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20 DE DICIEMBRE DE 2024
Es un escritor que no se la cree. El poeta, narrador y docente mendocino piensa y actúa conforme a su visión del arte de escribir: no hay nadie que no pueda hacerlo.
Foto: Unidiversidad / Ariella Pientro
Hay un breve cuento, llamado "Sola y su alma", que dice: “Una mujer está sentada sola en una sala. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto. Golpean a la puerta". Así termina. El estadounidense Thomas Bailey Aldrich firmó esa breve narración que invita a imaginar y a ser completada por quien la lee. “Ese texto lo he dado mucho en distintos lugares, en muchos talleres, proponiendo seguirlo a partir de ese final. Lo particular es que deben ser como 200 las personas que escribieron una continuidad del texto, y todas han sido distintas. No ha habido nunca dos que se repitan”.
Fabián Almonacid, licenciado en Letras en la UNCUYO, es quien habla. Desde hace diez años coordina talleres literarios. También es corrector de textos (trabajó en medios gráficos, en editoriales y de manera independiente), pero de sus palabras se desprende, y él luego lo corrobora, que su propósito es “descubrir cómo escribe la gente”, tanto escritores reconocidos como la persona ignota.
El también poeta resume: “Para mí, todo el mundo puede escribir y, de hecho, todo el mundo escribe y cuenta buenas historias. Y, en definitiva, la literatura a veces es eso: contar una buena historia, nada más. Como cuento, como novela, como poema o como canción”.
El mensaje de Almonacid es –valga la redundancia– que lo importante es el mensaje. Denuncia que en la literatura y, sobre todo, en la poesía, hay mucho ego y pocos deseos de compartir la sabiduría. Una suerte de autoexclusión que hace a los autores sentirse parte de un grupo selecto con un “don”.
Enseñar a escribir
Lejos de esa concepción del arte literario, Almonacid reconoce que el talento es innato, pero que el ejercicio de la escritura se asimila como se aprende a andar en bicicleta o a jugar al fútbol.
“Uno tiene necesidad de escribir porque hay algo que no le cuadra. Es como una especie de inconformismo, ya sea con la sociedad, con uno mismo, con lo que está pasando o con lo que uno ha vivido. Si el mundo fuese perfecto, no existiría el arte”, sostiene el autor.
Abrapalabra es un proyecto autogestivo de talleres literarios que Almonacid coordina en el Barrio Bombal. Brinda talleres de escritura narrativa, talleres de escritura poética y talleres teóricos, como el que comienza este jueves, que es sobre clásicos de la novela corta. Aunque para este último ya se agotaron los cupos, los talleres son accesibles: el precio es de 600 pesos por mes. Se puede consultar sobre las inscripciones en la página de Facebook del proyecto.
El escritor
A contramano del estereotipo de su oficio, no toma café –le gusta el mate–, pero prefiere los libros en papel. “Me gusta olerlos, tocarlos, subrayarlos”, dice, aunque matiza: la ventaja de leer libros digitales es que puede acceder a obras de otra forma difíciles de hallar en las librerías.
La culpa y la traición, Trampas de la noche, Trampas de la nada y Del hombre solo (poemas y entrepoemas) son los cuatro libros que ha publicado. En febrero del año que viene, anticipa, publicará 12+12+12+12, formado por 48 poemas tomados en igual cantidad de cuatro libros que no publicó.
¿Cómo conseguir sus libros? La respuesta también habla de su concepción del arte: “No, no hay. De hecho, del último me quedan dos ejemplares nada más (…) De todas maneras, tampoco es que me interese demasiado andar vendiendo mis libros. Me parece que justamente la literatura va por otro lado”.
El futuro
“Se tiene la idea de que los jóvenes no leen, y creo que es al revés: ahora leen mucho más que antes —sostiene Almonacid—. Tal vez no leen con la misma capacidad de atención que cuando yo leía. Yo tengo hijos de 18, 19 años, y probablemente no te lean La guerra y la paz, que es un libro de 500 páginas, pero sí leen El señor de los anillos, que son muchas más páginas, y otras sagas como Canción de Hielo y Fuego y Harry Potter. De hecho, yo creo que ahora es más amplio el espectro de la gente que lee. Es como que se ha abierto y democratizado la lectura. Antes, solo podían leer los que sabían leer y los que tenían tiempo de hacerlo. Ahora todo el mundo lee. Mientras el mundo sea imperfecto, va a haber arte. El mundo va a seguir siendo imperfecto, y cada vez pareciera que es más imperfecto”.
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