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04 DE NOVIEMBRE DE 2024
El investigador participó en Mendoza de la reunión de la Sociedad de Biología de Cuyo. Dijo que es necesario escuchar al reloj biológico, ya que alterar sus ritmos provoca que nos enfermemos más. De alondras, búhos y husos horarios. La problemática del sector científico.
El científico explicó que debemos descubrir si somos alondras y búhos y respetar ese ritmo biológico. Foto: Ariella Pientro.
En cada ser vivo hay un reloj. Entonces, nada mejor que preguntarle a un experto relojero cómo cuidar esa máquina que tenemos adentro los seres vivos –incluidos los humanos– para intentar, aunque sea intentar, vivir mejor. El relojero Diego Golombek, que además es científico, aceptó el desafío: dijo que lo primero es escuchar el tic tac que nos marca a qué hora tenemos sueño, a qué hora estamos despiertos, a qué hora tenemos hambre; y lograr una buena higiene del sueño, que no es otra cosa que dormir ocho horas, en oscuridad, con poco ruido, con baja temperatura, y cenar lo más temprano posible para separar la ingesta del descanso.
Escuchar nuestro reloj biológico porque alterar sus ritmos no es inocuo; quienes lo hacen se enferman más. Ese fue el consejo del relojero-científico, que participó en Mendoza de la reunión anual de la Sociedad de Biología de Cuyo, una institución que se constituyó hace 36 años en el seno de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNCUYO y que mantiene su empuje inicial.
Golombek es doctor en biología, investigador principal del Conicet y profesor de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), donde dirige el Laboratorio de Cronobiología, una disciplina que estudia los ritmos biológicos de los seres vivos. Pero más que ninguna otra cosa, es un difusor de la ciencia, un profesional que entendió la necesidad de dejar atrás el encierro, de explicar con manzanas lo que hacen, porque está convencido de que es parte del trabajo.
Luego de brindar la conferencia inaugural del encuentro, Golombek habló con Unidiversidad sobre los avances en su especialidad, sobre la necesidad de modificar el huso horario con base en evidencia científica y sobre el difícil momento por el que atraviesa la ciencia, que –aseguró– no sólo es un problema presupuestario, sino básicamente cultural. Aquí, un extracto de la charla.
De alondras y búhos
¿Qué estudian los especialistas en cronobiología?
Estudiamos la biología del tiempo. Uno está acostumbrado a pensarse en el espacio, es decir donde ocurren las cosas, pero eso también ocurre en el tiempo. A lo largo del día van variando nuestro comportamiento, nuestra fisiología, nuestra química, la de nosotros y la de cualquier ser viviente, al haber evolucionado en un planeta que tiene ritmos de 24 horas. Por ejemplo, el ciclo sueño- vigilia es una consecuencia de tener un reloj biológico que le dice al cuerpo que es de día o de noche, y si es de noche, tenemos que dormir; si es de día, estamos activos. Nosotros estudiamos todo el espectro de la cronobiología, desde los mecanismos más moleculares hasta las aplicaciones en la salud humana. Hemos trabajado con poblaciones particularmente afectadas por los ritmos, como pilotos, médicos, enfermeros, choferes de larga distancia, que tienen turnos rotativos; personas con ciertas patologías, que se ven sensibilizadas por cambios en el reloj; estudiantes que tienen que modificar sus horarios por sus turnos escolares. Por lo tanto, hay una aplicación directa de este saber que encontramos en el laboratorio sobre la calidad de vida humana.
¿Afecta el ritmo de vida actual nuestro reloj biológico?
Por supuesto que sí. Nosotros estamos viviendo en la sociedad de 24 horas, donde no está tan claro que sea de día o de noche, porque de noche prendemos la luz; en invierno, la estufa; en verano, el aire acondicionado. Es decir que hemos perdido esta relación –en particular en la vida urbana– con los ritmos de la naturaleza. Eso implica que modifiquemos y exageremos nuestra biología para adecuarnos a lo que nos impone la vida en sociedad, y esto tiene consecuencias. Por ejemplo, se calcula que en los últimos cien años, hemos perdido de una a dos horas de sueño y eso es muchísimo. Pensemos que el ideal son 8 horas. Nadie lo hace: los adolescentes deberían dormir 9 y seguro que no las duermen. Eso tiene consecuencias si es crónico: primero, estar somnolientos, de mal humor, nos cambia el estado de ánimo, nos equivocarnos más, tenemos más accidentes de trabajo y nos enfermamos más. La deprivación crónica del sueño incide sobre las enfermedades, nos infectamos más, y si además tenemos una disrupción crónica de estos ritmos, por ejemplo, trabajando en turnos rotativos –una semana de día, una de tarde, una de noche–, la incidencia de enfermedades graves es mucho mayor. La OMS ha puesto el trabajo de turnos rotativos como un factor de riesgo para el cáncer; quiere decir que no dormir o jugar con los ritmos no es inocuo.
¿Cómo podemos cuidar ese reloj interno?
Lo primero es escuchar el tic tac del reloj biológico, escuchar a qué hora tenemos sueño, a qué hora estamos despiertos, a qué hora comer, a qué hora realizar distintas actividades. Lo otro es tener una buena higiene del sueño, es decir, dormir de noche una cantidad de horas adecuadas, en oscuridad, con poco ruido, con baja temperatura. También comer de día, separar el horario de la ingesta del sueño, tratar de cenar temprano. En lugares cordilleranos, en las provincias más del Oeste de Argentina –especialmente las cuyanas y patagónicas– es difícil, porque hay una variación en el fotoperíodo a lo largo del año que es muy grande. En verano el sol se pone muy tarde y la gente no quiere cenar cuando hay luz, entonces tienden a cenar más tarde, pero el mundo sigue andando y al día siguiente la escuela empieza temprano, el trabajo también, y acumulás una deuda de sueño. Habría que intentar ponerse en hora con mejor higiene, y escuchar a ese reloj que viene en distintos sabores. Hay relojes más tempraneros y otros más noctámbulos: se habla de alondras o búhos.
¿Qué significa ser alondras o búhos?
Si uno es una alondra, va a tender a despertarse más temprano y debería tratar de realizar sus tareas más demandantes durante el día, mientras que el búho, más noctámbulo, debería tratar de concentrar sus tareas más demandantes hacia la tarde, la noche. Por ejemplo, si te pregunto a qué hora querés ir a correr, una persona más matutina va a decir más temprano y otra, más tarde, y está bien, porque su reloj responde mejor de esa manera. Entonces, la idea es que escuchemos al reloj y nos va a ir mejor.
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Un huso horario alocado
Usted habló de la problemática del huso horario, algo sobre lo que los científicos locales advierten desde hace tiempo.
El mapa del huso horario no es un mapa geográfico, sino político. Si uno ve los husos horarios, son cualquier cosa, las líneas se cruzan, van para allá, para acá. Argentina adoptó el huso horario -3, o sea tres horas al oeste del meridiano de Greenwich, el meridiano cero. Geográficamente eso no tiene ningún sentido, porque eso nos pone en la parte más este de Brasil y en el medio del océano Atlántico. Entonces, lo primero es reconsiderar ese huso horario y pensar si no tendríamos que ser -4 por lo menos, pero además volver a pensar si Argentina no es un país suficientemente ancho como para tener dos husos horarios. Eso tiene complicaciones económicas, sociales; por ejemplo, si viajo de Buenos Aires a Mendoza, voy a tener que pensar a qué hora llego, a qué hora llamo a mi tía para que esté despierta, tiene complicaciones, pero tal vez tenga beneficios. Creo que lo importante es que se tomen estas decisiones basadas en la evidencia, no en encuestas, en caprichos, en la historia, en que siempre fue así, por lo tanto, necesitamos datos. La única forma de hacer buenas políticas públicas es con datos y el huso horario es una de las decisiones que deberían tratar de tomar basados en la evidencia. Nosotros deberíamos tratar de incidir sobre esto. Para tener evidencia es que estamos haciendo un estudio del sueño, al que invitamos a participar, para entender cómo, cuándo y dónde dormimos para no basarnos en anécdotas o en la historia, en lo que siempre se hizo, sino en evidencias científicas.
¿Existe alguna conexión real con los decisores en ese sentido?
Sí, es muy poco frecuente que el Estado se apoye en la ciencia para tomar decisiones, pero cuando ocurre, creo que el resultado es bastante feliz. Chile, por ejemplo, está decidiendo si tener un sistema de horario de verano e invierno y cómo hacerlo, y para eso consultaron a los investigadores del sueño. Entonces, cuando esta decisión llegue al Congreso, va a llegar con un peso de evidencias, no solamente de opiniones. Creo que en Argentina estamos preparados para hacer lo mismo y no es sólo la demanda de los legisladores o los tomadores de decisión, también es la decisión de los científicos de involucrarse en temáticas sociales. Muchas veces nos quedamos en el laboratorio diciendo: "Eso no es para mí". Creo que tenemos que involucrarnos en temáticas sociales, porque es nuestra forma de devolver a la sociedad todo lo que hace por nosotros.
¿Esas problemáticas sociales las deben plantear ustedes, solicitar desde el gobierno o las marca la misma realidad?
Es un poco de todo. Nosotros reclamamos que el Estado apoye a la ciencia, que haya presupuesto, eso está muy bien, pero también tenemos que reclamar que el Estado se apoye en la ciencia. ¿Qué hace un político hoy? Independientemente del color y el momento, dice: "Nosotros vamos a apoyar a la ciencia para solucionar nuestros problemas graves de pobreza, de educación, de contaminación", y es todo lo contrario, pasa poco y cuando pasa, suele ser exitoso. Entonces es positivo que haya demandas del Estado hacia los científicos para ayudar a resolver un problema, también con el sector privado, que busque al sector científico para resolver ciertos problemas, está pasando más, de a poco hay más herramientas.
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Un problema presupuestario y cultural
¿Cuál es su opinión sobre la situación en ciencia y técnica?
Hoy estamos en una coyuntura muy mala por una cuestión presupuestaria, hay poco dinero y pocos cargos. Pero, sobre todo, me preocupa la cuestión cultural, el lugar que está ocupando la ciencia en el Estado en este momento es mínimo, se ha degradado de ministerio a secretaria, muchos programas ven dificultada su continuidad. Hemos pasado por otros momentos presupuestarios muy graves pero tan graves y culturales no estoy tan seguro, porque el lugar que culturalmente ocupa la ciencia está muy desdibujado. Los científicos tenemos que demostrar por qué ese lugar tiene que estar en un podio, tenemos que colaborar en forma permanente con problemáticas sociales, más allá de que nuestro rol deba seguir siendo aumentar el conocimiento, tenemos que tener un ojo abierto de cómo ese conocimiento puede ayudar a la sociedad.
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