“Gestión de los cuerpos” dentro del sistema público de salud
La maternidad también está atravesada por intereses políticos, económicos, culturales. Sabrina Yañez, becaria doctoral de Conicet y militante feminista, reflexiona sobre experiencias de mujeres de sectores populares y procesos de institucionalización de la maternidad.
Yañez reflexiona sobre experiencias de mujeres de sectores populares y procesos de institucionalización de la maternidad.
¿Qué es ser mujer? Contestar esta pregunta nos llevaría horas si hay que tener en cuenta que primero hay que pensar qué significa ser mujer en el lugar en que nacimos, en nuestra familia, el grupo social en el que crecimos, en nuestro país, en nuestro continente.
Igualmente sucede cuando nos preguntamos acerca de la condición de ser madre. Acaso: ¿la maternidad se ejerce por instinto?
A las mujeres desde niñas se las prepara para la maternidad. El cuerpo está naturalmente hecho para ello. A lo que la sociedad patriarcal ha sumado un sinnúmero de funciones que no son biológicas, como si lo fueran.
Responsabilidades, hartazgos, son los resultados de asumir la crianza y todo lo que ella implica como un deber ineludible. Y lo peor de todo, como una tarea central que aunque - en el mejor de los casos- se comparta con los hombres, es esencialmente a las mujeres a quienes toca responder por ella.
Lo que el Manual en Módulos para el fortalecimiento personal y social de niñas y adolescentes embarazadas y madres explica como: "Se nos dice que como tenemos ovarios haremos la sopita de fideos o lavaremos el excusado, y que además lo haremos por instinto. Esta es la ideología de los instintos maternos, de aquello que está dado y que nos organiza en realidad, como especialistas sociales y culturales en construir a otros sujetos".
Sabrina Soledad Yañez es becaria doctoral de Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), doctoranda en Antropología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, e integrante de Colectiva Ultravioletas. Yañez lleva adelante un trabajo de investigación llamado Convertirse en madre en Mendoza. Experiencias de mujeres de sectores populares y procesos de institucionalización de la maternidad. De allí, se desprende esta entrevista.
¿En qué consiste el trabajo?
Mi trabajo, todavía en progreso hacia la tesis doctoral, consiste en el análisis de las relaciones entre las experiencias de maternidad de las mujeres de sectores populares de Mendoza y las regulaciones y prácticas institucionales del sistema público de salud durante los procesos de embarazo, parto y puerperio, en el periodo 2001-2012. Considero que es en el cruce entre institución y experiencia en donde se aprecian con mayor claridad las contradicciones y las negociaciones sobre los sentidos del “ser (buena) madre”, que repercuten no sólo a nivel simbólico sino también sobre los cuerpos de mujeres concretas. A partir de las lecturas que fui realizando y los seminarios cursados, decidí centrar mi análisis en las formas de institucionalización de la maternidad que se cristalizan en el sistema de salud, ya que es durante los procesos de embarazo-parto-puerperio. Es decir, cuando la maternidad atraviesa corporalmente a las mujeres y las pone en contacto con “expertos/as” sobre su condición es que se ponen en evidencia con singular claridad e intensidad las significaciones sociales atribuidas a la maternidad.
Para explorar las relaciones entre la maternidad como institución y como experiencia, he adoptado algunos elementos de la etnografía institucional propuesta por la socióloga canadiense Dorothy E Smith. La etnografía institucional, surgida en el campo de la sociología pero luego apropiada por otras ciencias sociales, se enfoca en la forma en que las instituciones –entendidas como conjunto de normas que estandarizan prácticas y relaciones sociales- dan forma a las experiencias de los sujetos.
Mi trabajo de campo ha consistido en entrevistas a mujeres que han tenido a sus hijos/as entre 2001 y 2012 en hospitales públicos de la provincia y han atendido sus embarazos en instituciones públicas (hospitales y/o centros de salud). Este recorte de población me permite concentrar en las mujeres con menor posibilidad de elegir prestadores y profesionales, lo que las pone en situación de mayor vulnerabilidad en cuanto al respeto de sus derechos sexuales y reproductivos.
Las entrevistas en profundidad con estas mujeres han indagado sobre sus experiencias en relación a embarazos, partos y puerperios y a las circunstancias (de pareja, familiares, laborales, económicas, etc.) en las que se han convertido en madres. Por otro lado, he entrevistado a médicos/as gineco-obstetras, de familia y pediatras, trabajadoras sociales y licenciadas en obstetricia que se desempeñan o se han desempeñado en el ámbito público, al interior de hospitales, centros de salud, en la Dirección de Maternidad e Infancia y el Plan Nacer en Mendoza. Finalmente, he realizado observaciones en las salas de internación post-parto del Hospital Luis Lagomaggiore, cuyo servicio de maternidad es el de referencia para la provincia, y en centros de salud de Guaymallén y Lavalle.
¿Qué es esto de la Gestión de los cuerpos dentro del sistema público de salud?
Esta noción surge de la definición “generosa” de trabajo propuesta por Dorothy Smith para la etnografía institucional. En este caso, trabajo es “todo lo que la gente hace que es intencional, implica tiempo y espacio y es hecho en un tiempo y lugar particulares y bajo condiciones locales definidas”. Esta definición claramente refleja la lucha que el movimiento feminista ha llevado a cabo con el objeto de visibilizar el trabajo no pago y no reconocido que las mujeres han realizado y realizan, generalmente en el ámbito doméstico, trabajo de cuidado y crianza. Ejemplos de “trabajos” investigados en etnografías institucionales incluyen el trabajo emocional, el trabajo de vivir con HIV-SIDA, el trabajo de ser sociable en pacientes con enfermedades mentales, etc.
En el caso de mi investigación, se define como trabajo todo lo que las mujeres hacen para llevar a término un embarazo y durante su tránsito por el puerperio, incluyendo la “gestión” de sus cuerpos dentro del sistema público de salud: obtener turnos, acudir a ellos, realizarse los estudios indicados, etc. Debido a la naturalización de la maternidad, se invisibiliza socialmente todo este trabajo que las mujeres realizan.
Esta “gestión” muchas veces requiere que las mujeres tengan mucha organización (dónde dejar a sus otros/as hijos/as, cómo lograr permiso para faltar en trabajos informales, cómo movilizarse a tempranas horas de la mañana sin acceso a transporte público por cuestiones monetarias o por vivir en zonas rurales, etc. ) y mucho conocimiento de las formas en la que las instituciones de salud operan, ya que a menudo tienen que sortear obstáculos burocráticos tales como las negativas a realizar análisis a demanda de las embarazadas (como corresponde por ley), la peregrinación de un centro de salud a otro en busca de medicamentos y/o prácticas, o el conocimiento y la aceptación de las intervenciones que se realizan sobre sus cuerpos durante el trabajo de parto.
En el caso de las mujeres de sectores populares, este trabajo de gestión se desarrolla en un marco más amplio de trabajo por la supervivencia propia y de sus familias.
La nueva Asignación por Embarazo puede percibirse como un reconocimiento monetario por parte del Estado para este trabajo de gestión y de cuidado que implica un embarazo. Sin embargo, socialmente persiste una invisibilización del mismo, que se evidencia en los prejuicios que reflejan comentarios tales como “ahora se embarazan para cobrar la asignación”.
Cabe destacar también la soledad en la que las mujeres en general tienen que “gestionar” sus cuerpos de puérperas, ante la ausencia de servicios especiales para ello y ante los requerimientos de cuidado que su nuevo/a hijo/a demanda, y que muchas veces eclipsan los cuidados del propio cuerpo luego del parto.
¿Los Estudios de maternidad tienden a desnaturalizar las relaciones sociales? Que vinculación puede hacerse en torno a la femineidad?
Esto de desnaturalizar quiere decir poder distinguir entre el hecho biológico de la maternidad y las relaciones sociales de cuidado y crianza que se le atribuyen. La antropología de género ha demostrado a través de estudios de las relaciones de género y parentesco en diversas culturas que no existe una única forma de ser madre ni de criar a los/as niños/as. Por ejemplo, en muchas culturas esto se hace comunitariamente; no hay una sola mujer responsable por cada niño/a. Al visibilizar las formas en las que se construye la idea “buena madre” en una cultura determinada, podemos empezar a romper las cadenas de la culpa que muchas veces caracterizan las relaciones de las mujeres con sus experiencias de maternidad.
En cuanto a la relación entre maternidad y femineidad, hay libros enteros escritos sobre esto. Me limitaré a decir que en nuestra cultura el mito “mujer=madre”sigue bastante fuerte, aunque se ha reformulado. En tiempos pasados, cuando la anticoncepción no estaba ampliamente disponible, la maternidad pesaba como un destino casi inevitable para las mujeres. Lo irónico es que cuando empezamos a tener un poco más de control y a poder separar la vida sexual de la reproductiva, se necesitó apelar a un imaginario más fuerte que ligara la maternidad y la femineidad.
Hay un libro muy interesante de Marcela Nari que narra cómo se produjo la maternalización de las mujeres en nuestro país desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX, una época en donde “gobernar” era “poblar” y había que convencer a las mujeres que tuvieran hijos/as en cantidad y que los/las educaran para ser los ciudadanos (y las futuras madres) que el país necesitaba. En esa época surgieron los primeros servicios de maternidad en los hospitales y las Escuelas para Madres, además de numerosas publicaciones sobre puericultura (conjunto de conocimientos aplicados a procurar el buen desarrollo de los niños).
Por otro lado, el trabajo de reproducción social asignado a la mujeres como madres ha sido sumamente funcional para el capitalismo, ya que genera y sostiene la fuerza de trabajo de manera “gratuita” para el capital. Por eso hubo tanta resistencia inicial a la inclusión de las mujeres en los trabajos asalariados, porque se pensaba que iban a descuidar su función reproductora.
Es decir, que a pesar de que parecería ser una cuestión de decisión y experiencia individual, la maternidad también está atravesada por intereses políticos, económicos, culturales.
Igualmente sucede cuando nos preguntamos acerca de la condición de ser madre. Acaso: ¿la maternidad se ejerce por instinto?
A las mujeres desde niñas se las prepara para la maternidad. El cuerpo está naturalmente hecho para ello. A lo que la sociedad patriarcal ha sumado un sinnúmero de funciones que no son biológicas, como si lo fueran.
Responsabilidades, hartazgos, son los resultados de asumir la crianza y todo lo que ella implica como un deber ineludible. Y lo peor de todo, como una tarea central que aunque - en el mejor de los casos- se comparta con los hombres, es esencialmente a las mujeres a quienes toca responder por ella.
Lo que el Manual en Módulos para el fortalecimiento personal y social de niñas y adolescentes embarazadas y madres explica como: "Se nos dice que como tenemos ovarios haremos la sopita de fideos o lavaremos el excusado, y que además lo haremos por instinto. Esta es la ideología de los instintos maternos, de aquello que está dado y que nos organiza en realidad, como especialistas sociales y culturales en construir a otros sujetos".
Sabrina Soledad Yañez es becaria doctoral de Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), doctoranda en Antropología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, e integrante de Colectiva Ultravioletas. Yañez lleva adelante un trabajo de investigación llamado Convertirse en madre en Mendoza. Experiencias de mujeres de sectores populares y procesos de institucionalización de la maternidad. De allí, se desprende esta entrevista.
¿En qué consiste el trabajo?
Mi trabajo, todavía en progreso hacia la tesis doctoral, consiste en el análisis de las relaciones entre las experiencias de maternidad de las mujeres de sectores populares de Mendoza y las regulaciones y prácticas institucionales del sistema público de salud durante los procesos de embarazo, parto y puerperio, en el periodo 2001-2012. Considero que es en el cruce entre institución y experiencia en donde se aprecian con mayor claridad las contradicciones y las negociaciones sobre los sentidos del “ser (buena) madre”, que repercuten no sólo a nivel simbólico sino también sobre los cuerpos de mujeres concretas. A partir de las lecturas que fui realizando y los seminarios cursados, decidí centrar mi análisis en las formas de institucionalización de la maternidad que se cristalizan en el sistema de salud, ya que es durante los procesos de embarazo-parto-puerperio. Es decir, cuando la maternidad atraviesa corporalmente a las mujeres y las pone en contacto con “expertos/as” sobre su condición es que se ponen en evidencia con singular claridad e intensidad las significaciones sociales atribuidas a la maternidad.
Para explorar las relaciones entre la maternidad como institución y como experiencia, he adoptado algunos elementos de la etnografía institucional propuesta por la socióloga canadiense Dorothy E Smith. La etnografía institucional, surgida en el campo de la sociología pero luego apropiada por otras ciencias sociales, se enfoca en la forma en que las instituciones –entendidas como conjunto de normas que estandarizan prácticas y relaciones sociales- dan forma a las experiencias de los sujetos.
Mi trabajo de campo ha consistido en entrevistas a mujeres que han tenido a sus hijos/as entre 2001 y 2012 en hospitales públicos de la provincia y han atendido sus embarazos en instituciones públicas (hospitales y/o centros de salud). Este recorte de población me permite concentrar en las mujeres con menor posibilidad de elegir prestadores y profesionales, lo que las pone en situación de mayor vulnerabilidad en cuanto al respeto de sus derechos sexuales y reproductivos.
Las entrevistas en profundidad con estas mujeres han indagado sobre sus experiencias en relación a embarazos, partos y puerperios y a las circunstancias (de pareja, familiares, laborales, económicas, etc.) en las que se han convertido en madres. Por otro lado, he entrevistado a médicos/as gineco-obstetras, de familia y pediatras, trabajadoras sociales y licenciadas en obstetricia que se desempeñan o se han desempeñado en el ámbito público, al interior de hospitales, centros de salud, en la Dirección de Maternidad e Infancia y el Plan Nacer en Mendoza. Finalmente, he realizado observaciones en las salas de internación post-parto del Hospital Luis Lagomaggiore, cuyo servicio de maternidad es el de referencia para la provincia, y en centros de salud de Guaymallén y Lavalle.
¿Qué es esto de la Gestión de los cuerpos dentro del sistema público de salud?
Esta noción surge de la definición “generosa” de trabajo propuesta por Dorothy Smith para la etnografía institucional. En este caso, trabajo es “todo lo que la gente hace que es intencional, implica tiempo y espacio y es hecho en un tiempo y lugar particulares y bajo condiciones locales definidas”. Esta definición claramente refleja la lucha que el movimiento feminista ha llevado a cabo con el objeto de visibilizar el trabajo no pago y no reconocido que las mujeres han realizado y realizan, generalmente en el ámbito doméstico, trabajo de cuidado y crianza. Ejemplos de “trabajos” investigados en etnografías institucionales incluyen el trabajo emocional, el trabajo de vivir con HIV-SIDA, el trabajo de ser sociable en pacientes con enfermedades mentales, etc.
En el caso de mi investigación, se define como trabajo todo lo que las mujeres hacen para llevar a término un embarazo y durante su tránsito por el puerperio, incluyendo la “gestión” de sus cuerpos dentro del sistema público de salud: obtener turnos, acudir a ellos, realizarse los estudios indicados, etc. Debido a la naturalización de la maternidad, se invisibiliza socialmente todo este trabajo que las mujeres realizan.
Esta “gestión” muchas veces requiere que las mujeres tengan mucha organización (dónde dejar a sus otros/as hijos/as, cómo lograr permiso para faltar en trabajos informales, cómo movilizarse a tempranas horas de la mañana sin acceso a transporte público por cuestiones monetarias o por vivir en zonas rurales, etc. ) y mucho conocimiento de las formas en la que las instituciones de salud operan, ya que a menudo tienen que sortear obstáculos burocráticos tales como las negativas a realizar análisis a demanda de las embarazadas (como corresponde por ley), la peregrinación de un centro de salud a otro en busca de medicamentos y/o prácticas, o el conocimiento y la aceptación de las intervenciones que se realizan sobre sus cuerpos durante el trabajo de parto.
En el caso de las mujeres de sectores populares, este trabajo de gestión se desarrolla en un marco más amplio de trabajo por la supervivencia propia y de sus familias.
La nueva Asignación por Embarazo puede percibirse como un reconocimiento monetario por parte del Estado para este trabajo de gestión y de cuidado que implica un embarazo. Sin embargo, socialmente persiste una invisibilización del mismo, que se evidencia en los prejuicios que reflejan comentarios tales como “ahora se embarazan para cobrar la asignación”.
Cabe destacar también la soledad en la que las mujeres en general tienen que “gestionar” sus cuerpos de puérperas, ante la ausencia de servicios especiales para ello y ante los requerimientos de cuidado que su nuevo/a hijo/a demanda, y que muchas veces eclipsan los cuidados del propio cuerpo luego del parto.
¿Los Estudios de maternidad tienden a desnaturalizar las relaciones sociales? Que vinculación puede hacerse en torno a la femineidad?
Esto de desnaturalizar quiere decir poder distinguir entre el hecho biológico de la maternidad y las relaciones sociales de cuidado y crianza que se le atribuyen. La antropología de género ha demostrado a través de estudios de las relaciones de género y parentesco en diversas culturas que no existe una única forma de ser madre ni de criar a los/as niños/as. Por ejemplo, en muchas culturas esto se hace comunitariamente; no hay una sola mujer responsable por cada niño/a. Al visibilizar las formas en las que se construye la idea “buena madre” en una cultura determinada, podemos empezar a romper las cadenas de la culpa que muchas veces caracterizan las relaciones de las mujeres con sus experiencias de maternidad.
En cuanto a la relación entre maternidad y femineidad, hay libros enteros escritos sobre esto. Me limitaré a decir que en nuestra cultura el mito “mujer=madre”sigue bastante fuerte, aunque se ha reformulado. En tiempos pasados, cuando la anticoncepción no estaba ampliamente disponible, la maternidad pesaba como un destino casi inevitable para las mujeres. Lo irónico es que cuando empezamos a tener un poco más de control y a poder separar la vida sexual de la reproductiva, se necesitó apelar a un imaginario más fuerte que ligara la maternidad y la femineidad.
Hay un libro muy interesante de Marcela Nari que narra cómo se produjo la maternalización de las mujeres en nuestro país desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX, una época en donde “gobernar” era “poblar” y había que convencer a las mujeres que tuvieran hijos/as en cantidad y que los/las educaran para ser los ciudadanos (y las futuras madres) que el país necesitaba. En esa época surgieron los primeros servicios de maternidad en los hospitales y las Escuelas para Madres, además de numerosas publicaciones sobre puericultura (conjunto de conocimientos aplicados a procurar el buen desarrollo de los niños).
Por otro lado, el trabajo de reproducción social asignado a la mujeres como madres ha sido sumamente funcional para el capitalismo, ya que genera y sostiene la fuerza de trabajo de manera “gratuita” para el capital. Por eso hubo tanta resistencia inicial a la inclusión de las mujeres en los trabajos asalariados, porque se pensaba que iban a descuidar su función reproductora.
Es decir, que a pesar de que parecería ser una cuestión de decisión y experiencia individual, la maternidad también está atravesada por intereses políticos, económicos, culturales.