Familias temporarias de animales: “Durante la pandemia, hubo mucho abandono”
Rescatan perros y gatos, recuperan su salud, buscan adoptantes y les realizan un seguimiento. Sin embargo, detrás de su labor, existen muchas deudas, estrés y hasta complejas situaciones de vida personales.
Foto: Facebook de María José Daza
María José Daza (42) y Julieta M. (37) son dos mendocinas que se dedican a la protección de animales. Rescatan perros y gatos, recuperan su salud, buscan adoptantes y les realizan un seguimiento para conocer su estado. Este trabajo, que no tiene vacaciones ni fines de semana, se incrementó durante la pandemia porque los abandonos de animales se duplicaron con respecto a 2019. En líneas generales, las proteccionistas remarcan que “están colapsadas” y que viven al límite.
María José lleva 20 años como proteccionista y, hasta el momento, calcula que ha rescatado de la calle y el maltrato a más de 300 animales. En su casa tiene 13 perros esperando por una familia, pero, además, paga para que cuiden a otros 32 perros rescatados. Tiene deudas en la veterinaria y con el pago de los hogares, ya que cuenta con dos trabajos temporarios. “Lo que gano se va directamente a disminuir deudas o a comprar bolsas de alimento”.
“Me he colapsado tanto que ya no puedo ayudar más. Tengo 45 perros, algunos en mi casa, otros en Guaymallén, otros en Godoy Cruz. Tengo que tener más de $ 32 mil por mes solo pagar los tránsitos, y a eso tengo que sumarle las bolsas de alimentos por semana. Tengo dos trabajos temporales cuidando a personas mayores, pero no me alcanza porque lo que gano lo transfiero para disminuir deudas. No es que tenga el sí fácil, pero me escribe tanta gente para pedirme ayuda que no puedo negarla. A veces, la gente piensa que cobramos por hacer este trabajo, y no es así”, expresó María José a este portal.
En su casa, tiene perros de todas las edades y tamaños, y se hizo cargo de algunos con discapacidad. Además, durante muchos años, también rescataba a los perros que otros dejaban en las veterinarias. Sin embargo, tiene un problema: su familia no está de acuerdo con su labor y ella teme por sus animales. “Mi hermano detesta los animales. Es desesperante, los saco de la calle y los meto en mi casa, pero como trabajo todo el día, tengo miedo de llegar un día y que les haya pasado algo”.
“He llegado a traerme perritos que dejaban en la veterinaria con la placenta. Hace poco, un señor me pidió ayuda por su perra, porque tenían que hacerle estudios, pero cuando descubrimos que no iba a poder caminar nunca más: la abandonó y me dejó con toda la situación. El último abandono fue de una escribana que encontró una perra con crías, le dije que no se borrara y que la iba a ayudar. Me dejó con la perra y los cachorros, y nunca más la volví a ver”, remarcó la mujer, que destaca que come “lo que puede y tira durante el día”, y se viste con ropa de segunda mano.
María José vive al límite, especialmente desde el inicio de la pandemia, momento en el que se duplicó la cantidad de animales abandonados. Por suerte, las redes sociales y la colaboración de la gente resultan fundamentales para seguir con su labor. “Yo levanto a un perro de la calle y busco a una persona que pueda cuidar al animal hasta que encontremos una familia, pero llegan enfermos, entonces los llevo al veterinario para que empiecen sus tratamientos. También les compro alimento y los cuido. Cuando aparece la familia, llevo al perrito hasta la casa del nuevo adoptante y después les pido que me manden alguna foto para saber cómo está. Todo esto no lo podría hacer sin la colaboración de la gente porque yo, lo que no tengo, lo pido en Facebook, y la gente la verdad es que me ayuda un montón”.
El rescate de gatos y las dificultades de la castración en pandemia
Julieta M. (37) vive con sus dos hijas de 6 y 14 años, su marido y su hermana. Se dedica a sublimar ropa, pero también a rescatar gatos. En su casa tiene 15 gatos y, en los últimos años, ha logrado al menos unas mil adopciones. Sin embargo, desde que se inició la pandemia, la palabra que describe la situación es "abandono". “Los refugios están colapsados y se duplicaron los abandonos”.
“Durante la fase 1, había muchos pedidos, tanto de gatitos como de perritos para compañía, y porque los niños, al estar encerrados, se aburrían. Sin embargo, cuando empezó a abrirse un poco más todo, muchas protectoras, no solo yo, empezamos a recibir llamadas para devolvernos los animales y nos decían que no se podían hacer cargo, los sacaban a la calle o nos amenazaban con hacerlo. Fue terrible porque, siempre que damos un animalito, otro ocupa su lugar, entonces no sabíamos dónde tenerlos”, explicó Julieta a Unidiversidad.
Castración demorada
En tanto, otra de las dificultades durante los meses de aislamiento fue el cierre de los lugares de castración municipales. “Los perros y gatos aumentaron porque los animales siguieron naciendo y no teníamos manera de castrarlos. Esto, que pasó durante muchos meses, generó una superpoblación terrible y no había forma de contener. La gente en general no castra porque hay desinformación, pero ahora que están empezando a trabajar los lugares de castración gratuitos, muchos se quejan de que no consiguen turnos. A mí me ha pasado que no he conseguido turnos, pero es cuestión de seguir intentando e insistir”.
Julieta cuenta con la ayuda de su familia para continuar con esta labor, ya que su hermana y sus hijas adoran a los gatos, y su marido afirma que “no le queda otra”. Su pasión por ayudar a los animales es tan grande que ha llevado gatitos hasta en colectivos, y la han bajado varias veces de los transportes. Sin embargo, la indiferencia de la gente frente a los abandonos ha generado momentos de “colapso” en su vida, por la cantidad de animales y la compleja situación económica, y ha recurrido a medicación para calmar su estrés.
“Yo no pido colaboración; si digo que me hago cargo, lo asumo sola y hasta que no encuentro adoptante no cierro el círculo. Nunca lo voy a dejar de hacer, a menos que no tenga las posibilidades, porque quiero dejarles a mis hijas un mundo mejor, más justo. En lo que sí me ayuda muchísimo la gente es en la difusión, y eso lo agradezco enormemente. He tenido episodios de estrés con visitas al médico porque a veces me ha superado la situación, y mi marido me dice que frene con todo”, comentó Julieta.
Hospital público
En líneas generales, Julieta remarca que una solución inicial al problema animal sería contar con un hospital veterinario público que permita realizar consultas y castraciones gratuitas.
“Mucha gente no puede pagar una consulta veterinaria además de la medicación, por eso nos piden consejos a nosotras sobre qué darles a los animales cuando están enfermos. A veces nos dicen que le dieron un ibuprofeno al gato, y el gatito capaz que muere. Por eso, contar con un hospital veterinario sería muy bueno para mejorar las condiciones en las que estamos”, concluyó.
En Mendoza, hay un proyecto de ley presentado en la Legislatura para que la provincia tenga un hospital público veterinario. Se presentó en octubre de 2020. Según sus impulsores e impulsoras, la iniciativa demandó doce meses de trabajo y la intervención de varios actores de la sociedad.
El senador impulsor de la idea es Marcelo Romano, aunque en su diseño participaron la Asociación Civil El Refugio de Diego, la Fundación Cullunche, la Asociación Pempa, el doctor Oscar Mellado, de la Asociación Reencuentro por la Vida Animal (Asoreva), y varios abogados y activistas independientes.
Cómo contactarlas
- María José Daza: a través de su cuenta de Facebook https://www.facebook.com/mariaj.dazaalborta
- Julieta M.: a través de su cuenta de Facebook https://www.facebook.com/Yulii.molina.735
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