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Columna de Política Internacional con Augusto Grilli Fox.
19 DE NOVIEMBRE DE 2024
La nueva victoria del pueblo venezolano en revolución tiene múltiples interpretaciones. Por un lado, es un triunfo fundamental, que ya en el plano de lo concreto transforma el dolor por la muerte de Hugo Chávez en movilización y fortaleza.
Nicolás Maduro
Los malos augurios del Partido de la Derecha Mediática Mundial (PDMM) anunciando una interminable sucesión de peleas dentro del chavismo sin Chávez, simplemente no se cristalizaron. Principalmente fogonearon una eventual pelea de Nicolás Maduro con Diosdado Cabello, líder de una supuesta facción militarista. Pero lo real fue que la dirigencia chavista se ha mantenido hasta ahora fiel a su desaparecido líder y sobre todo fiel al pueblo, dando una lección y actuando realmente unidos y organizados. Digno de imitar.
Por otro lado, es un triunfo póstumo de Hugo Chávez Frías, aunque se supone que no el último. Está claro que la Revolución Bolivariana sigue más viva que nunca, luego de la muerte de su mentor. Y está claro que cada victoria de aquí en adelante, será un tributo de gratitud del pueblo venezolano a su líder. Pero sobre todo en esta ocasión, por la cercanía de la muerte de Chávez.
También es un gran triunfo de Nicolás Maduro, quien tuvo que ponerse al hombro no sólo una campaña electoral, sino un país que está estrenando orfandad. Es una durísima prueba de fuego tener que hacer campaña después de las campañas de Chávez, tener que hacer discursos después de los discursos de Chávez. Y ahora, tendrá que gobernar, después de los gobiernos de Chávez.
Es un triunfo del amor por sobre el odio. Venezuela acaba de votar en su elección número 18 desde 1998 y coincide con el 11° aniversario del golpe de Estado que, entre el 11 y el 13 de abril de 2002, desalojó del poder al presidente constitucional y lo reemplazó por Carmona “El Breve”.
El día del golpe, Fidel Castro logró comunicarse con Miraflores y le advirtió al presidente acosado y cercado: “Chávez, escúchame, chico, tú no eres Salvador Allende, tú no te mueres hoy”. Chávez le hizo caso, se preservó y, dos días después, el pueblo lo rescató y rescató la democracia. Ese día, Chávez resucitó gracias al amor y al coraje de su pueblo.
Hoy, un mes y medio después de su muerte, también se puede decir que Chávez está resucitando en este triunfo y se está multiplicando en miles, millones de Chávez. Otra vez el amor vence al odio. Porque un país libre de analfabetismo es producto del amor; un país en el que la salud ha llegado a los pobres que nunca habían visto a un médico es producto del amor; un país con 22 universidades nuevas y dos millones de estudiantes universitarios más, es producto del amor; un país que bajó la pobreza del 60 por ciento al 27 por ciento es producto del amor; un país en el que sus habitantes comen, cantan y ríen, es producto del amor. Un amor tan grande que es capaz de vencer a un odio tan grande como el de la minoría oligárquica que siempre fue dueña de Venezuela.
Es también un triunfo de la Patria Grande que nos alegra y nos conmueve a todos. Es un triunfo de los otros pueblos que están cambiando su historia, sobre todo en Ecuador, en Bolivia, en Brasil y en Argentina.
De la misma forma, es una derrota muy fuerte de la reacción liberal conservadora, que es la misma en Venezuela que en Ecuador, Bolivia, Brasil y Argentina. Es la dirigencia política que abarca desde una cierta extrema izquierda hasta la derecha neoliberal, pasando por un pseudoprogresismo peligroso. En su versión argentina, estamos hablando de dirigentes como Oscar Aguad, Patricia Bullrich, Eduardo Amadeo, Federico Pinedo (fueron en octubre a apoyar a Capriles pero ahora no se animaron) y hasta Hermes Binner (quien dijo públicamente que, entre Chávez y Capriles, prefiere a Capriles).
Finalmente, es una durísima derrota del Partido de la Derecha Mediática Mundial (esta vez tampoco se animó a ir Lanata, después del papelón de octubre pasado), que implementó una fortísima campaña sucia contra el pueblo venezolano y su revolución.
Por último, este resultado representa un golpe durísimo al propio Capriles, que podría poner en duda su futuro político. Luego de hacerse cargo de una campaña en la que nunca se sintió cómodo, cometió prácticamente un suicidio político al lanzar denuncias de fraude infundadas, que lo único que buscan es desestabilizar el país. Una actitud muy diferente a la que él mismo tuvo el 7 de octubre, cuando asumió hidalgamente su derrota. Aquella actitud le ayudó sin dudas a ser uno de los únicos dos dirigentes opositores que ganaron en las elecciones de gobernadores de diciembre pasado. Ahora, luego del papelón de ayer denunciando un fraude que nadie cree, el que más daño se hace es él mismo.
También queda maltrecha la unidad de la oposición venezolana, luego de este enésimo fracaso que potencia su impotencia.
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