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19 DE DICIEMBRE DE 2024
Se cumplen 50 años de la salida de uno de los discos más influyentes de la música, que marcó un antes y un después con canciones memorables como "Money" y "Time", entre otras.
Un lado oscuro que hizo la luz en el rock. Ilustración: Pablo Blasberg
El 1.º de marzo de 1973, Pink Floyd publicaba The Dark Side of the Moon, su octavo disco, una obra conceptual que, más allá del alto nivel de experimentación en el estudio, se convirtió en uno de los álbumes más populares del grupo, con varios éxitos radiales entre sus cortes. A la vez, es un hito de la cultura popular a partir de varias particularidades que le dieron su carácter y establecieron parámetros ineludibles para el resto de la escena musical de la época.
Temas como “Money”, “Time”, “The Great Gig in the Sky”, “Us and Them” y “Brain Damage” emergieron como grandes clásicos de la banda británica en medio de una narrativa musical de casi 45 minutos, con tracks armados a partir de la exploración al extremo de las posibilidades que brindaba el estudio y sonidos ambientales que unían los distintos cortes.
La placa registrada en los estudios Abbey Road, que tuvo como ingeniero de sonido a Alan Parsons –considerado como el “quinto Pink Floyd” en este trabajo–, fue una suerte de tardío estertor de la psicodelia, a la vez que formó parte de las grandes producciones del rock progresivo de la época, en el que pisaban con fuerza bandas como Genesis, Yes y Emerson, Lake & Palmer, entre otras.
Además de la conexión entre las canciones y de su uniformidad sonora a partir de la utilización de los recursos del estudio, el disco también tuvo la particularidad de ser el primero cuyas líricas estuvieron por completo a cargo de Roger Waters, por lo que comenzaron a despuntar algunas temáticas recurrentes en la obra de la banda, como la alienación de la vida moderna, el paso del tiempo, el mercantilismo, la muerte y la locura.
Con respecto a esto último, incluso su creador afirmó que el título del álbum refiere más a la locura que a la cara oculta de la luna; acaso por la experiencia propia de haber sufrido la baja de su miembro fundador, Syd Barrett, a causa del deterioro mental sufrido por la ingesta abusiva de ácido lisérgico. “Brain Damage” pareciera ser la prueba irrefutable de esto.
“Pink Floyd venía ascendiendo. Ya había superado la baja de Syd Barrett y había encontrado un sonido en Meedle (sexto disco, registrado en 1971). Waters era uno más, quizás más encargado de las letras, pero Pink Floyd era conducción colegiada”, dijo ante la consulta de Télam el periodista especializado Sergio Marchi, autor de una profunda investigación para su libro Roger Waters. Paredes y puentes: el cerebro de Pink Floyd.
“El disco irrumpió como algo extraordinario. No fue un disco más, claramente. Y se transformó en un standard de muchas cosas, sobre todo de sonido”, añadió.
A la hora de referirse a ese aspecto de esta producción, Marchi enumeró que “ahí aparece el estudio como herramienta fundamental, el CS3 (un pedal compresor para guitarras), las cintas, Alan Parsons”. “El sonido de Pink Floyd es el sonido del espacio exterior, aunque también habla un poco del interior”, resumió, para luego ahondar sobre las líricas de este trabajo.
“Las letras tratan de hablar sobre los conflictos más inmediatos del ser humano: el tiempo, el dinero, la muerte, la redención y hasta ‘la grieta´ en ‘Us and Them´. Pero, muchas veces, para hablar sobre estas cosas, no necesita palabras: el sonido es más elocuente”, destacó, y puso como ejemplo el tema “The Great Gig in the Sky”.
Jorge Moffat, cantante de The End, banda local considerada uno de los mejores tributos del mundo a Pink Floyd, y que suele contar en sus shows con varios músicos de gira del grupo británico como invitados, también aportó sus consideraciones sobre The Dark Side of the Moon, a pedido de Télam.
“Es una de las grabaciones más influyentes de la historia de la música progresiva de los años 70. El álbum combina sintetizadores modernos con la música clásica y la poesía para crear una experiencia musical única. Esto hizo que fuera un éxito de ventas y sentó las bases para el resto de la música progresiva de la época. El álbum también fue innovador en su uso de conceptos artísticos para contar una historia completa, lo que se convirtió en una característica común en la música progresiva de la época”, definió.
Así como Marchi recordó que “era uno de esos discos que estaban en todas las casas, aunque más no sea de facha” al señalar que “fue el primero realmente popular de Pink Floyd”; Moffat apuntó a The Dark Side of the Moon como un ejemplo de que “una obra conceptual puede tener éxito en la radio sin sacrificar su calidad artística. Esto es posible gracias a la combinación de letras poéticas, composiciones de alto nivel y una producción excepcional”.
“En comparación con otras composiciones de Pink Floyd, los temas en este disco destacan por su uso profundo de sintetizadores y efectos de sonido, así como por su estructura de canción distintiva. Estas características crean una sensación de profundidad y complejidad en las canciones. Esto se ve reflejado en la letra profunda y poética y en la forma en que las canciones se relacionan entre sí para contar una historia. También hay una clara influencia de la música clásica en la grabación”, analizó el cantante de The End.
David Gilmour, Roger Walters, Nick Mason y Rick Wright, 1970.
Además de su sonido, la placa también es reconocida por su famosa tapa, creada por Storm Thorgerson, del colectivo de diseño gráfico Hipgnosis, y por algunas anécdotas y curiosidades relacionadas con su proceso de grabación, al punto de que Marchi afirmó que esa etapa fue “una fuente inagotable de notas al pie, detalles e historias” cuando se sentó a escribir su libro sobre Roger Waters.
Entre ellas, destacan la modalidad de entregar una especie de cuestionario con preguntas de diversa índole a personal del estudio, cuyas respuestas fueron grabadas y utilizadas como voces de fondo a lo largo del disco. Incluso, Paul McCartney participó de este experimento, pero su parte no fue incluida por tratarse de una voz demasiado reconocible para el público. El portero de Abbey Road también fue grabado en varias ocasiones sin que lo supiera y sus comentarios ocupan lugares fundamentales en la placa.
También hubo y hay todavía controversias. Por caso, la cantante Clare Torry fue la encargada del espectacular solo vocal de “The Great Gig in the Sky”, una improvisación propia sobre una base de acordes creadas por el tecladista Richard Wright, y demandó al grupo por no haber sido incluida en los créditos del tema. La justicia falló a su favor muchos años después.
En la actualidad, en medio de la pirotecnia verbal entre Waters y David Gilmour, el cerebro de la banda anunció que actualmente trabaja en una regrabación del disco, en un intento por echar por la borda la idea de que se trató de un trabajo grupal y reafirmar que es el dueño creativo absoluto de ese trabajo. “Yo escribí The Dark Side Of The Moon, vamos a dejarnos de toda esta mierda de ‘nosotros'”, dijo Waters a la prensa al realizar el anuncio y dar algunos detalles de la nueva versión.
"The Dark Side of the Moon es inmenso y, 50 años después, brilla como un diamante loco. Por más que ahora Roger Waters quiera regrabarlo, es imposible volver a convocar esa magia que el disco tuvo. Porque era hijo de su tiempo, de la historia de 1973, de la evolución del sonido y de un nuevo modo de encarar un trabajo conceptual”, sentenció Sergio Marchi a modo de epílogo.
Fuente: Hernani Natale para Télam
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