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La conocemos por haber interpretado a la niña de Road July, película mendocina dirigida por Gaspar Gómez, pero eso fue solo una faceta de su pasado. Hoy se proyecta como directora de cine y busca un arte social, simple y comprometido. La experiencia de una joven mujer en la industria.
Federica Cafferata, una de las protagonistas de Road July, hoy estudia Dirección de Cine en Buenos Aires
Julia López
Publicado el 26 DE FEBRERO DE 2020
Con Road July presenció el Latino Film Festival de Nueva York y con un corto de Marina Schron filmado en Colombia –Sea Child (2015)– tuvo la oportunidad de participar en el Festival de Cannes. Aprendió a combinar su adolescencia con el mundo del cine al que, mental y materialmente, dedicaba gran parte de su vida.
Todo esto era algo más que entretenimiento. Hoy tiene 20 años y estudia Dirección de Cine en Buenos Aires. Reconoce que July fue quien le despertó interés por dedicarse al cine, aunque con el personaje no tenía muchos puntos en común. “Con la actuación, interpreté papeles escritos por
otras personas. Yo quiero decidir qué personajes creo, qué historias cuento”, asegura Federica.
Sabe que dirigir una película es exponerse y acepta el desafío de compartir con el mundo los propios miedos y deseos. “Hacer una película es atravesar un duelo, de quien dirige y de quien escribe. Porque, al final, es poner las miserias de uno para saber si alguien más se ve representado y así no sentirse tan solo”, explica.
La joven es muy crítica respecto del lugar relegado al que se confina a las mujeres en la industria. “Antes firmaban con nombre de varón, cedían sus guiones o solo tenían lugar como actrices (...) Yo quiero descubrir a esas directoras mujeres”. A pesar de que muchas veces los hombres cuestionan su trabajo, insiste: “Trato de que las mujeres sean cabezas de equipo”. Es un gran desafío, pero hay aristas para empezar. “Tenemos que cambiar, preguntar quién dirige y no quién es el director. Es una cuestión que se inscribe en el lenguaje y es muy valiosa”.
Federica ve una gran responsabilidad social en su trabajo y espera hacer confluir sus intereses: lo audiovisual y las humanidades. “El cine es un arte que, como tal, debe tener un compromiso social y cultural. La delicadeza está en que no sea excluyente, o es a lo que a mí me gustaría llegar con mi cine. Si no, hablamos de inclusión, democratización y justicia, pero generamos proyectos para una élite, cuando, a través de una historia muy simple, se puede contar una verdad profunda acerca de la sociedad”.
Con mucha claridad, destaca la importancia de implementar políticas de fomento para igualar oportunidades en todas las provincias. “Los fondos, las grandes productoras y los contactos suelen estar centralizados en Buenos Aires, pero Mendoza tiene un potencial increíble: lugar para galpones de filmación, sol todo el año, variedad de paisajes y mucho talento”. En este afán de popularizar, sube la apuesta: “Es necesario generar otros espacios donde la gente pueda ver cine, no cualquiera puede pagar una entrada en las grandes salas o una suscripción a Netflix”.
Federica Cafferata conjuga sus oportunidades y su potencial para hacer del arte una herramienta al servicio de la sociedad.
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