Desde el miércoles de apertura hasta el próximo domingo, los distintos teatros y espacios alternativos de Rafaela recibirán 29 espectáculos provenientes de Buenos Aires, Córdoba, La Plata, Mendoza, Necochea, Rosario, Uruguay y Suiza, así como de la misma Rafaela, repartidos en 65 funciones. “Fueron alrededor de 300 propuestas las que llegaron para conformar esta nueva edición del festival”, aclara su director artístico, Gustavo Mondino, que especifica que se trató de “una ardua tarea de selección”.

Rafaela es una ciudad que pidió este festival. Luego de que la Fiesta Nacional del Teatro pasara por aquí en el año 2004 y que sorprendiera con su masiva asistencia (20 mil espectadores en una ciudad de 80 mil habitantes en aquel momento), el intendente de la ciudad preguntó a los referentes culturales locales cómo capitalizar tal fenómeno y hacedores como Marcelo Allasino (hoy director ejecutivo del Instituto Nacional del Teatro) y críticos como Roberto Schneider dieron la respuesta a coro: “Con un festival propio”. Al año siguiente nacía el Festival de Teatro de Rafaela.

Rafaela entonces, ciudad que actualmente apenas supera los 100 mil habitantes y con un fuerte componente social de alto nivel adquisitivo, sostiene desde hace doce años, en medio de sus vacaciones de invierno, un festival que propone lo mejor del teatro independiente nacional tanto para adultos como para niños.

Así se explican las cuadras completas de gente que ayer se amontonó entre globos y máscaras sobre uno de los bulevares principales para el desfile de apertura comandado por la Orkesta Babel (genialísima propuesta que va del klezmer al paso doble y el swing y que varias veces también nos visitó en Mendoza), o la ansiedad, entre las colas de ingreso a los teatros, de los lugareños que confiesan asistir a las funciones con la seguridad de que “siempre algo bueno” van a ver; o el mismo discurso de Allasino, quien en la apertura señaló (por primera vez desde afuera de la comisión organizadora) que “el festival debe pasar de ser política pública a política de Estado”.

Comenzó el #Feliztival, como se lo apocopó en las redes. Un clásico del teatro nacional como Jettatore, de Gregorio de Laferrère y reversionado por Mariana Chaud fue la obra de apertura. Detrás de esta gran apuesta al metarrelato, sin descuidar la propia impronta popular de la pieza, llegó uno de los platos fuertes: Brecht por Walter Jacobs y Agustín Mendilaharzu, para luego cerrar la noche con Todo Piola, dirigida por Gustavo Tarrío, una de las propuestas que también fue presentada en la reciente Fiesta Nacional del Teatro en Tucumán.

De esta manera comenzó el Festival de Teatro de Rafaela, un fenómeno que se construye desde y para la comunidad local y que merece su observación para fortalecer y, por qué no, replicar.