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Los dirigentes más cercanos al Papa ocupan posiciones clave en la oferta electoral
Foto: gentileza miled.com
Julio Burdman, para El Estadista
Publicado el 13 DE JULIO DE 2015
El papa Francisco vino a América Latina, el bastión del catolicismo. En todos los países que visita es recibido y acompañado por multitudes conmovidas. Los indicadores de religiosidad, como la tasa de asistencia a la Iglesia y la identificación como católico en las encuestas, aumentaron en toda la región a partir de su papado, opina un colega ecuatoriano. Para el caso argentino tenemos datos concretos: la encuesta de Creencias y Actitudes Religiosas de 2008, proyecto llevado a cabo por cuatro universidades nacionales y el CONICET, afirmaba que el número de católicos identificados venía en descenso desde 1960: del 90 % de ese año al 77 % en la última medición, pero un estudio posterior, realizado por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina a fines de 2014, concluye en que la identificación como católico habría aumentado del 74 % al 87 % entre 2011 y 2014, y la asistencia a misa, de 13 % a 15 % en el mismo período. Es decir, que Francisco habría prácticamente revertido el declive de las cuatro décadas precedentes.
Si nos apoyamos en esos números, entonces el cónclave vaticano de 2013 tomó una muy buena decisión política al elegir al cardenal Bergoglio. Durante décadas, una de las principales preocupaciones de la Iglesia fue el avance de los evangelistas y las “nuevas espiritualidades” en América Latina, el último continente católico del planeta. Había que compensar la pérdida de públicos mundiales conteniendo el núcleo duro latinoamericano, y expandiéndose en el territorio fértil de los Estados Unidos. Para revitalizar a la Iglesia en esa variable fundamental, vista desde la cúpula, que es el tamaño de la feligresía mundial, se necesitaba construcción política y una dosis de populismo latinoamericano. Buscaron, entonces, al mejor perfil para esa tarea: un Papa argentino y peronista.
Hacia la Argentina aún no vino, ni vendrá durante 2015, para evitar cualquier tipo de especulación electoral. Pero fuera de agenda, Francisco se encuentra en Asunción de Paraguay con Cristina Fernández de Kirchner. Y muchos opositores protestaron. El dirigente antikirchnerista Fernando Iglesias, que suele ir más allá en el plano de la retórica, pero solo dice lo que muchos otros piensan y no se animan a decir, asegura que, al encontrarse seguido con la Presidenta, “Bergoglio” interviene en los asuntos políticos internos de la Argentina; denuncia su supuesto apoyo al Gobierno kirchnerista y lo explica en el hecho de que ambos “son peronistas”. Pero lo que en realidad sucede es que el Papa está manteniendo muy buenas relaciones con todos y cada uno de los presidentes latinoamericanos, sin partidismos discernibles. No se inmiscuye en la agenda política de los países, sino que construye para sus propios objetivos. Francisco hace peronismo, sí, pero su jefe está en otra parte, y lo que le ha pedido es que entregue a su sucesor un continente aún más católico del que recibió.
Así y todo, podemos explorar los significados derivados que tiene la figura del Papa en la política interna. Hay, es cierto, una mayor afinidad del Papa con el votante peronista que con el opositor. Un estudio realizado por el Observatorio Electoral en la Ciudad y la provincia de Buenos Aires muestra que Francisco es claramente el dirigente público más popular: su imagen positiva es de 68,1 % en la Capital y del 76,1 % en territorio bonaerense. En la Capital, el 17,6 % dice tener una imagen regular del Papa; sólo el 7,6 % tiene imagen negativa y el 6,7 % dice no saber, mientras que en la provincia, el 13,3 % tiene imagen regular, sólo el 4,2 % tiene imagen negativa y el 6,4% no sabe o no responde.
Pero más allá de estos datos contundentes, y no tan sorprendentes, surge un resultado interesante al cruzar los datos de la imagen de Francisco con la intención de voto: el Papa es aún más popular entre los votantes de Scioli que entre los de Macri. En la CABA, la imagen positiva del Papa llega al 81,9 % entre quienes dicen votar por Scioli en las PASO presidenciales de agosto, y al 62,1 % entre los que lo harían por Macri. En la provincia, también la imagen positiva de Francisco es mayor entre los sciolistas, pero con una brecha menor (78,5 % y 73,6 %, respectivamente). Esto significa que hay un segmento de macristas porteños que no están simpatizando tanto con el Papa como el resto de los consultados.
¿Cuál es el dato: el mayor “papismo” de los sciolistas o el menor “papismo” de los macristas? Si indagamos en lo primero, en que los votantes peronistas tal vez sean más católicos o “papistas” que el promedio, tal vez deberíamos bucear en las profundidades de la religiosidad popular o en las coincidencias que parece haber entre las posiciones sociales del Papa y la de los gobiernos populares latinoamericanos. Eso también serviría, de paso, para explicar el menor “papismo” de los opositores, tal vez molestos con un Francisco al que ven como demasiado cerca del kirchnerismo, en lugar de ponerle límites como muchos esperaban en 2013. Pero si hubiera una mínima grieta papal, esta no tardará en cerrarse: los dirigentes habitualmente señalados como “más cercanos al Papa”, como Daniel Scioli, Julián Domínguez o Gabriela Michetti, no casualmente hoy ocupan posiciones clave en la oferta electoral.
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