Fake news y pandemia: cómo recordaremos lo ocurrido
La realidad actual puso en evidencia un tridente temible: noticias apócrifas, desinformación y memorias falsas. "Es clave que los medios sepan que están trabajando con la memoria de la gente", dicen los especialistas.
Foto: Freepik
Cepas que no existen, vacunas que transportan chips o imanes, barbijos que bajan las defensas de los niños, virus feroces capaces de vencer anticuerpos. Entre las cosas que perdimos durante la pandemia, habrá que anotar la capacidad de asombro, la sorpresa ante rumores disparatados o información falsa dicha con la mayor seriedad.
La información falsa o abiertamente disparatada que suele circular tanto por las redes sociales como por los medios tradicionales podría causar risa si no fuera por su capacidad para resultar verosímil, su potencia para influir en la toma de decisiones y, en definitiva, por su capacidad para condicionar la vida cotidiana. También por su incidencia en la formación de memorias falsas, en aquellos recuerdos que, con el tiempo, podemos llegar a considerar verdaderos, con impredecibles consecuencias en el futuro. ¿Cómo recordaremos lo ocurrido? ¿De qué manera esa memoria influirá en las decisiones que, indefectiblemente, tendremos que tomar?
La combinación entre noticias apócrifas, desinformación y memorias falsas es anterior a la pandemia. Tal vez, lo único que esta hizo fue ponerla en evidencia. Sin embargo, todo parece indicar que el temible tridente llegó para quedarse, al punto de preguntarnos en qué medida aquello que entendemos y percibimos como la real tiene que ver con lo que realmente está ocurriendo.
En algo de esto pensaron Candela León, Facundo Urreta y Matías Bonilla, investigadores del Laboratorio de Sueño y Memoria-ITBA, para poner en marcha un proyecto en el que estudian el cruce entre "fake news" y falsas memorias, como parte de las iniciativas que desarrolla la institución que coordina la bióloga e investigadora del Conicet Cecilia Forcato.
“La idea de fake news viene ganando fuerza en los últimos años. Con la irrupción de la pandemia, a las noticias falsas se sumaron la desinformación y la infodemia (pandemia de desinformación), conceptos que nosotros buscamos poner en relación con la creación de falsas memorias”, explica a Télam León, psicóloga por la Universidad de Buenos Aires.
No es lo que parece
“Comenzamos a recopilar trabajos que nos permitieron cruzar los conceptos de noticias falsas y falsas memorias. Uno de los pioneros es de 2013 y fue encabezado por el psicólogo social estadounidense Steven Frenda, que se enfocó en eventos políticos fabricados”, comenta León. La experta cuenta que el trabajo de Frenda consistió en manipular imágenes utilizando el programa de edición de imágenes Photoshop para perjudicar tanto a Barack Obama, líder de los demócratas norteamericanos, como a George W. Bush, referente de los republicanos.
El experimento implicó en llevar adelante “un paradigma de desinformación, que es uno de los más habituales en la construcción de falsas memorias”. Este consiste “en brindar información a un grupo de personas, después pedirles que digan lo que recuerdan de ese hecho y finalmente devolverles la información modificada”.
¿En qué medida aquello que percibimos como real tiene que ver con lo que realmente está ocurriendo?
“Frenda y su equipo –explica León– trabajaron con imágenes reales, por ejemplo, Bush yendo en auto a un acto, pero le agregaron la compañía de personas controvertidas”. Lo que observaron fue que “quienes se definían como republicanos tendían a aceptar las falsas noticias que perjudicaban a los demócratas y viceversa, los demócratas tendían a aceptar las noticias falsas que perjudicaban a sus rivales”.
“A esto, en el trabajo lo llaman efecto de congruencia. Esto mismo se constató en distintos estudios, que analizaron desde el plebiscito que en 2018 habilitó el aborto en Irlanda hasta en otros muchos más recientes, como los referidos la COVID-19”, asegura la experta, que conjetura que un relevamiento similar sobre “la grieta” en la Argentina no arrojaría resultados muy diferentes.
Despacito, despacito
“Las fake news son noticias falsas, que bien pueden tener un contenido falso completo o ser falaces en alguno de sus aspectos”, repasa la investigadora, que, si bien se cuida de no revelar los actores y temas que están abordando en el estudio para evitar contaminar el trabajo de campo, comparte sus observaciones sobre las prácticas más comunes entre las empresas periodísticas.
“En los medios de comunicación, lo que se observa es que a veces se da una noticia falsa siguiendo determinados intereses, pero que otras veces esto ocurre por no chequear correctamente las fuentes o por el apuro en dar primero una información”, detalla León. Ejemplifica con el debate en torno a las vacunas, en el que “algunos medios apuntaron directamente al plan de vacunación”.
La tergiversación y la mentira a la hora de informar no solo tiene consecuencias inmediatas sino que, a través de la formación de falsas memorias, pueden adquirir un carácter duradero y afectar percepciones futuras. “Las noticias falsas van a contribuir a que la gente construya recuerdos y creencias sobre cosas que nunca sucedieron”, sostiene Elizabeth Loftus, psicóloga cognitiva y ensayista estadounidense, que basa su trabajo en la memoria humana y es una de las referencias teóricas de León y sus compañeros de investigación.
La investigadora argentina advierte que “se pueden instalar memorias falsas enteras”, y cita “Perdidos en el Centro Comercial”, trabajo en el que Loftus demuestra que, introduciendo información falsa, se pueden modificar hechos ocurridos en el pasado.
“Se agregan memorias vívidas –explica León– con detalles del tipo 'cómo te sentiste', 'quién te ayudó', etcétera. No solo se pueden sumar a la memoria detalles de cosas que no ocurrieron, sino también hechos enteros”. Esto ocurre, según la experta, porque “la memoria es reconstructiva”. “No es como una filmación o una fotografía, un registro que uno graba y puede ir a buscar cuando quiere. Cada vez que se trae algo de la memoria, nunca está igual que cuando lo dejamos. Le sumamos detalles que hacen que nunca sea la memoria original”, destaca.
Según afirmó la propia Loftus en una entrevista con el diario "El País", “la memoria se parece a un artículo de Wikipedia: tú la puedes modificar y los demás también”.
“En los medios de comunicación –retoma León–, cuando se miente, se suele dar mucha rosca a esa mentira, y cuando hay que rectificar porque ya no se la puede sostener, la retractación resulta irrelevante comparada con la magnitud del primer movimiento: la falsa memoria ya quedó. Hay muchas personas que se quedan con la idea original cuando esa misma idea ya fue desmentida”.
A diario se perciben nichos ideológicos que se alimentan a sí mismos o medios que dialogan siempre con idéntico segmento de la audiencia
Algo queda
La creación de falsas memorias a partir de fake news tiene que ver con distintos mecanismos. Uno de ellos es “la repetición de una misma noticia, que produce una sensación de factibilidad. Cuando se repite una y otra vez, algo de esa repetición queda, y se vuelve posible”. Otro aspecto tiene que ver con las habilidades cognitivas y el razonamiento analítico. Para la investigadora, cuando estos “son menores en un individuo, hay más posibilidades de establecer falsas memorias”.
Un tercer elemento tiene que ver con la apelación a las emociones. León destaca que “siempre la emotividad le gana a la neutralidad”. “Una noticia con mucha carga emocional o con el agregado de palabras o imágenes que van a apelar a los sentimientos siempre va a tener mayor impacto, va a quedar fijada en la memoria por una cuestión de activación emocional”, explica.
“Otro aspecto clave es agregar una imagen a un evento que es falso. Esto le da muchísima más factibilidad. Por ejemplo, a una noticia sobre una movilización, se le coloca una imagen de otra situación, de otro momento histórico, y es esa imagen la que da al lector la sensación de factibilidad”, subraya. Agrega que “las falsas memorias modifican comportamientos. No son solo cosas que quedan en la cabeza de la gente. Por ejemplo, con información inauténtica sobre las vacunas, se puede provocar que mucha gente no se vacune, alentada por teorías que no están alimentadas por datos científicos ni sanitarios”.
Efecto de congruencia: el ejemplo del aborto en Irlanda
“Cuando fue el referéndum por el aborto en Irlanda –relata León–, se hizo un trabajo donde se le mostraban a la gente cuatro noticias verdaderas y dos falsas. Quienes estaban a favor del aborto aceptaban más estas noticias falsas cuando perjudicaban a la campaña del No y lo mismo sucedía cuando era al revés. Estamos muy pegados al efecto de congruencia, a mantenernos donde ya estábamos”.
Algo de esto vemos todos los días: nichos ideológicos que se alimentan a sí mismos, medios que dialogan siempre con idéntico segmento de la audiencia, algoritmos que convierten nuestra vida en las redes sociales en un continuo flujo de noticias que supuestamente “nos gustan” o comparten un universo equivalente con lo que alguna vez leímos. La serpiente se muerde la cola.
“Seis meses después del referéndum, cuando ya había ganado el sí, se les informó a los participantes del estudio cuáles noticias eran verdaderas y cuáles no, y se les volvieron a mostrar noticias falsas. Entonces, si bien no reconocían como verdaderas aquellas que ya sabían que no lo eran, sí lo hacían con las nuevas noticias falsas cuando estas perjudicaban la posición contraria a la suya”, detalla la experta.
Para León, “esto es importante a fin de pensar lo que sucede con la advertencia. En algunos medios de comunicación, se está empezando a avisar que tales noticias pueden estar sujetas a información inexacta, pero lo que se ve es que el efecto de congruencia ideológica sigue presente aún después del aviso”. “La solución no pasa por colocar el problema en la recepción, en establecer quién es más plausible de crear falsas memorias, entre otras cosas porque no se puede sacar a esas personas del debate público, sino por pensar lo que está sucediendo en la emisión de los mensajes”, concluye.
Un mundo mejor
El equilibrio no es lo difícil; lo difícil es no terminar cayendo. La desconfianza respecto de la información que circula por las redes sociales o a través del sistema de medios, donde la noticia se parece demasiado a una mercancía, es signo de buena salud, pero también puede ser la puerta de entrada al escepticismo, que hace posible lo que se busca evitar: que la mentira sea la verdad.
“Las fake news representan un punto de conexión entre las neurociencias y el trabajo de las ciencias sociales. Hay cerebros tomando decisiones en torno a noticias. Por eso es muy interesante el diálogo entre ambas perspectivas”, propone León.
Sin embargo, las responsabilidades no son compartidas. O mejor, no todos tenemos las mismas. “La responsabilidad tiene que estar puesta en quien detenta más poder, y en este caso, son los medios de comunicación en tanto generadores de noticias”, sugiere la investigadora.
“Es clave que los medios de comunicación sepan que están trabajando con la memoria de la gente”, agrega. Y suma: “Es importante que, cuando van a difundir una noticia que quizá tiene que salir rápido y no está lo suficientemente chequeada, se tomen el tiempo para mensurar el impacto que en términos de memoria va a tener esa información en ese estado”.
¿Qué pueden hacer los medios para no consolidar memorias falsas? "No mentir, como primer paso obvio. Después, todo lo que hace al buen periodismo: veracidad, chequeo de información y de fuentes, no buscar el impacto como un fin en sí mismo y dar a cada hecho la relevancia que tiene”, recomienda.
“En algunos países –enfatiza León– hay medios que están empezando a hacer advertencias sobre la posible existencia de noticias falsas o inexactas. En el referéndum por el aborto en Irlanda, unos meses antes de la compulsa, los medios advirtieron que comenzaba a debatirse un tema candente y que podía llega a haber noticias falsas. Esto, en algunos casos, puede contribuir a no consolidar memorias falsas”.
Si creemos que todo lo que vemos o leemos es verdad, tenemos un problema. Si creemos que todo es mentira, también. Por un lado o por el otro, llegamos al desasosiego y descendemos al mismo subsuelo, a ese que tiene un cuarto lleno de espejos donde todo es igual o, lo que es peor, donde todo da lo mismo.
“No se puede desconfiar de todas nuestras memorias y volvernos paranoicos, de la misma manera que no se puede desconfiar de todo lo que vemos u oímos en los medios de comunicación, porque, por ese camino, también terminamos desconfiando de la información veraz, como sucedió con la COVID-19”, resalta León. Y concluye: “Tiene que haber un equilibrio, tiene que haber razonamiento crítico y analítico, pero evitando el descreimiento de todo, porque es bastante peligroso”.
Así, entre la autenticidad y la farsa, es como podemos vivir. O sobrevivir a un mundo donde todo lo real, incluida la memoria, puede parecerse cada vez más a un simulacro.
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