Guzmán, Batakis y la reunión de Olivos
Por Roberto Follari, epistemólogo, docente y doctor en Psicología.
Alberto Fernández y Silvina Batakis en la jura como ministra de Economía. Foto: Télam
Fin de semana de locos. Guzmán, el ministro zen, el de la tranquilidad glacial, lanzó abruptamente su renuncia –como símbolo- justo cuando Cristina lo comparaba en su discurso con Melconian. Harto de destratos y ataques internos, el ahora ex ministro no calculó que el principal perjudicado era el presidente, quien lo había defendido consecuentemente. Su salida intempestiva –es cierto que había pedido a Alberto Fernández algunas condiciones que éste estaba demorando-, puso al gobierno a trabajar a alta velocidad, a fin de evitar la posible corrida cambiaria y el golpe de mercado.
Massa encontró la ocasión de tomar alto protagonismo en el gobierno. No pedía sólo el ministerio de Economía: quería también un combo que incluyera, entre otras patas, a la AFIP y el Banco Central. Parece que el presidente tenía dudas al respecto, y que la vicepresidenta no habría estado de acuerdo. Empezaron los nombres individuales para el ministerio, entonces, mientras los cercanos le rogaban a Alberto Fernández que hablara con Cristina para consensuar. Estela de Carlotto lo pidió y lo logró, con el peso de su figura. Se habló con Alvarez Agis, pero el brillante economista se negó. Y luego surgió el nombre de Batakis: ex ministra de Scioli, que venía trabajando en el área de provincias con Wado de Pedro. El nombre fue aceptado por Cristina Fernández –sin dudas la socia mayor en el Frente de Todos por caudal político-, y fue rápidamente lanzado a los medios. Los gobernadores oficialistas dieron su aquiescencia, pues conocen a la nueva ministra por su función en el Ministerio del Interior.
El acto de asunción fue sencillo, las declaraciones de Batakis fueron escuetas. Dejó claro que una de sus prioridades será el cuidado de la moneda, en sintonía con lo dicho por la vicepresidenta en torno del bimonetarismo. En otros puntos, tendió a cierta continuidad con la política económica del presidente: mantener el acuerdo con el Fondo Monetario (que no puede gustar a nadie, pero sin el cual no se sabe dónde estaríamos), sostener la solvencia fiscal, aumentar el crecimiento industrial y las exportaciones. Obviamente, también operar sobre la inflación, en lo cual la ministra anticipó que buscará acuerdos con los empresarios, que impliquen a todo su proceso de producción y comercialización, no sólo a la fijación de precios.
Menos rupturista de lo que algunos pudieran esperar –caso Grabois, con un imtempestivo tweet que pretendía fijarle condiciones a Batakis-, la ministro comienza con un amplio consenso de los diferentes sectores del Frente de Todos, y abre una ventana de oportunidad para la normalización de las relaciones internas en la coalición.
La oposición, con escasos matices y en tropel como suele hacer, mezclada con la TV militante de las derechas, atacó a Batakis con confusas denuncias en torno a un cartel en que pidió la libertad de Milagro Sala (presa por tribunales amañados a niveles estrafalarios), o a un supuesto izquierdismo que la trayectoria de la nueva ministra no exhibe. Nada nuevo, cero responsabilidad en torno al momento delicado que vive el país: para el macrismo, cuanto peor es mejor, en una nueva versión de aquella vieja bandera de algún trotskismo de museo.
Y el lunes por la noche, la esperada reunión entre el presidente y la vice. A la hora que escribimos, poco se ha sabido fehacientemente al respecto: lo que leo en alguna agencia informativa rotundamente contraria al gobierno, parece en buena medida inventado en torno de lo previamente dicho por Cristina Fernández sobre aumentar el gasto sin atención al acuerdo con el Fondo Monetario, o a su afirmación de que la inflación no tiene relación con el déficit fiscal y/o la emisión monetaria. O también, la insistencia en que los planes sociales no sean administrados por movimientos sociales, singularmente por el movimiento Evita.
Quizá se haya hablado de esos puntos, quizás no. Lo cierto es que el Frente de Todos tiene aún una ocasión histórica para dejar la pelea pública permanente, y retomar el camino de una gestión con apoyo político y direccionalidad popular. El camino es difícil: mejorar el poder adquisitivo de los de abajo mientras a la vez se baja la inflación y se cumple con el Fondo Monetario, es una tarea ciclópea, mientras –por ej.- la Sociedad Rural sostiene un paro absurdo que se decidió contra la política del ministro anterior. Se requiere el máximo de unidad organizada del bloque popular. ¿Se logrará? Esta reunión entre dos líderes de la que no se sabe el contenido, puede ser el inicio de un mejor camino para el gobierno: el equilibrio es frágil y tenue, pues el presidente ya ha cedido varios de sus nombres más cercanos. A la audacia decisoria, debe unirse la prudencia para que cada uno de los dos grandes protagonistas (el presidente en lo institucional, la vicepresidenta en lo político) encuentren un punto compartido de concesiones mutuas.-
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