Para la nueva jueza de la Suprema Corte, la paridad tiene que existir en las actividades pública y privada
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23 DE DICIEMBRE DE 2024
Roberto Follari, epistemólogo, docente y doctor en Psicología.
El vínculo entre el presidente y la vicepresidenta. Foto: Página/12
Villarruel se reunía con Videla, así como con Cecilia Pando. Forma parte de la extrema derecha nostálgica de la dictadura desde su cuna familiar. Reivindica a los genocidas y quería que le dieran Defensa y Seguridad como ministerios de manejo propio. Bullrich y Petri le comieron la ración, se quedó sin nada.
Su respuesta es la que hemos visto en estos meses: desmarque lejos de Milei, juego propio, autopromoción de su figura, pretensión de dar tinte “peronista” a su nacionalismo extremista. No le sale mal: tiene cierta elegancia, habla con tranquilidad y aplomo como contrapeso a los insultos de Milei y las invectivas en redes de Santiago Caputo. Y va a visitar a gobernadores que ganaron por vía del peronismo (Jalil, Sáenz), presentándose en fiestas gauchas disfrazada de paisana, si bien no supera la convicción de cualquier turista estadounidense. Esto le ha promovido buena imagen pública, aunque algún carpeteo de los que proponen los trolls con apoyo de espías podría arruinarle el juego: una buena ventilación de fotos suyas con partidarios de la dictadura podría demoler su imagen sin demasiada apelación a sofisticaciones.
Pagni –derechista inteligente, si los hay– propone en su programa televisivo de los lunes una versión angelical de la vice, mientras tira a diestra y siniestra –pero no sin cierta elocuencia distractiva– diferentes diatribas contra Milei, contra El Jefe (Karina) y especialmente contra el poderoso joven Caputo, a Villaruel la presenta como una inocente invención de Disney o una émula de Blanca Nieves. Macri, el notorio aliado de Villarruel en sus aventuras contra el terceto que gobierna, es, según Pagni, un adalid de la República. Para la mayoría de los que miran, incluso partidarios de Milei, quizá los acentos de Pagni pasen desapercibidos, pero para los que más saben de política, es un discurso intencionado que busca empoderar una alternativa a Milei.
Presentar a Macri como republicano es disparatado. ¿O no recordamos que mandó espiar hasta a sus hermanos? ¿O no quiso declarar insano a su padre para quedarse con una mayor herencia? ¿O no usó carpetazos basados en los espías para apretar a propios y extraños? ¿O no metió una empleada doméstica a la casa de “su amigo” Santilli para chantajearlo cuando le conviniera? ¿O no iban los jueces a jugar al fútbol a su quinta personal? ¿O no mandó espiar a los familiares de las víctimas del submarino colapsado?
En Pagni juegan la voz del poder más concentrado y sus estrategias más sutiles. Apoyo a Milei para que haga el trabajo sucio: ajuste brutal, achique del Estado y golpes al peronismo. Para todo eso, conviene un personaje estrambótico y desmesurado. Pero después, vendrán los de siempre. Ya con el campo abierto, llevada la oposición peronista y de izquierda a una mínima expresión, empobrecido y debilitado el campo popular, achicados al mínimo los derechos sociales, será la hora de reinstalar la hegemonía directa del establishment, “atendida por sus propios dueños”.
Es allí donde la dupla Villarruel-Macri puede copar la escena y ofrecer gobernabilidad de nuevo cuño con un mejor diseño estratégico. La aventura heterodoxa de Milei no da ninguna garantía: casi todos piensan que ha de estallar por los aires. Aumentando en 10.000 millones de dólares la deuda cada mes, yendo a mendigar ahora a los árabes el dinero que nadie les da, a largo plazo todo es oscuro.
Esta semana, el diseño del poder se complica: Lousteau quedó en presidencia de la Comisión sobre Seguridad. Se vota el pliego de Lijo, donde se dividen las fuerzas de LLA y quizás también las del peronismo y del PRO. Se trata el decreto por el cual se dieron 100.000 millones de pesos a la SIDE: sí hay dinero para espionaje (que, claro, podría usarse para arrimar voluntades en el Congreso y en administraciones provinciales) y se votará el proyecto, ya con media sanción, por el cual deberían aumentarse los montos jubilatorios acorde a la “bajada” enorme que Milei les propinó en diciembre y enero, que jamás fue compensada.
El batifondo de lealtades y traiciones que pueden conllevar todas y cada una de estas votaciones se combina con el enorme ruido de la pelea entre Milei y Villarruel. El presidente descargó en ella la responsabilidad sobre el autoaumento de los senadores (como si sus viajes múltiples al exterior nos salieran gratis). Ella contraataca, dando espacio a un proyecto del peronista Mayans para poner límites a los sueldos en el Ejecutivo y el Judicial, de modo de no centrar todo en el Legislativo.
Es que Milei se preguntó ofuscado: "¿Dónde alguien gana 9 millones en la Argentina?”. Sus amigos, los “héroes” de la industria (digamos, Rocca, Pagani, Eurnekian, y siguen firmas) ganan bastante más. ¿Cien veces más? ¿Doscientas? Alguien dirá: "Sí, pero esos no son sueldos". Bien, los directivos de YPF nombrados por el Ejecutivo ganan 77 millones de pesos mensuales: multiplican por más de ocho veces lo que los senadores se habían adjudicado (y ahora retrotrajeron). No solo en el Senado se cuecen habas: el presidente deja muchos flancos vulnerables en las redes.
Los rounds que estamos viendo no serán los últimos, pero son muy intensos. Milei todavía tiene una imagen pública relativamente buena: pareciera que sus agazapados adversarios se están apresurando demasiado.
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