Gabriel Bustos Herrera, nuestro “profesor”
El poeta Juan López recordó a nuestro compañero y colega que este sábado
a la noche dejó de existir tras una enfermedad terminal. Compartimos charlas de
café en Los Andes, anécdotas varias en Casa de Gobierno y por supuesto buenos malbec.
Hasta siempre gallego.
El Gallego era el profesor del grupo. Siempre traía un tema a la mesa de la cerveza pospádel y en los asados centraba mágicamente la conversación.
Los sábados a la tarde, desde hace diez años para mí (el grupo comenzó a juntarse mucho antes), eran, sí, digo eran porque sin el Gallego cambiarán totalmente… eran una mezcla de liberación física y consuelo mental.
El Gallego, o el Gaby, era el más caliente, tiraba la paleta contra el piso o la tela cuando un golpe no le salía (rompió varias en estos años) e insultaba a los gritos, pero siempre se puteaba a él o lo puteaba a Dios, para risa de unos y escarnio de su consuegro, el Carlos Andino, otra gran persona y amigo y fiel creyente. Las últimas veces, ya no rompía paletas, pero hacía el amague de reventarla contra el suelo y se contenía y después se reía, y todos nos reíamos de su calentura. Sabemos que lo hacía a propósito, esa suerte de actuación, para divertirse y divertirnos.
Ya enfermo pero dándole pelea a su enfermedad, por ahí se metía a la cancha en nuestros descansos y despuntaba el placer que le daba jugar. Tenía un drive clásico y un revés exquisito, siempre nos la cruzaba y nos dejaba en ridículo. Pasados los sesenta años, seguía jugando como los dioses.
El grupo del pádel, Carlos Andino (viajante de vinos), un cardiólogo, el Doc (Osvaldo Moretti), un albañil y laburante general (Quique Daniel), dos mecánicos (Quique Hernández y José Luis García), dos gestores de escribanía y afines (los hermanos Carrillo, Félix y Hugo… Este "equipo" queda ahora malherido, triste y dolido, porque el Gallego, además de ser un gran amigo, nos iluminaba a todos con su sapiencia y optimismo.
Cuando le llamé, en enero, para contarle que me habían encontrado un cáncer, me dijo más o menos: “Juancito, tranquilo, con lo que nosotros tenemos, hace diez años nos moríamos en unos meses, ahora por suerte la medicina ha avanzado mucho”. Y siempre así el Gallego. No voy a contar lo que todos saben: su aspecto público de periodista de “gran trayectoria” y de formación más que sólida. Su peronismo crítico en estos tiempos de peronistas buscas y superficiales.
El año pasado me consultó porque quería publicar algunos de sus artículos en un libro. Principalmente los referidos a los pequeños productores, que forjaron la vitivinicultura en Mendoza y que hoy están prácticamente desdibujados tras la economía global. Una posibilidad era publicar por la Ediunc, Editorial de la Universidad Nacional de Cuyo. Él había comenzado a seleccionar artículos, con la ayuda de su familia. Ojalá que la UNCuyo pueda impulsar una edición, que no me cabe duda aportará mucho a Mendoza.
Gracias, Gallego, por todo lo que nos diste. Te vamos a extrañar un montón.
Juan López, 15 de abril de 2012.