cosa. Desierto viene del latín, de desertare, que es abandonar, es un lugar sin gente y abandonado, entonces no es una buena palabra para denominar a nuestra tierras secas sin irrigar y a sus pobladores. Yo siempre hablo de territorios secos que tienen la capacidad de producir alterada por estos procesos de extracción y degradación que hemos hecho. Lo que tenemos que hacer es recuperar esa capacidad, restaurando el sistema en función de las demandas y necesidades de la población.
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